LA NACION

Una relación tóxica y una interesant­e historia de iniciación

- EL PERFECTO DAVID

★★★★ (ArgentinA-UrUgUAy/2019). Dirección: Felipe Gómez Aparicio. gUion: Leandro Custo, Felipe Gómez Aparicio. FotogrAFíA: Alphonso Veloso. eDición: FedericoPe­retti.elenco: Mauricio Di Yorio, Umbra Colombo, Nicasio Galán, Alejandro Paker, Antonella Ferrari, José Luis Sain, Sofía Saborido. cAliFicAci­ón: apta para mayores de 16 años. DUrAción: 75 minutos

Lo que parece a primera vista una película sobre el particular mundo del fisicocult­urismo es mucho más que eso. El perfecto David es, antes que nada, la historia de una relación tóxica entre una madre extorsiva y un hijo nada proclive a la rebelión que se somete mansamente a su deseo. También es una mirada aguda sobre los caprichos del artista burgués: todo el esfuerzo agotador que el protagonis­ta hace para modelar su cuerpo está relacionad­o con el proyecto delirante de esa mujer fría y egoísta (Umbra Colombo, muy precisa en el papel) que mide el tono de su musculatur­a como si se tratara de una mera figura esculpida en piedra y hace cálculos sobre la futura repercusió­n de su obra.

Detrás del proyecto estuvieron dos productora­s que trabajan desde hace un buen tiempo con la visibilida­d de las problemáti­cas de la comunidad LGTBIQ+, Oh My Gómez y Roberto Me Dejó Films. Y tiene sentido, porque El perfecto David también aborda el tema de la sexualidad desde una perspecbie­n amplia: hay un erotismo patente en los cuerpos torneados que aparecen en la película, un deseo homosexual reprimido que parece a punto de liberarse, conversaci­ones picantes entre jóvenes estudiante­s con la libido encendida e incluso un incómodo conato de incesto.

En su debut en la dirección, Felipe Gómez Aparicio –cuya experienci­a profesiona­l hasta ahora estaba más relacionad­a con el mundo de la publicidad– maneja todos esos resortes con criterio, en el contexto de una película de ambiente denso y por momentos asfixiante en el que se filtran muy pocos haces de luz (el trabajo de fotografía de Alphonso Veloso, de hecho, es un componente dramático clave para acentuar ese clima).

La vida cotidiana de David –interpreta­do con solidez por un joven deportista sin experienci­a actoral previa, Mauricio di Yorio– es una especie de calvario silencioso que pasa por diferentes estaciones de tortura emocional: la presión incesante en su casa para que moldee su cuerpo, la exigencia de la pesadísima rutina en el gimnasio, la convivenci­a tensa con sus compañeros de un colegio de elite que lo etiquetan sin otorgarle derecho a réplica… A lo largo del relato, se intuye todo el tiempo que esa olla a presión está a punto de explotar.

Y el crescendo de la insatisfac­ción que va colonizand­o el ánimo del atribulado David hasta tomarlo por completo llega a su clímax en el tramo final, cuando se nos revela definitiva­mente la insensatez de ese curioso proyecto familiar sostenido enterament­e por la manipulaci­ón, una estrategia artera que suele envenenar las relaciones en las que el poder importa más que la empatía. Una vez que el joven toma conciencia integral de su situación, todo ese peso que lleva encima –más compromete­dor incluso que el de las propias herramient­as usuales de su riguroso entrenamie­nto– parece empezar a diluirse. Intuimos entonces que dará vuelta la página, que empezará una nueva vida. El perfecto David es también una historia de iniciación.ß Alejandro Lingenti

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