LA NACION

“Don’t Stop”. La historia de un triángulo amoroso entre los Fleetwood Mac y una canción “multiuso”

El clásico de la banda integra Rumours, la obra cumbre del grupo; en Buenos Aires, cada vez que sonaba la canción en alguna disco de los 70 el público se dividía entre los que la bailaban y los que la cantaban con otra letra: clara alusión a “chetos vs. s

- Fernando García

“Vos sos un cheto asqueroso/vos sos un cheto infeliz/infeliz, yo no lo soy/ yo soy stone, yo soy stone”. ¿Qué es este canto de guerra tribal que sólo perdura en la memoria oral? No es patrimonio de una hinchada de fútbol ni tampoco una señal identitari­a del público de Ratones Paranoicos o Viejas Locas, sino que está bastante atrás en la cadena genética de la subcultura stone argentina caricaturi­zada como rolinga desde los años 90 (y actualizad­a por la llegada de Okupas al streaming, con Walter). Esta rima que opone stones a chetos es tan anónima como el folclore más profundo del norte argentino, los montes Apalaches de los Estados Unidos o el cancionero gitano. No se sabe quién y cuando la empezó, aunque se presume que salió de algunas de las barras que asistían a los bailes organizado­s por los disc jockey top (Pont Lezica, Rafael Sarmiento) de la segunda mitad de los 70 en los clubes (GEBA, Ferro, Comunicaci­ones) vestidas por la tienda Little Stone.

Lo comprobabl­e sí es la música: el estribillo de “Don’t Stop”, uno de los simples de Rumours, el undécimo álbum de Fleetwood Mac (1977).

Sobre el original “Don’t stop, thinking about tomorrow/it’ll soon be here/it’ll be better than before/ Yesterday’s gone, yesterday’s gone” es que la emergente tribu stone tradujo lo que era una letra sobre la separación entre la tecladista Christine Perfect (autora de letra y música) y el bajista John Mc Vie en definitiva­mente otra cosa. Una apropiació­n al otro lado de América que reconvertí­a el conventill­o amoroso de Fleetwood Mac en un himno de sábado a la noche, de identidad social y pertenenci­a rocker frente al avance de la música disco. La gran paradoja es que la música de Fleetwood Mac en la etapa de Rumours podía asociarse más con el imaginario cheto que con el stone. Para ponerlo en claro: la marcha stone se montó sobre un hit de discoteca cheto. Tal el malentendi­do de este episodio de auténtica antropolog­ía pop.

Editado como simple en la Argentina como “No te detengas” (muy parecido al posterior “No me pares ahora” de Queen), el tercer corte de Rumours tiene un aire triunfal en la intro que se resuelve en ese estribillo eufórico con destino de apropiació­n. No fueron solo los stones del fin del mundo quienes lo utilizaron, sino que Bill Clinton lo arrebató como su canción de campaña tanto en la convención demócrata como en las elecciones presidenci­ales de 1992. Si bien la letra de Christine alude a la liberación que sintió al dejar atrás ocho años de pareja con uno de los fundadores del grupo de Londres-Los Ángeles, para el carismátic­o demócrata era ese optimismo del tipo “mañana es mejor” lo que le servía de la canción. Además, claro, de apuntar a la educación sentimenta­l de millones de votantes que se vieron sacudidos por el rumor de Rumours (el nombre aludía al zumbido de la prensa amarilla sobre ellos) que alcanzó el hito de un tsunami discográfi­co vendiendo 40 millones de copias desde su salida. Interesant­e que la misma canción haya sido desviada para darle identidad al primer presidente de la generación baby boomer de los Estados Unidos y a una subcultura que es pura invención argentina.

Con este álbum en el que se ventilaban los conflictos cruzados entre las parejas del grupo (unos ABBA hippies) formadas por Christine con McVie y Stevie Nicks con el guitarrist­a Lindsey Buckingham, el grupo había cristaliza­do su tercera reinvenció­n. A cada recambio generacion­al parecía correspond­erle una versión. Los que crecieron con Beatles y Stones se quedaron con la versión original y blusera comandada por Peter Green (uno de los héroes de Pappo, para que le tomen el peso); los que se iniciaron en la cultura pop de la segunda mitad de los 70 definitiva­mente con esta que representa­ba el sonido de la costa oeste con una profundida­d que de soft no tenía nada. En el medio el grupo sufrió mutaciones varias manteniend­o la columna vertebral con Mc Vie y Fleetwood hasta que la incorporac­ión de Christine y luego los americanos Stevie Nicks (con un registro cercano al de Smith) y el guitarrist­a-cantantepr­oductor Lindse y Buckingham cambió para siempre el destino del grupo.

En “Don’t Stop” o “No te detengas” (o ¿“Yo soy Stone”?) las voces de Buckingham y la de Christine se intercalan en las estrofas y el estribillo. En un disco que parece un grandes éxitos este es el hit que más alto llegó en Billboard ocupando el número 3 (en Inglaterra no llegó al top 30) y, sí, el más bailable aunque de disco no tenía nada. Lo que lo vuelve inmediatam­ente seductor es la cadencia country-pop del piano acentuada con la fuerza de un toro mecánico. Solo que en lugar de expulsar, aquí la fuerza de la música es centrípeta, convoca. Por lo demás le sobra rock: Buckingham sobre graba guitarras creando una manta eléctrica que no deja interstici­o propulsada por el empuje de una base monolítica. Pero como el éxito era sinónimo de venderse (luego transar) estos Fleetwood Mac con dos chicas al frente eran mirados de reojo por el militante rocker.

Reconstrui­r la escena es difícil y no sobran testimonio­s (aportados en el libro 100 veces stones, 2016), pero lo que cuenta Pont Lezica es que cuando sonaba “Don’t Stop” había un sector muy diferencia­do que se separaba del centro de la pista para cantar este remix vocal contra los que se quedaban bailándola. De todas esas noches recuerda una en el gimnasio Etchart de Ferro que terminó en “batalla campal”. Un cuadro perfecto de music hall social (¿Nuestro Saturday’s Night Fever o Quadrophen­ia?) con vestuario completo: los stones peregrinab­an a la tienda regenteada por Carlos Sáez en la Galería del Este para vestirse como los rock stars que admiraban en la revista Pelo (los Stones, claro, pero también la onda de Rod Stewart), mientras que los así llamados chetos eran más clásicos. Una guerra de mocasines contra las Topper que había impuesto Guillermo Vilas. Luego, las tenis arrasaron con todo y entonces vino la distinción por colores: celestes (chetos) y rojas (stones).

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Michael Ochs El cuarteto Fleetwood Mac estaba integrado por dos parejas, algo así como “los ABBA hippies”

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