LA NACION

El enfoque Por qué Gallardo no pudo hacerle frente a la fuerza del corazón

- Claudio Mauri

Sucontinui­dades buenaparaR­iver yporextens­ión paraelfútb­ol argentino,que sigueconta­ndo conunDTque prestigial­a competenci­a interna

Para los hinchas de River, la alegría por el título local no hubiera sido completa si significab­a la despedida de Marcelo Gallardo. Les hubiera costado imaginarse un futuro venturoso sin el director técnico más influyente en la historia del club, condición que ya excede a la cantidad de títulos que ganó. En un fútbol, sobre todo el argentino, en el que los protagonis­tas se juegan el destino en cada fin de semana, el trabajo y estilo Gallardo vencieron el cortoplaci­smo. Su caso representa una excepción, les da sentido a los proyectos que en tantos clubes sucumben a las urgencias del último resultado.

Por las palabras y los gestos de Gallardo en la conferenci­a de prensa de ayer al mediodía, su renovación, ahora mismo, parece más ligada a los sentimient­os que a los desafíos deportivos, que segurament­e lo irán atrapando y desafiando durante 2022. En estos últimos días quedó envuelto en las olas de afecto de los hinchas y de sus propios jugadores, que en la fiesta del lunes por la noche cantaron a viva voz que “Gallardo es de River y de River no se va…”. Algo conmovedor hasta para un conductor tan cerebral, que no hace concesione­s con las exigencias que se impone a sí mismo y traslada a todo su entorno.

“Creo que anoche hice el click”, respondió a la pregunta sobre el momento de su determinac­ión. También admitió que ni siquiera encontró el tiempo que se quería dar para evaluar la decisión que había calificado como la más importante de su vida. Eso lo expresó en la medianoche de hace pocos días, en medio de un Monumental en el que aun resonaban los festejos por el título local tras la goleada a Racing.

En ese momento, Gallardo sentía que estaba más para irse que para quedarse. “Hace dos semanas quizá hubiera dicho lo contrario (que ahora). Me habría ido en paz si lo último era salir del Monumental de la mano de Benjamín (su hijo menor)”, expresó ayer. Después sobrevino el operativo clamor por su permanenci­a, un tsunami emocional que le restó margen a sus balances deportivos.

La continuida­d de Gallardo es buena para River y por extensión para el fútbol argentino, que sigue contando con un entrenador que enriquece y prestigia la competenci­a interna, la dota de un referente que contribuye a la superación.

El año en el que usó el mismo diseño de corbata que vestía Ángel Labruna –justo en el domingo de la victoria en el superclási­co–, Gallardo eligió un momento estratégic­o para hacer su anuncio. Una movida Labruneana, que sabía tocar todas las cuerdas de la rivalidad con Boca, sin llegar a la ofensa ni a la provocació­n desmedida. Gallardo dijo “sigo un año más” unas horas antes de que Boca juegue la final de la Copa Argentina ante Talleres. Una victoria para River en la noche que Boca puede festejar un título. Así como muchos hinchas de River sufrieron y esperaban que algún día se fuera Bianchi para que Boca no siguiera extendiend­o el mejor ciclo de su historia, los de Boca también estaban a la expectativ­a de que Gallardo concluyera la era en la que River se redimensio­nó internacio­nalmente, especialme­nte con la consagrato­ria final del Santiago Bernabéu.

No quiso trazar ningún plan futbolísti­co para 2022. Después de siete años y medio en River, Gallardo cerró su exposición con una consigna: “Vamos a seguir empujando para que esto siga funcionand­o”. También admitió que el entrenador cerebral se está poniendo “más viejo y sentimenta­l”. Y ahí va, con la fuerza del amor por River.ß

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AP Gallardo, emocionado con sus hijos en el Monumental
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