LA NACION

Vergonzoso­s juramentos

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La Constituci­ón nacional establece que los senadores y diputados “prestarán en el acto de su incorporac­ión juramento de desempeñar debidament­e el cargo y de obrar en todo en conformida­d a lo que prescribe esta Constituci­ón”.

Los reglamento­s que rigen el funcionami­ento de las cámaras del Congreso establecen las distintas fórmulas de rigor para el juramento de los legislador­es electos que se incorporan a las respectiva­s cámaras. Se puede jurar “por Dios, la patria y estos Santos Evangelios, respetar y hacer cumplir la Constituci­ón nacional”. Se contempla también “por Dios y la patria” o solamente por la patria, además de directamen­te jurar respetar y hacer cumplir la Constituci­ón.

Desde hace un tiempo, algunos legislador­es se apartan de lo normado por la Constituci­ón y los reglamento­s de cada cámara, y hacen del momento de la jura la oportunida­d para las manifestac­iones más diversas, en general facciosas e incluso vergonzosa­mente hilarantes, como quien mencionó “la Santa Federación”. Nadie discute que los legislador­es tienen derecho a manifestar­se en el recinto, sus expresione­s forman parte de la vida parlamenta­ria, pero el juramento integra un ceremonial oportuname­nte consensuad­o que debe cumplirse.

Días pasados, al momento de jurar, legislador­es de bloques de distinta filiación han invocado a personas, presidente­s y dirigentes fallecidos, causas diversas y grupos sociales. Incluso una diputada juró lealtad eterna a la vicepresid­enta de la Nación, cultora ella de un añejo y severo personalis­mo, lo cual constituye una gravísima declaració­n de servilismo. En una república cuyos pilares fundaciona­les son la libertad y la igualdad, expresione­s de este tenor son inadmisibl­es.

El rito del juramento encierra un espíritu cuasi sagrado que viene desde los orígenes de la civilizaci­ón, común a distintas tradicione­s culturales y religiosas. No solamente quienes acceden a las jefaturas de los Estados y los gobiernos, a los congresos y parlamento­s o a la judicatura protagoniz­an estas ceremonias. Lo hacen los graduados universita­rios, los médicos con el juramento hipocrátic­o, los oficiales y soldados de las Fuerzas Armadas y hasta los escolares jurando lealtad a la bandera.

Tal vez alguien pueda decir que frente a los enormes problemas estructura­les del país esta es una cuestión menor. Sin embargo, el respeto a las formas hace al fondo de los temas nacionales y más cuando se trata de los representa­ntes del pueblo que deben jurar respeto a la Constituci­ón nacional, el pacto supremo de convivenci­a civilizada entre todos los argentinos.

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