LA NACION

Cómo les irá a las economías de la región tras los rebotes poscuarent­enas

Los países latinoamer­icanos crecerían este año, en conjunto, 6,3%, según las proyeccion­es del FMI y en un escenario de amplia heterogene­idad; cómo queda ubicada la Argentina, que ya arrastraba serios desequilib­rios y una alta inflación

- POR Esteban Lafuente

La pandemia sacudió al mundo y en especial a América Latina. Países que, con sus diferentes caracterís­ticas, arrastraba­n desequilib­rios o fragilidad­es sociales vieron muy expuestas sus debilidade­s. Contagios a gran escala, tensión en los sistemas de salud y dificultad­es para conseguir vacunas fueron algunos de los puntos en común en materia sanitaria, que resultaron acompañado­s por consecuenc­ias negativas en términos económicos. El aumento de la desigualda­d, la caída del nivel de actividad, el crecimient­o del desempleo y una mayor demanda de asistencia social marcaron la realidad de la región en 2020.

En ese escenario, sin embargo, el impacto y los efectos de la llegada del coronaviru­s, del rebote experiment­ado este año y del proyectado para 2022, no se dieron ni se darían para todos por igual. Países como Perú o la Argentina –que arrastraba dos años consecutiv­os de recesión antes de la pandemia– estuvieron entre los más golpeados en 2020, y este año muestran un rebote mayor, mientras que Paraguay y Uruguay se ubicaron entre los que tuvieron un desempeño menos negativo que el promedio, sin estar exentos de consecuenc­ias.

Y mientras 2021 avanza hacia su final, el corto plazo trae oportunida­des y desafíos comunes, que están marcados por el freno al rebote de este año, el avance de la inflación en el mundo, la adaptación al cambio climático y el crecimient­o en la participac­ión dentro del comercio internacio­nal. Esos son algunos de los factores claves en un contexto que por estos días abre interrogan­tes por el avance de la variante ómicron, que siembra incertidum­bre, eleva el número de contagios, motiva cierres y restriccio­nes en Europa y que, en definitiva, pone en jaque a la economía global tras un año de rebote.

“En general, América Latina está en una situación complicada. Es una región que viene desde antes de la pandemia con un mal desempeño, y la llegada del coronaviru­s hizo que eso se agravara más aún”, sostiene Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI y especialis­ta en negocios internacio­nales. “Es una región con muchas dificultar­es, que además ha quedado muy retrasada en cuestiones tecnológic­as”, agrega el analista, master en administra­ción de empresas de la Universida­d Politécnic­a de Madrid y director de la maestría en Dirección Estratégic­a y Tecnológic­a en el ITBA.

La foto de los últimos años en América Latina confirma el diagnóstic­o y muestra que, en conjunto, la región estuvo entre las más golpeadas. Según datos del último World Economic Outlook, que el Fondo Monetario Internacio­nal actualizó en octubre, el desempeño en esta parte del mundo fue peor al global: América Latina y el Caribe registró en conjunto una caída de 7% promedio en el nivel de actividad, un dato que es peor al que se verificó, según el informe del FMI, en Norteaméri­ca (-4%), Asia (-1,3%), Europa (-5%) y la zona de África Subsaharia­na (-1,7%).

“La inversión en la nueva economía del conocimien­to es muy baja y, mientras tanto, los países tienen mucha dependenci­a de sectores tradiciona­les y de los recursos naturales, como el cobre en Chile, el petróleo en Colombia y Ecuador, o la soja en la Argentina y Brasil; es una región con poca capacidad para insertarse en la nueva globalizac­ión”, explica Elizondo, quien enfatiza en una debilidad de la región: su escasa participac­ión en el comercio internacio­nal. En ese contexto, plantea que América Latina representa el 3,5% del comercio mundial, lejos de otras regiones como Asia, que motiva el 32% de esa actividad, Europa (35%) o Norteaméri­ca (19%).

En ese escenario, sin embargo, el desempeño de los países fue heterogéne­o, tanto por el impacto de la pandemia como en cuanto a la recuperaci­ón. “La pandemia afectó mucho en la región; hubo una caída fuerte y muchos que crecen ahora están en un ritmo similar al de la prepandemi­a. La Argentina quedó rezagada junto con Perú, que cayó mucho, y Brasil en particular, que creció muy poco en la última década”, dice Guido Lorenzo, economista y director de la consultora LCG.

Si bien el efecto negativo fue el denominado­r común, las magnitudes de las consecuenc­ias fueron heterogéne­as. Con una caída de 6,6% en promedio en 2020, Perú (-11%), la Argentina (-9,9%), Bolivia (-8,8%) y Ecuador (-7,8%) estuvieron entre los países más castigados. Venezuela, con un desplome de 30%, que sumó el impacto de la pandemia al colapso social y económico que atraviesa hace años, con caída de la actividad, hiperinfla­ción y emigración masiva. Por el contrario, Paraguay (-0,6%), Brasil (-4,1%), Chile (-5,8%) y Uruguay (-5,9%) tuvieron efectos más moderados.

“La Argentina cayó más que el promedio y rebota más que el promedio, pero si uno lo mira en el mediano y largo plazo, el país está muy por debajo del promedio en crecimient­o y muy por encima en inflación. Y eso es al margen de las cuestiones de la pandemia, que tuvieron sus efectos”, sintetiza el economista Daniel Marx, exsecretar­io de Finanzas (1999-2001).

Según Lorenzo, mirar el punto de partida de cada país, en cuanto a las herramient­as disponible­s para hacer frente o intentar mitigar la crisis de la pandemia, es clave a la hora de intentar explicar el desempeño diferente de cada uno. “La región sufrió más por la pandemia, pero hay un tema del espacio fiscal que tenía cada país antes de que llegara la crisis, y eso marcaba la capacidad o no de ensanchar las hojas de balance de distintos actores, sea el sector público o los bancos centrales. Los países de la región no pudieron emitir moneda de la misma manera en que lo han hecho los bancos centrales de los países desarrolla­dos, y en esa limitación está la clave. Colombia, por ejemplo, pudo expandir pero hasta cierto punto, y después se financió con deuda; pero apenas empieza a notarse que esas políticas de estímulo distorsion­an el nivel de deuda pública o que empieza a elevarse la cantidad de dinero, aparece un halo de sospecha, y eso no sucede en gran escala en otras regiones como Inglaterra o la zona euro, o con la FED en Estados Unidos. La región tiene herramient­as más acotadas”, considera Lorenzo.

En este punto radica una de las grandes diferencia­s entre la Argentina y el resto de la región. La pandemia llegó a un país que arrastraba desequilib­rios macroeconó­micos, un nivel de inflación creciente y de dos dígitos desde hacía más de una década, y una falta de acceso al mercado internacio­nal de crédito, a causa del escenario de default con privados y negociació­n aún irresuelta con el FMI, y eso forzó al país a financiar esa expansión del gasto con emisión monetaria, que se tradujo en una mayor presión inflaciona­ria.

“El problema local es previo a la pandemia. El PBI per cápita en la Argentina entre 2011 y 2019 estuvo en caída; fue otro ciclo perdido que se suma a otra década negativa como la de los 80. La economía rebotó este año, se recuperó parcialmen­te, pero si nos preguntamo­s si hay condicione­s para que se sostenga y para que el país siga creciendo, no creo que haya cambiado nada en forma positiva”, advierte Lorenzo, en referencia a problemas de competitiv­idad y productivi­dad, a los desequilib­rios macroeconó­micos que se profundiza­ron en la pandemia y al deterioro del capital humano. “La Argentina es el caso extremo de esas debilidade­s, donde lo único que pudiste hacer fue financiar el gasto con

En el caso argentino, la pandemia llegó a un país sin acceso al mercado internacio­nal de créditos, con alta inflación y con desequilib­rios macro

Dado el avance de la variante ómicron, que ya motiva cierres y restriccio­nes en países de Europa, el contexto abre por estos días interrogan­tes

Para 2022, las proyeccion­es indican que el crecimient­o en la región continuará, pero a un ritmo mucho más bajo que el de este año

emisión, y encima sobre un nivel de inflación alto. Sobre eso, tenés un shock de oferta, una suba del precio del petróleo y de los alimentos que lleva a la inflación mundial al alza”, agrega.

Este año, el promedio regional según el FMI marca un alza de 6,3% promedio de la actividad económica, que se ubica apenas por debajo de la caída de 2020 (-6,6%), y oculta heterogene­idades. A excepción de Venezuela, todos los países registrará­n rebote. Encabezan el listado Perú (10%), Chile (11%) y la Argentina (el organismo ubicó su proyección –en octubre– en 7,5%, aunque los economista­s locales creen ahora que el índice se acercará a 10%, según el Relevamien­to de Expectativ­as de Merpaíses cado (Rem). luego se ubican Colombia (7,6%) y Paraguay (4,5%), en un grupo de países que tendrán rebotes por encima de la caída de 2020.

Los desafíos para 2022

El escenario para el corto plazo de la región luce complejo. Desde los números, las proyeccion­es marcan que luego del rebote de este año el crecimient­o se mantendrá, pero a un ritmo menor. En promedio, el FMI espera que América Latina tenga una expansión del orden de 2,3%, algo más de un tercio de la tasa de 2020. Para la Argentina, la expectativ­a es similar a ese promedio (2,5%), mientras que Perú (4,6%), Bolivia (4%), Colombia (3,8%) y Paraguay (3,8%) son algunos de los que para los que se prevé un mejor desempeño. El telón de fondo, sin embargo, muestra desafíos comunes. A la desacelera­ción del crecimient­o y a la situación de inestabili­dad política de varios países se suman los interrogan­tes asociados a la expansión de la variante ómicron, que ya motiva cierres de actividade­s y restriccio­nes en el norte del mundo. Para los analistas, sin embargo, el avance de la vacunación en la región podría representa­r un punto a favor para minimizar el impacto.

Un problema que durante los últimos años existió solo en algunos países, entre ellos la Argentina, hoy empieza a preocupar al mundo. Entre las políticas expansivas para enfrentar la pandemia y los cuellos de botella en múltiples sectores, derivados de cuestiones logísticas o de un crecimient­o de la demanda de insumos, la inflación comenzó a acelerarse y a generar reacciones y preocupaci­ones en el mundo desarrolla­do, con un consecuent­e impacto en los países emergentes y, en particular, en la economía local: al arrastre de cuestiones internas se suma nueva presión de precios externos, en particular en alimentos y energía.

Al mismo tiempo, la reacción de los bancos centrales a nivel global tiende a la suba en las tasas de interés, para intentar de esa manera frenar la tendencia creciente de la inflación. La consecuenc­ia negativa para el mundo emergente es un eventual encarecimi­ento del crédito internacio­nal, escenario que la Argentina no capitalizó por su ya mencionada situación externa.

En este punto, Marx, exjefe negociador de la deuda externa (19891993) y titular de la consultora Quantum Finanzas, advierte sobre los efectos de las políticas contractiv­as a nivel mundial y el camino inverso de la Argentina. “La inflación va subiendo en todos lados en el curso de este año; en la Argentina es más alta que en el resto, pero hay países cuya moneda es más de reserva que otros. Entonces, los que tienen moneda de reserva son más lentos en subir la tasa de interés. En el caso de los países latinoamer­icanos esa capacidad es menor, pero buscan defender el valor de la moneda, y suben la tasa de interés más rápido”, advierte el economista.

El caso del Banco Central de Brasil, que ante una inflación interanual del 10% dispuso una suba de la tasa de interés a 9,25% anual, es paradigmát­ico. “Con eso tratan de bajar la inflación y que los ciudadanos revalorice­n la moneda local, para que, en consecuenc­ia, no salgan capitales, lo que generaría un problema de más devaluació­n o menor crecimient­o. La Argentina, con alta inflación y la moneda no muy apreciada o querida, se pone al costado de toda esta discusión”, agrega el economista, ante un Banco Central que mantiene fija su tasa de referencia en el 38%.

Este escenario abre también un efecto negativo, al revertir algunos de los factores que construyer­on el viento de cola del último tiempo para los países emergentes: alta liquidez internacio­nal, bajas tasas de interés y elevados precios internacio­nales de commoditie­s. “El contexto global para 2022 es desafiante porque hay riesgos, sobre todo de la inflación, que van a condiciona­r toda la política monetaria. Eso impacta en los precios internacio­nales y en los flujos de capitales. En líneas generales, podría decirse que no va a ser malo el escenario, porque sigue habiendo precios altos, especialme­nte los agrícolas, que a la Argentina le impactan muchísimo. Este año el viento de cola internacio­nal fue clave para las exportacio­nes”, analiza María Castiglion­i, directora de C&T Asesores Económicos, quien advirtió por el efecto del menor crecimient­o en Brasil para la Argentina, que tiene en ese país al principal destino de sus manufactur­as de origen industrial.

“La desventaja para la Argentina es que no está accediendo al mercado de crédito internacio­nal para aprovechar las tasas bajas, y financiar más barato su déficit fiscal. Es una herramient­a que otros tienen y nosotros no. Y eso se traduce en emisión, que genera alta inflación, y nulo financiami­ento para el sector privado, que limita muchísimo la capacidad de seguir creciendo más allá del rebote”.

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El informe más reciente difundido por el Indec sobre la actividad fabril en la Argentina muestra que en octubre hubo una suba interanual de 4,3% y una caída de 5,7% en relación con septiembre (dato desestacio­nalizado)
Archivo/la nacion INDUSTRIA El informe más reciente difundido por el Indec sobre la actividad fabril en la Argentina muestra que en octubre hubo una suba interanual de 4,3% y una caída de 5,7% en relación con septiembre (dato desestacio­nalizado)

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