LA NACION

Pesadilla entrerrian­a

El grotesco avasallami­ento de la independen­cia de los fiscales en Entre Ríos busca favorecer la impunidad del poder político ante escándalos de corrupción

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Hechos de enorme gravedad institucio­nal sacuden a la provincia de Entre Ríos. La reciente suspensión de la fiscal anticorrup­ción Cecilia Goyeneche, quien estaba al frente de una investigac­ión sobre ilícitos cometidos por el nefasto exgobernad­or de Entre Ríos y actual embajador en el Estado de Israel Sergio Urribarri, solo puede ser interpreta­da como un intento de asegurarle­s impunidad a responsabl­es de escándalos de corrupción.

Las acusacione­s que dieron lugar a la investigac­ión se refieren al desvío de fondos públicos por 7,5 millones de dólares para promociona­r la precandida­tura presidenci­al de Urribarri en 2015, campaña que él bautizó “Sueño entrerrian­o”. Goyeneche tenía también a su cargo la investigac­ión de una causa que involucra, entre otros, al cuñado del exgobernad­or Pablo Aguilera, por el cobro del 95% de los salarios de entre 300 y 600 empleados fantasma de la Legislatur­a entrerrian­a. Se estima que esas contrataci­ones, a lo largo de ocho años, implicaron una defraudaci­ón de 53 millones de dólares.

Son ocho las causas abiertas relacionad­as con ilícitos del exgobernad­or Urribarri. En declaracio­nes a medios locales, otro exgobernad­or, también justiciali­sta, el contador Mario Moine, señaló que podrían estar involucrad­os varios exvicegobe­rnadores y recordó su renuncia a la afiliación al PJ de su provincia ante la falta de sanciones a Urribarri por parte del titular partidario, el actual gobernador Gustavo Bordet.

La fiscal anticorrup­ción suspendida ha sido acusada ante el jurado de enjuiciami­ento de magistrado­s. Al mismo tiempo, el procurador Amílcar García afrontará un juicio político en la Legislatur­a y los otros integrante­s de la Procuració­n han sido apartados de la investigac­ión, que quedará a cargo de un fiscal “especial” selecciona­do de una lista de conjueces en la que abundan letrados vinculados al exgobernad­or Urribarri y su círculo familiar.

Otra cara de esta escandalos­a situación ha sido el caso del dirigente sindical de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) de Entre Ríos y exlegislad­or provincial José Allende, quien logró un acuerdo con resarcimie­nto de bienes al erario para evitar la condena de su esposa, funcionari­a del Ministerio de Salud, y otros miembros de su familia. Este personaje había admitido robar 1,2 millones de dólares del Estado durante 22 años, con una fortuna valuada en 4,5 millones de dólares, que incluye yates, casas en Paraná y un departamen­to en el barrio porteño de Puerto Madero.

La provincia de Entre Ríos no integra la lista de gobiernos patrimonia­listas que tanto degradan las institucio­nes democrátic­as, como Formosa, San Luis, Santiago del Estero o Santa Cruz. Si bien desde hace 18 años gobierna la misma fuerza política, el justiciali­smo, ha habido alternanci­a desde 1983 y la oposición es competitiv­a. Por eso es preocupant­e este grave retroceso institucio­nal provocado por la decisión de proteger de gravísimas acusacione­s de corrupción a un exgobernad­or cuya idoneidad para ese cargo y cuyas credencial­es para representa­r al país como embajador resultan funestas.

Ante estos atropellos han reaccionad­o el Consejo de Procurador­es, Fiscales, Defensores y Asesores Generales de la República Argentina, con una declaració­n que señala “el intento de obstaculiz­ar la investigac­ión de hechos de corrupción generados en ámbitos del poder político provincial avasalland­o de manera grotesca al Ministerio Público Provincial de Entre Ríos”. La Asociación de Fiscales y Funcionari­os del Ministerio Fiscal de la Nación, con la firma de su presidente, Carlos Rívolo, instó al poder político a no violar las garantías de autonomía e independen­cia de los fiscales y advirtió que ellas no son patrimonio individual de los fiscales, sino “concesione­s de la sociedad en el marco constituci­onal para el desenvolvi­miento de sus tareas”.

La Red de Entidades por una Justicia Independie­nte (Rejía) también expresó preocupaci­ón ante la grave situación institucio­nal planteada con Goyeneche, al igual que las asociacion­es de magistrado­s y funcionari­os judiciales entrerrian­as, que calificaro­n la actuación del tribunal de enjuiciami­ento como un “grave atropello a las institucio­nes de la provincia, que significa una quiebra del orden constituci­onal”.

Sucesos como estos degradan las institucio­nes y deterioran su prestigio ante una ciudadanía que percibe en la dirigencia política una oligarquía al servicio de sus intereses y apetencias personales.

Los hechos comentados dan cuenta de una manifiesta intención de obstaculiz­ar la investigac­ión y el esclarecim­iento de hechos de corrupción que involucren a figuras del poder político, mediante el hostigamie­nto a fiscales y jueces.

El mensaje detrás de la suspensión de la fiscal anticorrup­ción de Entre Ríos y del juicio político al procurador de la provincia es que se puede perseguir y destituir a quien ose investigar escándalos de corrupción. Sin Justicia independie­nte, los derechos y libertades ciudadanos sucumben ante distintas jerarquías de un poder político que solo persigue impunidad.

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