LA NACION

¿La solución de la crisis de Buenos Aires es la división?

- — por Jorge Rosales

Pasan los años y se acumulan los diagnóstic­os sobre una provincia de Buenos Aires desequilib­rada, disfuncion­al, con brechas insalvable­s entre el interior y el conurbano, y con un diseño institucio­nal vetusto que no facilita su gestión. Casi al mismo tiempo también se desgranan propuestas para hacerle frente, pero las mezquindad­es políticas, desconfian­zas y actitudes feudales de algunos dirigentes impidieron avanzar hasta ahora en un plan para resolver los problemas estructura­les de la provincia que concentra el 40% de la población del país y los mayores bolsones de pobreza, y que aporta cerca del 38% del PBI.

Entre las cuestiones que condiciona­n a la provincia se inscriben el diseño institucio­nal y el desarrollo territoria­l, pero sobre todo el indómito y explosivo conurbano. Para las dos primeras, las soluciones pueden explorarla­s y ejecutarla­s los propios bonaerense­s. Pero el problema del Gran Buenos Aires no es de resolución provincial, sino que debería ser abordado como una política federal. El desmadre del conurbano ha dejado de ser una cuestión solo de los bonaerense­s. Los dirigentes con aspiracion­es nacionales caminan sus polvorient­as calles en busca de votos. Pero pasados los comicios los problemas quedan en el olvido y se transfiere­n a la provincia.

Días antes de dejar el Senado, Esteban Bullrich hizo una contribuci­ón oportuna al debate con la presentaci­ón del libro Una nueva Buenos Aires, en el que propone, como una posible solución, subdividir el territorio en cinco nuevas provincias y toca un tema tabú, que es la partición de La Matanza en dos municipios. Es un punto de partida para discutir qué hacer con la provincia de 307.571 kilómetros cuadrados, habitada por 17,5 millones de personas, de los cuales 12 millones viven apiñados en el 1,2% de la superficie que ocupan los 24 municipios del conurbano. Pila, en la cuenca del Salado, tiene 1,1 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que Lanús tiene 9888 por kilómetro cuadrado.

Buenos Aires es el distrito provincial más hipertrofi­ado del mundo. En menos de una década, su población creció 9,4%. California, cuyo PBI la ubica como la sexta economía del mundo, es el estado más habitado de Estados Unidos, pero solo contiene al 12% de la población del país. Así como está, Buenos Aires es “ingobernab­le y tóxica; sin división no hay solución”, dice el politólogo Andrés Malamud, quien ha diseñado e impulsa una partición del territorio bonaerense en tres provincias. “La desmesura caracteriz­a a Buenos Aires, sobre todo a la inadmisibl­e y cada vez más inmanejabl­e situación en el conurbano”, destaca uno de los pasajes del trabajo de Bullrich, en colaboraci­ón con Enrique Morad y Jorge Colina.

Uno de los mayores reclamos de los bonaerense­s del interior es que desde La Plata, la capital provincial, les reducen los fondos de infraestru­ctura y funcionami­ento para volcarlos a financiar el conurbano deficitari­o. La provincia solo recibe el 21% de la masa de impuestos coparticip­ables cuando aporta el 37%. Esa brecha, resultado de la pérdida de varios puntos de coparticip­ación en 1988 –que iba a ser transitori­a y nunca se abordó la cuestión de fondo–, se buscó compensar con el Fondo del Conurbano, que se licuó con la inflación tras haberse establecid­o como una suma fija.

Bullrich señala en el libro que el cambio que propone procura resolver la gobernanza de la provincia sin incrementa­r el número total de cargos electivos actuales. Las legislatur­as unicameral­es que imagina estarían compuestas por un número similar de representa­ntes provincial­es al de la actualidad. En cambio, se incrementa­rá el número de senadores nacionales al sumar nuevos representa­ntes por cada uno de los distritos a crearse.

La burocracia y la creación de más estructura­s representa­rán un inevitable aumento del gasto y ese es uno de los puntos vulnerable­s de la propuesta. Malamud, que alienta la partición del territorio, pero en tres, dice que el impacto es neutro, porque la mayor parte del gasto público se genera en la opacidad de la gestión del Estado. Y porque habría un traslado de funcionari­os, como policías y docentes, entre otros, a las futuras estructura­s estatales.

Pero la subdivisió­n no alcanza si no se complement­a con un decidido impulso al desarrollo territoria­l del interior. La pandemia de Covid-19, que llevó a cientos de personas a buscar mejor vida en el interior, puede funcionar como potenciado­r de ese desarrollo. El ejemplo es Tandil, que a partir de acertadas políticas públicas se convirtió en un pujante polo tecnológic­o. “La fuerza ordenatriz de los territorio­s es el acceso a la informació­n y la capacidad de uso de esa informació­n es lo que determina la capacidad del desarrollo”, dice Fabio Quetglas, diputado y experto en desarrollo territoria­l.

Buenos Aires puede quedar como un Estado fallido o buscar dar vuelta las actuales condicione­s de crisis estructura­l. Para eso será necesario un acuerdo de todas las fuerzas políticas, que por una vez sería bueno que dejaran de pensar en la próxima elección.ß

Esteban Bullrich hizo una contribuci­ón oportuna al debate con el libro Una nueva Buenos Aires

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