La comunicación oficial. Cambios y desorden en un área “en construcción”
En la Casa Rosada, la comunicación se volvió una preocupación de Estado desde mediados de septiembre. Se trata de una de las áreas que más modificaciones registraron tras los cambios de figuras producto de la derrota en las primarias. Y, también, uno de los espacios que más tardan en reacomodarse. En la práctica, la consecuencia es una merma de la información que transmite el Gobierno; un esquema que por momentos recuerda a la época más cerrada en materia comunicacional del gobierno de Cristina Kirchner.
Al día siguiente de la derrota se registraron, entre otras, las salidas del entonces jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y su equipo, y del secretario de Comunicación y Prensa, Juan Pablo Biondi, dos hombres de extrema confianza de Alberto Fernández. Entre ambos equipos había además un esquema aceitado de trabajo.
El ingreso de Juan Manzur generó un cambio rotundo. Con perfiles completamente distintos, mientras que Cafiero daba entrevistas a diario y su equipo de trabajo seguía su línea comunicativa, con personas activas como Cecilia Todesca, Manzur se llamó a un silencio casi total. El mutismo solo fue interrumpido en oportunidades puntuales, pero en los últimos días aparecieron señales de una mayor apertura. Quienes lo conocen de cerca aseguran, defendiendo su posición, que el tucumano es un hombre “ejecutivo, que prioriza sus actos”, al tiempo que confían en que en breve comenzará a dar entrevistas y a dejar fluir más su relación con la prensa.
El cambio genera expectativa, en especial porque en los primeros cuarenta días de su gestión el flujo de información fue prácticamente nulo. Si bien la agenda del jefe de Gabinete se conoce a diario, la reconstrucción de lo que ocurre en cada encuentro es una tarea prácticamente imposible. Las respuestas a la prensa van desde escuetos “no hay nada” hasta la sugerencia de consultar a la embajada china para conocer lo sucedido en un encuentro entre Manzur y el embajador chino. Al cambio de figuras en la Jefatura de Gabinete que sucedió a la derrota se sumó luego la llegada de Gabriela Cerruti como “portavoz del Gobierno”. Desde el propio entorno presidencial negaban esa designación horas antes de que se concretara, pese a las versiones que arreciaban. “Son las desprolijidades de Alberto”, se excusó una fuente de la Casa Rosada para explicar el derrotero en torno del tema. “Todos se enteraron por su tuit”, agregó otra en referencia a la forma como lo supieron varios estrechos colaboradores del Presidente. El ingreso de Cerruti generó distintas reacciones en el interior del Gobierno y también en la dinámica con la prensa. La portavoz implementó una conferencia de prensa semanal en la que responde preguntas a “agenda abierta”. Ese punto, celebrado por un sector, es uno de los que muchos en el oficialismo consideran que puede terminar siendo “contraproducente” en un contexto de una coalición atravesada por las diferencias.
“El rol de portavoz puede ser muy bueno, pero en este contexto una persona no puede hablar por todo un gobierno”, resumió una alta fuente. En la otra vereda están quienes resaltan la experiencia de Cerruti en materia de trabajo legislativo, en que se llega a un discurso unificado, y creen que ahí puede estar su potencial.
Las dudas se mantienen. Pero nadie imagina que los contactos en off del propio Presidente cambien. En la práctica la mayoría coincide en que eso “es y será” imposible.
El papel de la portavoz genera diferencias también entre las distintas carteras que tienen sus propias líneas de comunicación. “Nadie puede comunicar como el que está a cargo de su área”, sintetizan.
En ese esquema, la desorganización parece casi total, pese a que desde las tres áreas que componen comunicación –la Unidad, la Secretaría de Medios y la de Comunicación y Prensa– transmiten que existe armonía.