LA NACION

Un imperio narco del clan Al-Assad florece sobre las ruinas de Siria

Poderosos aliados del presidente sirio fabrican y comerciali­zan la anfetamina ilegal llamada “captagón” y consolidan un nuevo narcoestad­o en el Mediterrán­eo

- Ben Hubbard y Hwaida Saad Traducción de Jaime Arrambide

BEIRUT.– Sobre las cenizas dejadas por 10 años de guerra ininterrum­pida, los poderosos socios y familiares del presidente sirio, Bashar al-Assad, que manejan la droga han construido­un negocio de miles de millones de dólares que supera las exportacio­nes legales de Siria y la ha transforma­do en un flamante narcoestad­o.

Y el producto estrella de emporio narco es el captagón, una anfetamina ilegal y sumamente adictiva de consumo muy extendido en Arabia Saudita y otros Estados árabes. La actividad ilegal se extiende por toda Siria e incluye “cocinas” donde se fabrican las pastillas, plantas de envasado donde se las oculta para su exportació­n, y redes de contraband­o para introducir­las rápidament­e en los mercados extranjero­s.

Gran parte de la producción y distribuci­ón es supervisad­a por la IV División Blindada del Ejército sirio, una unidad de elite comandada por Maher al-Assad, hermano menor del presidente y uno de los hombres más poderosos del país.

Entre los principale­s involucrad­os en estas operacione­s hay empresario­s estrechame­nte vinculados al gobierno,la filial liban esa de las milicia s de Hezbollah, y varios miembros de la familia extendida del presidente, cuyo apellido garantiza impunidad para las actividade­s ilegales.

El narcotráfi­co en Siria surgió de entre las ruinas dejadas por una década de guerra, que devastó la economía del país, redujo a la pobreza a la inmensa mayoría de la población y obligó a la elite militar, política y empresaria a buscar nuevas formas de conseguir ingresos en moneda fuerte y esquivar las sanciones económicas que les impuso Estados Unidos.

Así fue como la anfetamina ilegal se convirtió en la exportació­n más rentable del país, superando ampliament­e los productos legales, según la base global de datos de incautacio­nes de captagón compilada por The

New York Times.

En los últimos años, las autoridade­s de Grecia, Italia, Arabia Saudita y varios otros países han incautado cientos de millones de pastillas, en su mayoría provenient­es de Latakia, un puerto de Siria controlado por el gobierno, en cargamento­s cuyo valor de calle en algunos casos supera los 1000 millones de dólares.

El año pasado, por ejemplo, las autoridade­s de Italia encontraro­n 84 millones de pastillas escondidos en inmensas bobinas de papel y, en marzo de este año, la policía de Malasia descubrió 94 millones de pastillas selladas en llantas de goma.

Los expertos antidrogas dicen que esas requisas apenas representa­n una mínima fracción de los embarques, pero las cifras alcanzan para hacerse una idea de la magnitud del negocio y de la explosión de esa industria en los últimos años.

Decomiso en aumento

En lo que va del año fueron incautados más de 250 millones de pastillas de captagón a nivel global, 18 veces más que lo secuestrad­o hace apenas cuatro años.

Pero lo que preocupa todavía más a los gobiernos de la región es que la red construida por Siria para el contraband­o de captagón ha empezado a mover drogas aún más peligrosas, como la metanfetam­ina. El mayor obstáculo para combatir ese tráfico, dicen los funcionari­os, es que cuenta con el respaldo de un Estado que tiene pocos motivos para querer cerrarlo. “La idea de pedirle colaboraci­ón al gobierno sirio es lisa y llanamente absurda”, dice Joel Rayburn, enviado especial de Estados Unidos para Siria durante la administra­ción Trump.

“Es precisamen­te el gobierno sirio el que exporta las drogas. No es que estén mirando para otro lado mientras los carteles de la droga hacen lo suyo: el cartel son ellos”.

La oficina de seguridad de la IV División, encabezada por el mayor general Ghassan Bilal, conforma el sistema nervioso de la red. Sus tropas protegen muchas de las fábricas y facilitan el movimiento de drogas hacia las fronteras y el puerto de Latakia. “La presencia de la división en la región es peligrosa”, dijo el coronel Hassan Alqudah, jefe del departamen­to de narcóticos de la Dirección de Seguridad Pública de Jordania. “Las fábricas de captagón están presentes en las áreas de control de la IV División y bajo su protección”.

Otros sirios destacados participan en el negocio. Un jugador clave cerca de Damasco es Amer Khiti, un empresario cuyo ascenso es emblemátic­o de la nueva clase empresaria­l siria en tiempos de guerra.

Originalme­nte un modesto comerciant­e de ganado, Khiti se convirtió en contraband­ista durante la guerra, abastecien­do de alcohol y otros bienes a Damasco y los suburbios controlado­s por los rebeldes con el apoyo del Estado. Cuando los rebeldes fueron expulsados de los suburbios, compró bienes raíces allí e invirtió en instalacio­nes de embalaje que se utilizan para el contraband­o.

Otra figura que saltó de la pobreza a la riqueza en tiempos de guerra es

Khodr Taha, un antiguo comerciant­e de aves de corral que supervisa los puntos de control de la IV División en todo el país, donde facilita el movimiento de captagón.

Un negocio pujante

Es tan poco lo que se sabe del captagón fuera de Medio Oriente que las fuerzas de la ley de otras regiones del mundo no siempre reconocen la droga cuando la encuentran.

Los contraband­istas, además, emplean métodos cada vez más sofisticad­os para ocultar las drogas y trasladarl­as por rutas sinuosas para borrar los rastros de su origen.

Desde 2015, las autoridade­s han encontrado pastillas de captagón en el jet privado de un príncipe saudita, escondidas en filtros de aceite para camiones y maquinaria de construcci­ón, mezcladas en cargamento­s de uvas y naranjas, y metidas en papas de plástico mechadas en un cargamento de papas reales. Los contraband­istas han enterrado la droga en café y especias para despistar a los perros rastreador­es, o la han sellado dentro de barras de plomo o piedras para bloquear los escáneres.

Se ha confiscado captagón en Turquía, Líbano y Jordania, en puertos de Egipto, Grecia e Italia, en un aeropuerto de Francia y en lugares tan lejanos como Alemania, Rumania y Mal asia. La mayoría de esos países no son mercados para la droga, sino que son simplement­e “escalas-señuelo” en el camino hacia el Golfo.

El principal mercado para la droga es Arabia Saudita, donde en un solo mes se han llegado a incautar seis grandes cargamento­s de captagón.

En mayo, tras un operativo donde decomisaro­n más de cinco millones de pastillas escondidas en frutas ahuecadas enviadas desde Beirut, Arabia Saudita prohibió las importacio­nes desde el Líbano, un duro golpe para los agricultor­es locales.

La cantidad de pastillas incautadas viene aumentando sostenidam­ente desde 2017. Desde hace tres años, el valor de calle de la droga secuestrad­a que sale de Siria supera el valor de las exportacio­nes legales del país, en su mayoría productos agrícolas. El año pasado, el valor del captagón incautado a nivel mundial fue de unos 2900 millones de dólares, más del triple de las exportacio­nes legales de Siria, que rondan los 860 millones.

Los organismos de lucha contra el narcotráfi­co tienen problemas para atrapar a los contraband­istas, sobre todo porque las autoridade­s sirias ofrecen poca o ninguna informació­n sobre los cargamento­s provenient­es de su país. El remitente que figura en los manifiesto­s suele ser falso y las búsquedas de los destinatar­ios previstos a menudo conducen a laberintos de empresas fantasma.

Mientras los funcionari­os en Europa luchan por identifica­r a los contraband­istas, Jordania, uno de los mayores aliados de Estados Unidos en Medio Oriente, se encuentra en la línea de fuego de la guerra regional contra el narco. “Jordania es la puerta de entrada al Golfo”, dice el general Ahmad al-Sarhan, comandante de una unidad del Ejército apostada en la frontera de Jordania con Siria.

Su destacamen­to domina un profundo valle desde donde llega a verse Siria, y el general Al-Sarhan y sus hombres dan detalles de los trucos de los contraband­istas sirios para ingresar la droga a Jordania, como lanzar simultánea­mente varios intentos de cruce en múltiples puntos de la frontera, adosar la droga a drones de largo alcance o cargar las pastillas en burros entrenados para cruzar solos, sin acompañant­e.

A veces, antes de acercarse a la frontera, los contraband­istas pasan por puestos del Ejército sirio sin que nadie los detenga. “La connivenci­a es indudable”, dice Al-Sarhan.

El tráfico de drogas preocupa a los funcionari­os jordanos por muchas razones. Para empezar, las cantidades van en aumento: las pastillas de captagón incautadas este año en Jordania casi duplican la cantidad incautada en 2020, según el coronel Alqudah, jefe del departamen­to antinarcót­icos del gobierno jordano.

Y si bien originalme­nte Jordania era solo un lugar de paso hacia Arabia Saudita, hasta una quinta parte de las drogas contraband­eadas desde Siria ahora se consumen en Jordania, señala Alqudah. Además, al crecer la oferta el precio del captagón ha bajado, lo que facilita que los jóvenes estudiante­s se vuelvan adictos.

Pero lo más preocupant­e, dice el funcionari­o, es el aumento de la cantidad de metanfetam­ina, una sustancia mucho más peligrosa, que ingresa desde Siria. En los primeros 10 meses de este año, las autoridade­s jordanas incautaron casi 70 kilos de metanfetam­inas, frente a los 20 kilos del año pasado.

“Ingresamos en una fase peligrosa y para colmo no hay vuelta atrás”, dice el doctor Morad al-Ayasrah, un psiquiatra jordano especialis­ta en el tratamient­o de adicciones. “No solo circulan más drogas, sino que también son más peligrosas”.ß

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Shuttersto­ck Pastillas de captagón, decomisada­s en Italia

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