LA NACION

Gestión pública: cuánto y en qué gastan los Estados

- POR Santiago Bulat

1 Gasto público. La función de los gobiernos es proporcion­ar una variedad de bienes y servicios a las poblacione­s. Algunos son de su exclusiva competenci­a, por ejemplo, el sistema judicial. Otros pueden ser proporcion­ados tanto por el gobierno como por otros actores, como la atención médica. Los gobiernos también se enfocan en redistribu­ir los ingresos en la sociedad, ya sea a través de subsidios o de beneficios sociales. Todo esto desde distintos niveles de gobierno: Nación, provincias y municipios. Al ser un ente central, al actuar como recaudador y ejecutor de gastos, su rol es transferir recursos privados desde algún sector de la sociedad hacia otro. Entonces, surgen dos preguntas: cuánto gastamos y si gastamos bien.

2 Historia. En el siglo XIX las funciones del Estado estaban limitadas a la provisión de la defensa, seguridad, justicia y ciertas inversione­s en infraestru­ctura. En el siglo XX, el rol fue mutando, ampliando la gama de bienes y servicios y extendiend­o la cobertura de los servicios sociales. En varios casos extendió su rol, a través de empresas públicas, a la producción de servicios residencia­les, de energía y hasta de bienes industrial­es. Para darnos una idea en términos de magnitud, antes de la Primera Guerra Mundial eran contados los países con un gasto público superior al 20% del PBI. Ese gasto se aceleró particular­mente entre 1945 y 1980, a partir del crecimient­o del gasto social, convalidad­o también por una nueva estructura tributaria. A partir de los 80 el ritmo de crecimient­o se desaceleró. Hoy los gastos del gobierno promedian el 40% del PBI en los países de la OCDE. En América Latina, el promedio ronda 31% del PBI.

3 Destinos. En 2017 los países de América Latina asignaron el 29,7% de sus gastos a prestacion­es sociales, la partida más representa­tiva. Ese concepto también lidera el ranking entre los países de la OCDE, aunque al tener una población de mayor edad y una mayor cobertura, el número alcanza 40% del gasto. En segundo lugar se ubicó el pago a los empleados estatales, a la cual se destinó 26% del gasto en el promedio de América Latina. El pago de intereses y capital de deuda se llevó 15%. Las transferen­cias a provincias, 10%; los gastos en inversión (de capital), 4,6% y los subsidios (por ejemplo, al combustibl­e o la electricid­ad), 1,6%. El restante 15% se distribuyó entre distintos gastos de funcionami­ento y compra de bienes.

4 En el país. En la Argentina algunos números están desfasados. El gasto público consolidad­o rondó el 28% entre 1970 y los años 2000. Desde entonces hubo subas y el máximo se alcanzó en 2015, cuando el gasto se acercó al 43% del PBI. En el ranking de la región, la Argentina quedó en primer lugar, escoltada por Brasil. La asignación del gasto está distorsion­ada. El mayor gasto está asociado a las jubilacion­es y pensiones contributi­vas y a la principal transferen­cia condiciona­da (AUH) que se lleva 37,5% (versus el 29,7% regional). Las otras asignacion­es se llevan 13,7% (versus 10% de la región). El pago de salarios y el funcionami­ento se llevan 14,6% (26% en la región). Los subsidios concentran el 13,5% del gasto, mientras que en América Latina se llevan 1,6%. La inversión está en niveles similares a los de la región (alrededor de 5% de las erogacione­s).

5 (In)eficiencia. La Argentina tiene un gasto comparativ­amente mayor y la ejecución está plagada de distorsion­es. El problema es que cuanto más amplias son, mayores las dificultad­es para volver a la normalidad en la estructura de gastos. Gastar más no significa gastar bien.

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