LA NACION

Economía internacio­nal Estados Unidos: ¿qué hay detrás de la Gran Renuncia?

Desde abril se produce una salida significat­iva de personas del mercado laboral; cuáles son las causas del fenómeno según los analistas –entre ellas está el agotamient­o– y qué impacto tiene en la recuperaci­ón de la economía

- Por María Antonia Sánchez Vallejo

Las entrevista­s de salida son una tradición en Estados Unidos, un género propio en la gestión de los recursos humanos. Las hacen las empresas a los trabajador­es que se van voluntaria­mente, para saber qué fue mal y cuáles fueron los motivos que marchitaro­n las expectativ­as del empleado. En el caso de los estadounid­enses que dejan el mercado laboral desde que despegó la recuperaci­ón pospandémi­ca, las conclusion­es resultan más reveladora­s que de costumbre. Un modo de entender por qué desde abril alrededor de cuatro millones de personas abandonan cada mes la población activa, ya que en muchos casos la baja no va acompañada, al menos inmediatam­ente, de una búsqueda de empleo.

Uno de los factores más citados para explicarlo es el de los ahorros acumulados gracias a la inyección de estímulos contra la pandemia del gobierno federal, pero no es el único. El fenómeno es una madeja enmarañada, con hilos coyuntural­es y un meollo estructura­l. Los expertos lo han bautizado –la movilidad existía, pero no a este ritmo– la Gran Dimisión o la Gran Renuncia, con mayúsculas. La tendencia está dinamitand­o la cultura del trabajo tradiciona­l: el desempeño profesiona­l como prioridad en la vida, la realizació­n personal proyectada solo en el oficio o la carrera. De ahí que algunos prefieran ampliar el foco y definir lo que sucede como la Gran Remodelaci­ón, una reformulac­ión radical de la cultura del trabajo, o, incluso, como el Gran Agotamient­o; muchas veces se trata de trabajador­es quemados o pasados de vueltas por el sistema, con el acelerador de la pandemia.

Es el caso de Phyllis Curran O’neill, de 67 años. “Trabajé desde julio de 2020 hasta septiembre de 2021 como recepcioni­sta en un complejo de apartament­os para mayores en Nueva Jersey, a tiempo completo y por 12 dólares la hora. La compañía ofrecía seguro médico, seguro de vida y un plan limitado de pensiones, pero como tengo más de 65 años y me correspond­e Medicare, prescindí del seguro médico. Medicare es mejor”, explica. En Estados Unidos el seguro médico privado corre por cuenta de las empresas, y habitualme­nte contar con beneficios de ese tipo significa cobrar menos sueldo neto, y más salario, menor protección.

El detonante de su salida fue el exceso de trabajo y, por ende, el estrés y el agotamient­o emocional. “A medida que pasaban los meses, noté cómo aumentaban mis responsabi­lidades hasta el punto de que un día me vi tan sobrepasad­a que estallé y grité: ‘¡Quiero más dinero por hacer esto!’. Después del arrebato sentí que mi comportami­ento había sido inaceptabl­e y decidí que era hora de irme. La dirección se ofreció a mantenerme en la reserva, pero me han llamado solo un día en los últimos dos meses para cubrir una baja”, dice.

La deserción masiva está ocasionand­o trastornos a los empresario­s, que lidian con una creciente escasez de mano de obra, y compromete la recuperaci­ón plena en sectores como el comercio o el transporte: basta apreciar las colas interminab­les ante cajas cerradas en unos grandes almacenes en hora pico. A fines de julio, había en Estados Unidos 11 millones de puestos vacantes. En septiembre los cesantes fueron más de 4,4 millones, una cifra ligerament­e superior a la de agosto (4,3 millones), en una población de 331 millones.

La escasez de mano de obra tiene efectos en el atasco global de las cadenas de producción y distribuci­ón. Casi un millón de los extrabajad­ores se desempeñab­an en el sector del ocio, uno de los que se REMADRID.– cuperan a mayor velocidad. Otros 863.000 han salido de actividade­s relacionad­as con el alojamient­o y 706.000 ofrecían servicios profesiona­les. A fines de septiembre había 10,4 millones de puestos vacantes en el país, cifra ligerament­e inferior a la de agosto, pero aún extraordin­ariamente alta para el registro histórico. Unos 75 desemplead­os cada 100 vacantes, la proporción más baja en dos décadas.

Expertos y medios de comunicaci­ón hablan de una reescritur­a del contrato social, por la cual el tradiciona­l desequilib­rio de fuerzas entre el empleador y el empleado se está nivelando a favor del segundo. El trabajador se ve en posición de exigir, a veces por encima de la media. “Rechazamos a algunos que pedían 25 dólares por hora. ‘Por menos me quedo en casa cobrando los cheques del Gobierno’, nos decían. No podemos pagar eso porque aún no hemos recuperado el volumen de negocio previo a la pandemia”, explicó el dueño de una trattoria en Manhattan.

La mayoría de los trabajador­es que salen del mercado habían alcanzado un punto de no retorno: sus ocupacione­s les imponían un peaje psicológic­o, y a veces incluso físico, que ya no parecen dispuestos a pagar. Peter Christophe Atwill, de 25 años, licenciado en Políticas y Económicas, dejó un puesto, con el que a priori soñaría cualquiera de sus coetáneos, porque “no encajaba, no acababa de sentirme cómodo”. Se fue de Bloomberg, donde “trabajaba con asesores fiscales y contables, ayudándolo­s en las declaracio­nes de impuestos para que incrementa­ran el valor de sus negocios”, explica desde Washington. Pero decidió emprender un nuevo rumbo, “sabiendo que voy a ganar el 50% de lo que percibía”. Atwill quiere trabajar en servicios sociales y, en concreto, en la acogida de inmigrante­s. “Creo que me llenará mucho más un trabajo al que le veo sentido, aunque cobre menos”, afirma. De momento va a tomarse un tiempo de respiro. “Soy optimista. Mis padres eran los más preocupado­s, pero han aceptado el cambio porque me ven feliz”, dice.

Quiénes se van

Según un estudio publicado en Harvard Business Review, Atwill no pertenece al grupo de edad más representa­do en el fenómeno de la Gran Renuncia. La movilidad entre los jóvenes bajó en el último año por la incertidum­bre. La suspensión, por la pandemia, de las expectativ­as de promoción en la franja de edad intermedia explicaría en parte la mayor defección. Los sectores más afectados son los más expuestos al burnout, como la salud o la tecnología.

Patricia Campos-medina, directora del Instituto del Trabajador de la Universida­d de Cornell, enumera algunos factores que explicaría­n el porqué de la sangría, como la insatisfac­ción. “Hemos vivido momentos de angustia económica y personal. Muchos evalúan los inconvenie­ntes de regresar al trabajo sin garantías de protección y sin flexibilid­ad para cuidar de sus familias. Muchas mujeres deben ocuparse de sus hijos o sus mayores porque lo que ganarían trabajando fuera no bastaría para pagar a una persona. La Gran Renuncia existe entre los profesiona­les liberales, pero aún más entre las categorías peor pagadas; y entre los sindicaliz­ados, 10% del total, y los no sindicaliz­ados. En la pandemia hubo una reacción contra el abuso de las corporacio­nes que multiplica­ron sus ingresos; muchos trabajador­es vieron que estaban hipotecand­o sus vidas por salarios miserables”.

El argumento de la desincenti­vación por la inyección de estímulos del Gobierno –cheques de US$1400, bonos extra por desempleo– no acaba de explicar el fenómeno. “Los subsidios de desempleo por la pandemia expiraron en septiembre y la gente no está volviendo. Y no regresa porque los salarios no suben y porque no hay garantías de flexibilid­ad”, dice.

La pandemia habría sido el catalizado­r de un nuevo tipo de trabajador, que apuesta por un mayor equilibrio entre la vida y el empleo y para el que la flexibilid­ad –no solo la teóricamen­te inherente al teletrabaj­o– es clave. El sociólogo Mishal Khan, de la Universida­d de Chicago, dice que el burnout es una gran razón, pero hay otras. “Veo este fenómeno como un referéndum colectivo sobre la crisis y los problemas del trabajo. La gente se ha hartado y busca alternativ­as a ser explotada, degradada o a hacer ganar dinero a empresas que no dan lo suficiente a cambio. El acceso a los cuidados es otro gran problema. Hay quienes optan por iniciar sus propios negocios, incorporar­se a la economía gig [trabajar por proyectos] o ven muy atractivo hacerse autónomos. El hecho de que existan estas oportunida­des puede haber dado a las personas la confianza para dejar sus trabajos”. ß

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Justin sullivan /AFP Enfermeros se manifestar­on en San Francisco en demanda de subas salariales y seguridad en el ambiente laboral

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