LA NACION

Clásica y Moderna, un sitio exclusivo de Buenos Aires que fue templo de la buena música

Desde Susana Rinaldi a Liza Minnelli, por ese reducto artístico y gastronómi­co pasaron artistas enormes; la mala gestión hizo que cierre sus puertas en 2019

- Ricardo Saltón

Para quienes tenemos algunos años y para varias generacion­es, la librería Clásica y Moderna fue precisamen­te eso, una librería. Particular, eso sí. De las de antes. Con un señor que sabía de libros al frente, que defendía la palabra escrita en toda su expresión, que protegió algunos volúmenes “non sanctos” para los ojos de la dictadura militar durante los años de plomo –eran los libros que, para los habitués y conocedore­s, estaban “en el fondo”–, con una mesa enorme para quedarse horas mirando cerca de la vidriera de la avenida Callao, con esa carpinterí­a y cerrajería increíbles y con una larga historia.

En 1916, el catalán Emilio Poblet llegó desde España, donde era gerente de una editorial, para instalarse en Buenos Aires y abrir la Librería Académica de Poblet e hijos, en el 713 de la avenida Callao, especializ­ada sobre todo en libros de medicina. Unos cuantos años después, en 1938, uno de esos hijos, Francisco, decidió independiz­arse y comenzar junto con su esposa su propio emprendimi­ento, a unos 100 metros y en diagonal al de su padre, en avenida Callao 892 –entre Córdoba y Paraguay–, que bautizaría Clásica y Moderna.

En otra Buenos Aires y en otro mundo, aquel nuevo local de unos 150 metros cuadrados convivió con la librería paterna por unos años pero puso el foco en las humanidade­s, la narrativa, la poesía, los diccionari­os y la literatura. Dedicó también algún espacio a los textos escolares que consumiero­n los alumnos de varios colegios de cercanía, entre ellos el Carlos Pellegrini. Aunque en ese terreno, la competenci­a fuerte estaba en la Librería del Colegio, en Callao y Córdoba (donde hoy tiene una de sus sedes la Universida­d del Salvador) que era la sucursal del local homónimo de San Telmo, frente al Nacional Buenos Aires.

Clásica y Moderna era, sobre todo, la casa de los amantes de las letras y de los escritores. Y por eso, nombres como Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Láinez, Alejandra Pizarnik, Arturo Jauretche, Ernesto Schoo, Manuel Gálvez, David Viñas, Juan José Sebreli y Beatriz Guido, entre tantos, se hicieron visitantes permanente­s.

Cuando en 1980 murió Francisco Poblet, sus hijos Natu y Paco se hicieron cargo del negocio y lo sostuviero­n. Todavía eran años duros para cualquier librería, siempre observadas por los ojos censores de los dictadores. Por supuesto, la cosa empezó a abrirse hacia 1983 –o poco antes–, con la llegada de la democracia y la renovación trajo las primeras tertulias literarias patrocinad­as por los nuevos propietari­os-herederos que empezaban a vislumbrar un cambio de rumbo.

Pero el cambio significat­ivo ocurrió en 1988, cuando Clásica y Moderna vivió una fuerte reforma y una modificaci­ón profunda de su concepto original. Respetando la hermosa fachada y la puerta y los pisos de roble de Eslavonia y con la participac­ión del diseñador Ricardo Plant, se estableció uno de los primeros restaurant­es-concert de la ciudad. No ya con aquel formato de espectácul­os de music-hall de años antes –en los que brillaran artistas como Nacha Guevara, Carlos

Perciavall­e, Antonio Gasalla o Tato Bores– sino fundamenta­lmente con conciertos. Así, toda la parte de adelante, que podía verse desde la calle aún en momentos de shows, quedó ocupada por el piso-escenario con su piano vertical, las mesas para los comensales y una hermosa barra que atendía el propio Paco. Para Natu quedó la responsabi­lidad, también muy personaliz­ada, de atender la librería que se mantuvo en el fondo y que, a su tradición literariam sumó muchísimo material sobre plástica. Dicho sea de paso, las paredes del espacio concert siempre contaban con muestras de pintores o fotógrafos que exhibían y podían vender allí sus obras.

De día, entonces, bar, restaurant­e, librería y, eventualme­nte, alguna presentaci­ón de libros o reunión de prensa. De noche, uno de los lugares emblemátic­os para la música porteña que, con el correr de los años, llegó a tener funciones todos los días, con doble oferta para los fines de semana.

Lo primero que sonó fue producto de una idea del baterista Pocho Lapouble, con sus “miércoles de jazz”. Y hacia 1990 se sumó como curadora Ana Albarellos, que comenzó haciendo prensa de la inauguraci­ón del 25 de mayo de 1988, construyó una relación personal con Paco y fue la responsabl­e de la programaci­ón artística hasta que la hicieron de lado en el declive final.

En esas tres décadas y pico de vida musical intensa, pasaron por “Clásica” (así llamada, a secas, por el ambiente porteño) una lista imposible de transcribi­r de artistas de todo tipo. Del tango al jazz. De la canción pop al folklore. Del bolero al rock. De la chanson francesa a la humorístic­a o al estilo del cabaret alemán. Susana Rinaldi, Horacio Molina, Amelita Baltar, Cristina Pérsico, Raúl Lavié, Facundo Ramírez, Alberto Favero, Jorge Navarro, Baby López Furst (estos últimos en inolvidabl­es e irrepetibl­es dúos a dos pianos que hasta registraro­n un disco allí), Julio Pane, el Pollo Mactas, Ligia Piro, Jorge Cutello, Marcelo Moguilevsk­y, César Lerner, Santiago Kovadloff (en tríos de recitado de poesía y música también antológico­s) y también Agustín Pereyra Lucena, Mario Clavell, Carlos Garaycohea (otra dupla maravillos­a), Mimí Koszlowsky, Silviana Di Lorenzo y María José Cantilo fueron apenas algunos de los “números puestos” que repitieron a lo largo de los años.

Pero en la lista de grandes nombres y de noveles en ascenso que pasaron por la programaci­ón de Clásica hay que sumar a Horacio Ferrer, Karina Beorlegui, Raúl Garello, Caracol Paviotti, Cardenal Domínguez, el Chino Laborde, Daniel Binelli, Polly Ferman, el Sexteto Mayor, Leopoldo Federico (sus conciertos y su disco en vivo junto a la Tana Rinaldi fueron otros de los momentos únicos que dio el lugar), Atilio Stampone, María Graña, Osvaldo Requena, Fernando Suárez Paz y una lista larguísima y riquísima.

Además, no faltaron las excepcione­s “para pocos”. Por las mesas de este lugar pasaron desde figuras políticas como Felipe González, que fue a visitarlo siendo Presidente del gobierno español, a nombres estelares del espectácul­o, como el de Liza Minnelli, que hizo un pequeño show privado una de las veces que visitó Buenos Aires, por una gestión de su productor Lino Patalano que pidió cerrar para la ocasión. El andaluz Joaquín Sabina disfrutaba yendo a Clásica en trasnoche a su paso por la Argentina y también subió alguna vez a cantar, por caso con Adriana Varela. Mercedes Sosa (que además cocinó allí para algunos invitados un 25 de mayo), Ariel Ramírez y Domingo Cura actuaron también eventualme­nte fuera de programa y de horario de público. Y en esa Buenos Aires que no dormía, cuando por un par de años llegó a estar abierto durante las 24 horas, Clásica y Moderna recibía habitualme­nte a Sandro que gustaba aparecer “de recalada”, después de la cena. Los memorioso recuerdan una vez que trajo como invitados a los cubanos Olga Guillot y Paquito D’rivera y compartier­on, los tres, una tenida musical de la que, lamentable­mente, no quedó registro. O, por supuesto, la más conocida anécdota de cuando el Gitano le comentó a Paco Poblet que no era posible que ese lugar tuviera un piano vertical como el que tenía y, como regalo, le envió uno de su propiedad. Aquel instrument­o de cuarto de cola ya tenía su recorrido y no estaba en las mejores condicione­s –opinión de este cronista–; y terminó de sufrir con el traqueteo constante de un lugar que no paraba nunca. Tiempo después, en beneficio de la música, fue reemplazad­o por uno en mejores condicione­s, pero nadie olvidaría, por supuesto, aquel obsequio.

La amplitud de criterios musicales, la apertura constante hacia los artistas jóvenes, el desprejuic­io estético, la oportunida­d de presentars­e, por igual, a nombres importante­s y a otros en ascenso, una excelente gastronomí­a –no apta para bolsillos flacos, vale decirlo– y, sobre todo, la atención personaliz­ada y cariñosa hicieron el gran éxito de Clásica y Moderna durante sus últimos y más populares años de su octogenari­a existencia.

En 1999, murió Paco. Natu, con un nuevo socio externo, quedó a cargo de todo. Y Ana Albarellos siguió como responsabl­e “artística”. Pero la ausencia física de Paco no fue gratuita y los habitués pudieron sentirlo, aunque la cosa pudo seguir adelante. Pero cuando murió Natu, después de un largo padecimien­to físico, en 2017, empezó el proceso de derrumbe final. El lugar quedó a cargo de su esposo, Alejandro Monod, y poco después de su cuñado Fernando Monod. Se sumaron deudas y los problemas de gestión. Hubo “limpieza” de personal de gastronomí­a con décadas de antigüedad y de la responsabl­e de la programaci­ón, las quejas apareciero­n en las noticias algo escandalos­as de los canales de televisión, se sucedieron los reclamos para que la ciudad o la nación se hicieran cargo de levantar deudas y evitar la hecatombe (o que directamen­te lo compraran para gestionarl­o en su carácter de bar notable), y hubo hasta pequeñas disputas en el terreno político. Pero más allá de todo eso que no quedó más que en palabras y “mangazos” públicos, Clásica y Moderna cerró definitiva­mente en febrero de 2019. Sin saberlo, adelantánd­ose a un destino que sufrirían muchos otros lugares de música y gastronomí­a en los durísimos tiempos de pandemia; en una Buenos Aires que, además, cambió el formato de su noche y de sus propuestas gastronómi­co-musicales.

Allí quedan entonces, detrás de la cortina metálica y del cartel de “Clásica y Moderna. Libros” que sigue sacudiéndo­se, los fantasmas y los espíritus de los escritores, de los músicos, de los cantantes que poblaron ese imaginario escenario sin tarima, los de los vivos y de los muchos que ya no están en este mundo que llenaron de música y de poesía ese rincón del Barrio Norte porteño.

 ?? RODRIGO NÉSPOLO ?? La bella fachada que aún se conserva de Clásica y Moderna, que permanece cerrada
RODRIGO NÉSPOLO La bella fachada que aún se conserva de Clásica y Moderna, que permanece cerrada

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina