“Los peronistas”
Cualquier peronista podría dirigirse a Cristina Kirchner en términos similares a los que emplea una cortesana de Calígula, en la versión de Albert Camus, para dirigirse a su emperador: “Cólmanos de tus dones, esparce sobre nosotros tu imparcial crueldad, tu odio objetivo; abre por encima de nuestros ojos tus manos plenas de flores y de muertos… Dadnos tus pasiones sin objetivo y tus dolores privados de razón (Calígula, p. 90, Ed. Gallimard). Una líder como la mencionada despierta en sus seguidores pasiones tristes –en el lenguaje de Spinoza– como el miedo y el interés personal, que paralizan los entusiasmos y apagan el sentido crítico; la consecuencia natural es la obsecuencia. Ellos tienen una inagotable sed de sometimiento y –como dice Freud– la ilusión de que el jefe los ama a todos con un amor justo, mientras el jefe mismo no necesita amar a nadie. Perón sembró la semilla del fanatismo al adoptar una actitud de superioridad moral que impide los acuerdos. En el diccionario peronista no existen las palabras ética y cultura, omisiones que explican, en gran medida, la decadencia argentina. Un exfuncionario peronista no podría decir, sin traicionar sus convicciones, como Sancho Panza: “Yo entré desnudo al gobierno y salgo desnudo” (Don Quijote, cap. LVII, 2a. parte). En nuestro país salen lujosamente ataviados, jubilosamente jubilados y luctuosamente recordados.
Rodolfo Nougués
DNI 4.100.353
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