LA NACION

la carta que tardó 39 años en llegar

Guillermin­a Farro tenía 9 años cuando envió un mensaje a un soldado en Malvinas: cómo fue el desenlace y la manera en la que finalmente se encontró con el excombatie­nte

- Texto | para la nacion Ezequiel Brahim

Hace un siglo plantaron cientos de miles de pinos sobre dunas inhóspitas, la modificaci­ón del paisaje fue tan rotunda que pasó a llamarse Cariló, que en lengua mapuche significa: médano verde. Cien años más tarde, casi mil corredores, por vez primera atravesaro­n esos senderos en la Carrera del Bosque de Asics, una competenci­a que unió profundas historias humanas con una vegetación encantada. Allí se cruzaron un profesor de surf expulsado por el mar, un carta que nunca llegó a las islas Malvinas y esperó casi cuarenta años para encontrars­e con su soldado, una mujer luchando contra un tumor del tamaño de un puño y la vida misma atravesand­o un bosque mágico, el resultado del ciclo de la naturaleza durante un siglo.

El sábado a las dos de la tarde, desde el balneario Divisadero, cientos de corredores largaban a adentrarse en el bosque. Un circuito de arena tapizado por millares de agujas de pinos (dato curioso, se llaman acículas), a través de una ondulación constante que desafiaba las piernas más fortalecid­as. Dos distancias ofrecía la prueba: los 8 km que transcurrí­an casi íntegramen­te en el bosque y los 15 km que realizaban el resto del trayecto entre las dunas infinitas que separan a Cariló de Villa Gesell y se conocen como: la otra frontera.

Emiliano Sanz, profesor de surf, guardavida, rastras rubias, piel curtida por el mar y el sol. Se lanzó a los 15 km como a rescatar un bañista entre las olas. Imponiendo un ritmo dentro del bosque que lo dejaba solo en la punta. Así llegaba a la segunda mitad de la carrera donde las dunas dominaban el circuito. Detrás de él, Roberto Benítez aún tenía algo por decir. Con la paciencia que le enseñaron sus cuatro décadas, esperó el momento y por el km 7 superó a Emiliano, para no perder más la delantera. “Tuve Covid hace dos meses y fue bravo”, contaría “Le escribí una carta a un soldado y le pedí a mi mamá que la mandara. Pero nunca se envió y estuvo todos estos años conmigo. No me preguntes por qué, pero en el dibujo que le sumé a la carta, yo iba corriendo junto al soldado”

Guillermin­a Farro Protagonis­ta de una increíble historia Roberto: “El bosque estaba pesado pero lindo, se disfrutó. Aunque los médanos… fueron más duros aún. Vine sin expectativ­as y me sorprendí a mí mismo con el triunfo”.

“¡Sí, el bosque es un flash!”, se suma Emiliano, el profe de surf. Que celebra volver a competir luego de medio año y la cuarentena de invierno de por medio. Subió al escalón del segundo puesto, no solo con su habitual gorrita del “Che” Guevara, sino también mostrando entre sus manos una remera de Boca con el 10 en la espalda y el apellido del jugador que hubiese cumplido 61 años. Al bajar del podio confesaría: “La verdad estoy acá porque hoy el mar está choto, y se suspendió el torneo de surf”.

La carta que estuvo encerrada

El bosque encantado de Cariló fue el escenario de una historia que comenzó hace casi 40 años. La guerra de Malvinas estaba en su momento más álgido y Guillermin­a Farro tenía por entonces 9 años. “Yo me sentía muy movilizada por todo lo que pasaba”, recuerda Guillermin­a: “Escribí una carta a un soldado y le pedí a mi mamá que se la mandara”. Su madre nunca la envió, quizás sin saber que era la mejor decisión para que encontrara su destino en las manos del soldado de Malvinas.

“Esa carta pasó todos estos años conmigo”, relata Farro con cara de asombro por el desenlace: “No me preguntes por qué, pero en el dibujo que le sumé a la carta, yo iba corriendo junto al soldado”. Un par de días antes de largar la carrera, conoció al organizado­r, Adrián “El Indio” Cabello. Cuando Guillermin­a tenía 9 años, Adrián tenía 20 y estaba en las Malvinas combatiend­o contra los ingleses. Fue prisionero de guerra, al finalizar la contienda sus captores lo obligaron a enterrar a sus compañeros y desenterra­r minas antiperson­ales. Estuvo más de un mes apresado en la bodega de un buque de guerra ingles sin saber su destino final. Todo, o parte, de esto se enteró un par de días antes de la carrera Guillermin­a al conocer al “Indio”.

“¡No lo podía creer! Estaba clarísimo que había dado con el destinatar­io de mi carta”, exclama Guillermin­a: “Sin saberlo, yo la había escrito para él”. Nada de esto le contó cuando se conocieron, pero ese sábado, ella fue temprano al bosque. “Me caminé todo el circuito de la carrera, quería tomar confianza. En un lugar especial saqué la carta, la puse en el piso y tomé la foto, como una despedida”.

Horas después se estaría encontrand­o con el “Indio” antes de largar y completarí­a el viaje que le llevó casi cuatro décadas a ese trozo de papel. Se abrazaron, lloraron y el soldado pudo leer el texto, de puño y letra de una niña de 9 años, que aguardó tanto tiempo por él:

“Querido soldado: te deseo mucha suerte en las Malvinas Argentinas, cuídate mucho que quiero conocerte y abrazarte para agradecert­e todo lo que haces por la Argentina y todos nosotros. ¡Viva la Patria!!

Luego de eso Guillermin­a largó la carrera, fue la primera de su vida, nunca antes había competido. Completó los 8 kilómetros y se llevó mucho más que una medalla de finisher: “En el bosque te encontrás con toda la pureza de la naturaleza, se respira otro aire, flota la magia”. Al llegar, el aplauso más fuerte que se escuchó fue el de Adrián Cabello, excombatie­nte de Malvinas, organizado­r de la carrera, conocido como el “Indio”.

Ese tumor de 8 centímetro­s

“Tenía la expectativ­a de un podio, pero al inicio de la carrera, la primera [Estela Aldaz] salió muy fuerte… no me veía ganando”, confiesa Lucía Bagaloni. Sin embargo 15km sobre la arena dan tiempo para modificar finales. Lucía alcanzó a Estela y pudo ganar la carrera, no sin antes encontrar algo más: “Fue mi primera vez corriendo en el bosque de Cariló. El circuito era muy duro, aunque desde los médanos más altos la vista del mar era impresiona­nte”.

Bárbara Rod empezó a correr a los 31 años y se dedicó a ganarle al reloj. Entrenó todos los días y se sumergió en el atletismo federado, buscando en esas pistas ovaladas de 400 metros correr cada vez más rápido. El 7 de enero del 2020 festejaba los 40 años y el mejor estado de forma de su vida, acababa de lograr su récord en los 1500 metros y pronostica­ba una gran temporada. “En marzo del 2020 me diagnostic­an un tumor en el ovario izquierdo adherido al riñón”, relata Bárbara. Madre de cinco hijos, “el mayor tiene 24, vino hoy conmigo”, agrega con la voz entrecorta­da. Recién la operaron en abril del 2021, “es que no tengo obra social y todo se demoró mucho”, aclara. Le extrajeron un tumor de 8 centímetro­s de diámetro. “Cuando hablo me emociono porque correr es importante para un corredor, pero a veces no valoramos estar vivos”, explica la atleta que corrió casi una década detrás del reloj. “Somos un contexto más allá de la marca… poder sentir el cuerpo. Tuve que llorar mucho para entenderlo”.

“Recién hace tres años empecé a aceptar de dónde vengo… de una familia con abuso y maltrato”, sentada al costado del escenario mira el suelo. Bárbara es la entrenador­a del Team que lleva su nombre, a lo lejos están festejando un podio en la categoría de uno de los 15 alumnos que también participar­on. Bárbara ahora recuerda su carrera, ella también corrió los 15 km. Después de la operación, la pandemia y su nueva forma de entenderse no volvió más a la pista, empezó a largar competenci­as que la sumergiera­n en la naturaleza. Así la vivió: “El bosque fue duro pero me tomé dos segundos para frenar y contemplar la inmensidad, arriba del médano alto disfruté el viento del mar y sentí lo chiquitos que somos”.

Tampoco hay que olvidar a la ganadora de los 8 km, Marianela Melia que fue la única en bajar de 45 minutos para completar el recorrido. Solo faltaría nombrar al ganador de los 8 kilómetros, pero no me da bien la primera persona en las notas, y aunque corrí para contarle a usted lector como se siente el mágico bosque de Cariló, no hay duda de que mi triunfo es anecdótico entre las historias que recorriero­n estas líneas.

Los “médanos verdes” fueron cruzados por la Carrera del Bosque Asics al igual que la vida atravesó a sus corredores. Los mismos pinos que en marzo ardieron ante un incendio descontrol­ado, ahora reverdecen con la potencia de la primavera. Niñas y soldados, surfers y madres, traspasaro­n los médanos más altos de su existencia para poder sentir la brisa del mar, flotando en el bosque encantado. ß

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la carta de Guillermin­a en los bosques de Cariló; en el dibujo, ella corriendo junto con el soldado de Malvinas

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