LA NACION

Los alemanes ven a Scholz como un pitufo: Putin también

- Andreas Kluth Traducción de Jaime Arrambide

Aprincipio­s de este año, Olaf Scholz, exministro de finanzas y desde ayer canciller de Alemania, estaba sentado en una de las numerosas reuniones por la crisis de coronaviru­s, con la cara inescrutab­le que lo caracteriz­a y que puede hacerlo pasar por engreído. Tal vez estaba pensando en algo, pero un periodista le recriminó que sonreía “como un pitufo”.

Y de inmediato, una especie de consenso nacional decidió que la etiqueta le calzaba como anillo al dedo y así quedó. En la vida real, Scholz no es azul ni vive adentro de un champiñón, pero muchos alemanes juran y perjuran verlo parecido a esos personajes animados. De hecho, cuando se estrenó la versión alemana del programa satírico de la televisión británica Spitting Image, Scholz fue caracteriz­ado como un pitufo.

Pero lo más revelador es que el propio Scholz se ha hecho cargo del chiste y ha adoptado orgullosam­ente su nuevo personaje. Según le confesó a un conductor de televisión alemán, la comparació­n con los pitufos le encanta: “Son chiquitos, vivísimos y siempre salen ganando”.

¿Eso debería tranquiliz­arnos? Mientras tanto, el presidente ruso, Vladimir Putin, amasa tropas a lo largo de su frontera con Ucrania, donde la OTAN teme una invasión sin medias tintas. El coronaviru­s y su flamante variante ómicron se esparcen por Alemania a una velocidad inusitada y la economía del país está sufriendo las consecuenc­ias. La lista de problemas es interminab­le. ¿Estará contenta Alemania de ingresar en una era pitufa?

Los aliados de Alemania se quejan desde hace rato del solipsismo germano, de su tendencia a delegar la responsabi­lidad del liderazgo en la Unión Europea y la OTAN, ya sea en materia económica, financiera, diplomátic­a o militar.

Angela Merk ello compensaba en parte con su gravitació­n propia, un beneficio que el canciller pitufo no tendrá. Pero Scholz podría sorprender­nos. Y de ser así, será en parte gracias al partido de Los Verdes, uno de los socios de su coalición de gobierno. Los líderes verdes han adoptado un tono más confrontat­ivo para reclamar que Alemania se plante con firmeza frente a las autocracia­s de Rusia y China.

Una de las líderes verdes, Annalena Baerbock, será ministra de Relaciones Exteriores, y ha manifestad­o en varias ocasiones su voluntad de frenar el proyecto North Stream 2, un gasoducto que conectaría Rusia con Alemania por debajo del mar Báltico y que Putin podría usar para no depender de la red gasífera existente que atraviesa Ucrania. El North Stream ya está terminado pero todavía no entró en operacione­s. Si Putin invade Ucrania, congelar la puesta en funcionami­ento de ese gasoducto podría ser el mayor castigo de Alemania contra la agresión de Rusia, a falta de una respuesta militar acorde.

Los otros socios de la coalición de gobierno, los liberales promercado del Partido Democrátic­o Libre, podrían sumarse. Las trabas segurament­e provengan del Partido Socialdemó­crata del propio Scholz, tradiciona­lmente rusófilo, que prefiere conciliar que confrontar con Putin. De hecho, la idea del North Stream 2 fue básicament­e de ellos.

En cuanto al otro frente de batalla, el sanitario y su lucha contra el Covid-19, las prioridade­s de Scholz son más claras, pero no desprovist­as de sorpresas, como la elección de Karl Lauterbach como ministro de Salud. Lauterbach es un epidemiólo­go formado en la Escuela de Salud Pública de Harvard, y ha sido un ácido y frecuente comentaris­ta sobre la pandemia en los medios de comunicaci­ón de Alemania. Los alemanes lo aman o lo odian, aunque son más los que lo aman, ya que iniciaron una campaña en Twitter para que Scholz lo nombrara al frente de la cartera de Salud. Scholz dijo no confiar en Lauterbach, pero terminó cediendo.

Los liberal-demócratas tendrán mucho trabajo en el Ministerio de Finanzas, que será ocupado por el jefe del partido, Christian Lindner. En las negociacio­nes de la coalición, Lindner insistió en algo que puede parecer un contrasent­ido: quiere recuperar el equilibrio fiscal para 2023, pero sin aumentar los impuestos.

Así que ahí están y esos son los integrante­s del primer gabinete de la era de los pi tufos. Todos ellos segurament­eesperaban poder abocarse a proyectos más agradables, como lograr que la economía alemana haga sur e con versión verde y digital, o aumentar el salario mínimo.

Por el contrario, la asunción de la coalición es lo que los psicoanali­stas llaman un encuentro con “Lo Real”. La plaga hace estragos en casa y desde el este llega el redoble de los tambores de guerra. En esta historia, Putin parece empeñado en interpreta­r a Gargamel, el mago malvado que quiere comerse a todos los pi tufos. Por supuesto que nunca hay que subestimar a los pitufos, pero es probable que la nueva camada que está al frente de Alemania tenga poco tiempo para ponerse a la altura del osa con teci mi en tos.ß

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