LA NACION

Más de 20 años del debut en Boca al derecho deportivo

¿Cómo son los límites con un DT que alguna vez fue compañero? San Lorenzo, un tema espinoso

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Dos hijos de Coloccini nacieron en España: Agostina tiene 18 años y Tiago, 15. “Es delantero, menos mal, ya se raspó el culo el abuelo y el papá como defensores…”, bromea Fabricio. Y está en camino Kiara. Es decir… llegará a casa el novio de Agostina y lo encontrará a Fabricio cambiando pañales. El paso del tiempo.

–¿Le temés al retiro?

–Por todo lo que escucho de ex compañeros que ya se han retirado, es muy difícil el día después. Muchos chicos me han dicho que incluso se deprimen, y yo no estoy exento. Desde los 5 años que hago lo mismo. Desde entonces que estoy jugando, con la salvedad de que a partir de un momento empezaron a pagarme por jugar. Va ser difícil, lo sé. Lo hablo con el psicólogo Marcelo Roffé, con quien tengo relación desde casi toda la vida, desde la época de los juveniles de José. Pero todavía pienso en las metas cortas, en enfocarme en el hoy.

Este año completará el curso de entrenador y también lleva avanzado otro sobre derecho deportivo en la UCA. “Estoy aprovechan­do el tiempo, porque al futbolista le sobra el tiempo. Los jugadores entrenamos, descansamo­s –mucho más yo a esta edad– y después queda espacio. Entonces decidí invertir horas en lo que puede llegar a venir”.

–¿Y qué te imaginás?

–El día a día me va a ir marcando el camino, más allá de cualquier programaci­ón. Las ganas de levantarme para entrenar, la mecánica de relación con el entrenador, el momento que atraviesa tu equipo… todo eso es un combo que opera sobre tus decisiones. Yo hoy conservo las ganas para todo. Claro que el horizonte se vuelve cercano, eso es innegable, ya no miro a un año, miro a un semestre, o a un campeonato. Acá lo importante es no mentirte. No te podés dejar llevar ni por la gente ni por el periodismo. Conozco a muchos que se retiraron por lo que les decían los demás, pero al tiempo se dieron cuenta de que se sentían en condicione­s de seguir. Y se quedaron con una espina que después es difícil de transitar. Porque también te puede pasar, como me sucedió a mí en San Lorenzo, donde la situación era un desastre desde lo institucio­nal, y esa coyuntura te puede llevar a pensar ‘¿tan mal estoy?, tal vez me deba retirar’. Y sin embargo cambiás de club, y les ha pasado a varios chicos, y parece que resucitás. Había algo más entonces, era el entorno el que podía estar precipitan­do una mala decisión.

–¿Lo mejor de tu carrera fue...?

–El primer puesto en mi podio es el debut profesiona­l, con Boca frente a Unión, en 1999. Fui mi único partido en Boca, en ese Boca que ganaba todo, y para hacer la noche más soñada hice un gol. Lo elijo porque mi gran sueño era jugar en Primera, y ese día se concretó. Todavía tengo las sensacione­s: ese partido era toda mi carrera futbolísti­ca. Creía que me jugaba todo el futuro. Después vino el resto, sí, la medalla de oro en Atenas porque nunca se había ganado en los Juegos, el campeonato con San Lorenzo en 2001, que para un hincha como yo fue único. Y también sumo haber jugado un Mundial de mayores.

Cuando habla del primer lugar en el podio, se refiere al 2-2 contra Unión, una noche en Santa Fe de junio de 1999. Era el Boca de Bianchi, ya campeón, que entre Córdoba, Matellán, Battaglia, Gustavo Barros Schelotto y Barijho, también le dio la titularida­d a ese chico de 17 años. No jugó Martín Palermo..., hoy su entrenador, el jefe. “Bueno, son las vueltas y esas cosas lindas del futbol. Cuando yo me entrenaba con Martín en Boca era un pibe y ni hablaba. Lo máximo que decía era ‘buenas días’. En ese momento, la relación de grandes y chicos no era como ahora; entonces éramos más sumisos, sacando a uno o a dos. Los grandes eran ídolos. Ahora, tenerlo adelante a Martín es lindo. Antes, me pasó también con el ‘Beto’ Acosta, que jugó con mi viejo. Yo, con 5/6 años era la mascota de ellos, entraba a la cancha de la mano del ‘Beto’, y después el ‘Beto’ me dirigió en la Primera de San Lorenzo.

–En esos casos, ¿cómo se establecen los límites?

–El jugador tiene que ser consciente de que el técnico es el que toma las decisiones. Y que las va a tomar en función de la convenienc­ia del equipo. No va a tomar decisiones personales, desde el cariño, porque no correspond­e. Cuando jugué mi último partido en San Lorenzo me saqué una foto con el Beto, y la sensación fue hermosa. Cuando el Beto y mi papá fueron compañeros, las familias compartier­on muchas cosas; yo he tenido a la hija del Beto en brazos, la hacía dormir…, pero adentro del vestuario, cuando el Beto estuvo como interino, todo eso uno se lo guarda. Esos sentimient­os no se ponen en juego. De chiquito lo veía al Beto como un superhéroe, al lado de mi viejo, por eso solo cuando supe que me iba de San Lorenzo me permití sacarme esa foto y subirla a las redes.

–¿Qué es San Lorenzo para vos?

–Y… cómo explicarlo, es difícil. A mí me tocaron cosas muy feas que nunca se van a saber, pero en un momento también tenés que poner un límite para no quedar como un cómplice de lo que pasa. Porque no respetan a nadie. La situación de San Lorenzo es muy complicada. Hay muy buena gente en San Lorenzo, el delegado, el utilero, el canchero, gente que llora por San Lorenzo. Yo me fui diciéndole todo en la cara a quienes correspond­ía. Y tristement­e, los resultados están a la vista. No hay que confundir quién es el enemigo ni invertir la carga del problema.ß

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Twitter Con el Beto Acosta, amigo de la familia y DT interino en el Ciclón

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