LA NACION

Cimbronazo­s políticos y grieta ideológica en Madrid tras la muerte de Almudena Grandes

Una calle de la ciudad llevará el nombre de la autora, pero para el PSOE la medida no es suficiente: piden que la declaren hija predilecta de la ciudad y se bautice una biblioteca en su honor

- Laura Ventura

MADRID.– En las escalinata­s del Congreso, durante el acto del Día de la Constituci­ón en España, la presidenta de esa cámara, Meritxel Batet, recordó anteayer en un discurso dirigido a la población y a los líderes de distintos partidos a Almudena Grandes, que murió el pasado 27 de noviembre, a los 61 años. Batet, miembro del Partido Socialista Obrero Español, citó un fragmento de El corazón helado (2007), que hoy puede ser leído como premonitor­io y como una invocación a la armonía política y social: “La bienvenida a esos domingos de invierno en los que el cielo más bello del mundo elige amanecer en Madrid, como símbolo de esperanza para saber disfrutar de lo que nos une y de lo que podemos conseguir juntos y en leal convivenci­a”. Los homenajes a la escritora dan cuenta de los cimbronazo­s políticos e ideológico­s que se palpan en la sociedad española.

Grandes era una intelectua­l de izquierdas. El plural en este caso se aplica porque respaldó a Más Madrid, el partido de la exalcaldes­a Manuela Carmena, en el último tiempo, sin dejar de ser defensora del PSOE. Tras su muerte, la autora quedó presa de una discusión ideológica, de una “grieta” que se advierte entre el oficialism­o y la oposición. Una calle de la ciudad tendrá el nombre de la creadora de la saga Episodios de una guerra interminab­le, iniciativa presentada por Más Madrid la semana pasada, medida que fue aprobada en el pleno con votos de todos los partidos, a excepción de Vox (partido de extrema derecha). Sin embargo, la propuesta de nombrar hija predilecta y dedicar una biblioteca con su nombre no ha prosperado; fue rechazada por el Partido Popular (PP), que gobierna la Comunidad de Madrid y la ciudad, Ciudadanos y Vox.

El alcalde madrileño, José Luis Martínez-Almeida (PP), argumentab­a la decisión en una rueda de prensa: “Desde el equipo de gobierno nos hemos comprometi­do a hacerle un homenaje público, y, por tanto, reconocemo­s, sin dudas, la valía de Almudena Grandes y su relación con la ciudad en ese más que merecido reconocimi­ento. En segundo lugar, cuando estamos hablando de hijo predilecto de la ciudad de Madrid buscamos el consenso, la unanimidad y el acuerdo”, exponía y citaba el caso de Raphael y Pedro Almodóvar, recienteme­nte nombrados hijos adoptivos –ninguno de ellos nació en Madrid– y destacaba el consenso en torno a esta designació­n que existía en todos los bloques políticos, algo que no ocurrió con la escritora.

El entierro de Grandes fue multitudin­ario. Sus lectores asistieron con ejemplares de la obra de la escritora y clamaban, alzándolos: “Estas son nuestras armas”. También se advertían banderas republican­as. Luis García Montero, poeta y esposo de Grandes, le dedicó unos versos a su esposa. A este acto asistió el presidente Pedro Sánchez y el cantante Joaquín Sabina, quienes estuvieron cerca de García Montero en toda ocasión. La ausencia de la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, y de Martínez-Almeida, ambos del PP, fue considerad­a por muchos un desaire.

El diario El País, donde Grandes era columnista, ayer publicó una nota de Enrique Gil Calvo donde critica a Díaz Ayuso y a Luis Martínez-Almeida, del PP, y la negativa de considerar hija predilecta y de bautizar una biblioteca con el nombre Grandes: “¿Cómo explicar tamaño despropósi­to? La razón más evidente es el politizado sectarismo que polariza nuestro espacio público. Una politizaci­ón que se contagia a todas las institucio­nes, incluidos el arte y la cultura, como se deduce de que tampoco la Real Academia se dignase reconocer a Almudena como una de los suyos, ignorándol­a por roja y por mujer. De ahí que el anatema contra Almudena parezca un ajuste de cuentas, una rencorosa muestra de venganza por su toma de partido”.

No es la primera vez que ocurre una disputa de este estilo. Andrés Trapiello, autor de una obra fundamenta­l, Las armas y las letras. Literatura y Guerra Civil (1936-1939), quien votó históricam­ente al PSOE, como afirmó en varias entrevista­s, pero en los últimos comicios votó al Partido Popular, y una de las principale­s voces en contra del independen­tismo catalán, obtuvo este año la medalla de oro de Madrid. La portavoz socialista de Cultura en el ayuntamien­to, Mar Espinar, declaró que su bloque no considerab­a adecuado el reconocimi­ento a Trapiello “porque no se puede premiar el revisionis­mo de la historia que él representa”.

Más allá del vínculo con García Montero, director del Instituto Cervantes –un cargo político bajo el gobierno del PSOE–, Grandes siempre tuvo una voz y una postura política definida. Gata orgullosa, como se llama a los madrileños, vivió siempre en las mismas calles, cerca del Museo de Historia de Madrid. No solo escribió sobre la ciudad y su periferia (La madre de Frankenste­in es un canto al barrio de Chamberí y Argüelles y también sobre Ciempozuel­os; Mercado Barceló, es un homenaje a Malasaña, solo por nombrar algunos ejemplos). Su nombre ya rinde homenaje a una biblioteca desde 2010, en Getafe, en la comunidad de Madrid, pero no en la ciudad. La propuesta rechazada por el bloque de derecha impidió, al menos en esta gestión, la distinción, pero quizá en el futuro ese consenso del que hablaba Martínez Almeida sea posible.

La narradora y el poeta

Grandes y García Montero habían asistido a un congreso en Asturias donde se debatía sobre “la utilidad de la literatura”. Ella, madrileña, acababa de publicar Las edades de Lulú (1989) y él, granadino, era ya un poeta reconocido y un profesor universita­rio. Había aún cierto puritanism­o en el ambiente social y la novela erótica de la joven de 28 años fue, en dosis similares, abrazada y criticada. En este encuentro, ambos tomaron la palabra y expresaron dos ideas disonantes: ella, disparó contra la utilidad de la literatura; él, la defendió. “Pero Almudena, Las edades de Lulú ha sido útil conmigo cuatro o cinco veces mientras la leía”, bromeó García Montero y esa ocurrencia fue aplaudida por los presentes: “Ahí lo empecé a ver con otros ojos. Tendría que haberle mirado mal”, recordó la escritora en abril de 2019 en un acto junto al poeta en Canarias.

Esta es una de las pocas diferencia­s de una pareja sólida, que compartían la vida y la literatura. La armonía existía también en sus exploracio­nes estéticas, en su respeto por la tradición, por Benito Pérez Galdós, en el caso de Grandes, y por Antonio Machado, en el caso de García Montero. “Frente a quienes romperlo todo y a los que experiment­an con el lenguaje, admiraba a mis mayores. Me identifiqu­é con Almudena a la hora de escribir”, decía el poeta frente a su mujer.

Grandes le dedicó sus novelas (”una y otra vez”, como firmaba en el prólogo de su última novela); García Montero, sus poemas. Cuando se conocieron ella tenía un hijo de una relación anterior y él, una hija. Construyer­on una familia, tuvieron una hija juntos y la pareja se casó en 1996. “Tú no puedes amar a una persona si no la admiras, tú no te puedes enamorar de alguien que no te inspira admiración. Una parte del enamoramie­nto, del amor, es la inspiració­n, pero entre dos escritores, es también muy importante la armonía de las poéticas”, sintetizab­a Grandes, enamorada de su marido. La imagen ante la féretro de Grandes de García Montero besando un ejemplar de Completame­nte viernes, el libro que recorre décadas de su poesía, versos inspirados en su musa, y la voz rasgada de Sabina con “Noche de bodas”, que sonaba de fondo, quedará para siempre grabada en la historia de las letras hispanoame­ricanas.ß

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AFP La reconocida novelista Almudena Grandes murió hace diez días, a los 61 años
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El poeta García Montero besa la tapa de su libro Completame­nte viernes, en el funeral de su mujer

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