LA NACION

Volvió a San Telmo el icónico Bar Sur, pero aún peligra su superviven­cia

Emblema del tango, estuvo cerrado durante 17 meses por la pandemia; desde 1967, convocó a figuras internacio­nales

- Manuel Casado

Cuentan que Wong Kar-wai quedó impactado. Eran los años 90 y el icónico cineasta hongkonés se encontraba rodando en Buenos Aires lo que sería una de sus películas más aclamados: Happy Together. Necesitaba una locación que le permitiese captar la nocturnida­d bohemia y la melancolía del tango. La respuesta que obtuvo fue Bar Sur, el emblemátic­o club de Balcarce y Estados Unidos, un reducto de época que supo ser el destino de celebridad­es de todo el planeta y que hoy –a duras penas– volvió a abrir tras permanecer 17 meses con las persianas bajas.

“Estamos sobrevivie­ndo. Este era un boliche tanguero dedicado al turismo y al espectácul­o. Tras la llegada de la pandemia, perdimos ese público y no pudimos volver a hacer shows adentro”, se lamenta Ricardo

Montesino, artífice de este lugar que nació el 31 de enero de 1967.

Favorecido por una calle cortada a pocos metros, el Bar Sur se encuentra en un cuadriláte­ro de esquinas alejadas del alboroto del resto de San Telmo. La sensación de intimidad aumenta al ingresar al pintoresco espacio, ambientado con muebles de diseño vienés y un piso calcáreo de damero blanco y negro que pisaron figuras como Mercedes Sosa, Ernesto Sabato, Chunchuna Villafañe, Ástor Piazzolla, Mirtha Legrand o Ben Molar. La lista también se nutre de figuras internacio­nales: Liza Minnelli, Antonio Banderas, Robert Plant, Franz Beckenbaue­r, Anthony Bourdain, Chayanne y Sean Connery, entre otras.

Cuando tenía 26 años, edad a la que estrenó el bar, Montesino le vaticinó a su madre que su propósito era abrir un bolichito porteño que quisieran visitarlo de todas partes del mundo. “Nunca supe muy bien cómo se armó. Yo sé que me relacioné con el mundo del arte desde siempre. Participé de la primera Feria del Libro [en 1975], entonces me puedo imaginar que la primera corriente de personalid­ades destacadas fueron escritores, como Mario Vargas Llosa, Marcos Denevi o Luisa Mercedes Levinson. Corrió boca en boca y de ahí no paró. Y después lo de Happy Together fue espectacul­ar: todos los días entra algún asiático a conocer”, cuenta.

Y recuerda: “Este lugar lo encontré en uno de los paseos con el coche que hacía desde Olivos y San Isidro hasta la zona sur de la ciudad.

Cuando compré, mis amigos no lo podían creer. Pero siendo nadie pasé a jugar con los grandes de la época como Mau Mau, África, Viva María y Zum Zum”.

El Bar Sur no tiene horno en la cocina. La comida se limita a las picadas y el tapeo. En cambio, es extensa la carta de aperitivos; se puede beber vermú, whisky, gin-tonic, entre otros clásicos, acompañami­entos ideales para disfrutar de la atracción principal: la música, los espectácul­os en vivo y el bailongo.

Sobre un costado de su extensa barra de madera, una puerta conecta con una escalera que da al subsuelo. Esta parte baja más “trash” luce renovada con una pista de baile y hasta tiene su propio nombre: Nuevo Hidrógeno. “Ya tenía espectácul­os programado­s y hasta reservas para largar con todo. Contábamos con nuestro staff de músicos y mozos. Entonces cayó la pandemia y no pudimos volver a abrir hasta ahora”, lamenta.

Pese a encontrars­e en un momento de “números en rojo”, confía en que “el boliche” logre sortear el ocaso. “El Bar Sur tiene casi 60 años, han venido figuras de primer nivel a visitarlo y está dando vuelta al mundo en este momento. Es historia pura, necesitamo­s cuidarlo”, concluye.

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Patricio pidal/afv El Bar Sur, en la esquina de Estados Unidos y Balcarce

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