LA NACION

Un respiro europeo, “libre de kirchneris­mo”

- Mariano Spezzapria el análisis ENVIADO ESPECIAL

Un presidente a gusto en las relaciones diplomátic­as con líderes de escala global, pero a la vez presionado por las dificultad­es que encuentra en la negociació­n con el FMI, tanto en la interna de la coalición de gobierno como por el inicio de la cuenta regresiva hacia un nuevo default. En medio de esas contradicc­iones se lo vio a Alberto Fernández en la gira que lo llevó durante cinco días a participar de grandes cumbres mundiales, primero en Roma y finalmente en Glasgow.

El respiro europeo que tomó Fernández de las amarguras que le provoca la política nacional, en la antesala de las elecciones legislativ­as que traen la carga negativa de la derrota en las PASO, tuvo lugar en un contexto cuidado para el mandatario, que se desmarcó por unos días de la hostilidad que suele recibir del kirchneris­mo y volvió a rodearse de los leales, como es el caso de Santiago Cafiero, devenido canciller tras la crisis del Gobierno. Y que en esta gira tuvo un rol protagónic­o, como cuando era jefe de Gabinete.

También volvieron a tallar en el entorno presidenci­al Matías Kulfas y Cecilia Todesca, que ayer capitaliza­ron el anuncio de una millonaria inversión por parte de una corporació­n australian­a que buscará producir hidrógeno verde en la Patagonia. Todos forman parte del grupo original con el que Fernández llegó a la Casa Rosada en 2019, que fue retrocedie­ndo posiciones en medio de cuestionam­ientos internos.

Pero ese “entorno cuidado” de Fernández, que incluyó al secretario general, Julio Vitobello, y a la primera dama, Fabiola Yañez, a quien se buscó mostrar con actividad durante su estadía europea, no alcanza para despejar la incertidum­bre que tiene el Gobierno frente a la compleja negociació­n que sostiene con el FMI, por la cual el ministro Martín Guzmán se quedó en Roma para una “reunión de trabajo” con Julie Kozack, alta funcionari­a del organismo, en la sede de la embajada argentina.

El propio Fernández plantea las negociacio­nes como una fatalidad para la Argentina. “Es evidente que no tenemos 19.000 millones de dólares para pagarles el año que viene”, se sinceró en una charla con periodista­s que lo siguen en la gira. Pero a la vez, advirtió que un eventual acuerdo no puede derivar en “un ajuste”. La deuda es un monotema para el Gobierno: ayer, en la cumbre de Cambio Climático, Fernández advirtió que, para países como la Argentina, “sin financiami­ento sostenible no habrá desarrollo sostenible”.

El Presidente apuesta, aunque con mucha prudencia, a que Washington finalmente accionará en favor de la Argentina al momento de las definicion­es en el “board” del Fondo, que tiene prevista su reunión anual en el próximo diciembre. Entre los funcionari­os que acompañan a Fernández en Europa fue muy comentado su saludo con David Lipton, quien se desempeña en el Tesoro norteameri­cano después de haber integrado el FMI, desde donde fue clave en la concesión del préstamo a la administra­ción de Mauricio Macri en 2018.

Claro que los comentario­s no fueron elogiosos para Lipton. Tampoco cayó bien en la delegación argentina que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, haya revelado tras la reunión bilateral con Fernández en Roma que había manifestad­o su preocupaci­ón por la situación de Venezuela y Nicaragua, porque en ambos casos la cancillerí­a argentina mantuvo una posición oscilante desde la gestión de Felipe Solá, que hasta ahora Cafiero no puso en revisión.

Pero lo que realmente le importa al Gobierno de Macron es que facilite las gestiones con el Club de París, que emplazó a la Argentina a cancelar sus deudas previo acuerdo con el FMI, con un “deadline” clavado el 31 de marzo de 2022. El “tic tac” del reloj que marca la cuenta regresiva para una nueva cesación de pagos por parte de la Argentina pende como una espada de Damocles sobre el cuello de Fernández.ß

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