VOTO Y CLASES SOCIALES, UNA ECUACIÓN DECISIVA
Un análisis de LN Data sobre las últimas elecciones muestra que la dinámica peronismo/antiperonismo sigue organizando el mapa político y las pertenencias de clase de los argentinos; la fuga de votos peronistas que no pudo capitalizar Juntos por el Cambio
Mmanuel Mora y Araujo e Ignacio Llorente publicaron en 1980 una compilación de artículos en un libro que llamaron El voto peronista. En la introducción, Mora y Araujo hizo un análisis de las elecciones del 11 de marzo de 1973, en las que el peronista Héctor Cámpora arrasó llevándose casi la mitad de los votos.
Mora y Araujo cruzó datos censales para buscar una correlación entre el desarrollo económico de cada provincia y el resultado electoral. El estudio cuantitativo, nutrido de gráficos y métodos de análisis que eran una novedad para la época, fue un gran salto para la sociología argentina y aún es muy citado en la literatura política.
A grandes rasgos y en términos simplificados y muy poco académicos, se podría decir que Mora y Araujo demostró con números que los ricos votan antiperonismo y los pobres, peronismo. Esta afirmación, sin embargo, entró en crisis en las últimas elecciones legislativas.
Según un análisis de estratificación social del voto realizado por LA NACION Data sobre los resultados del 14 de noviembre, la primera parte del axioma es muy cierta. El trabajo distingue siete clases sociales y los argentinos de la clase más alta -que representan el 0,8% del total de los votos- se inclinaron de manera masiva por Juntos por el Cambio, que sacó 44 puntos porcentuales más que el Frente de Todos. La preferencia de los sectores de la clase más baja -que son el 10% del total de los votos- por el peronismo, sin embargo, fue menos marcada. En ese segmento, el Frente de Todos le sacó 8 puntos porcentuales a Juntos por el Cambio.
Si se toman segmentos sociales más amplios que agrupan a las clases sociales en tres grupos –alta, media y baja– las diferencias siguen siendo grandes. En el conglomerado de clase alta, que en este caso representa el 22% del total de los votos, Juntos por el Cambio le sacó 25 puntos porcentuales al Frente de Todos. En el de clase baja, que aporta el 44% de los votos, ganó el peronismo, pero por apenas 2 puntos.
Los interrogantes
El procedimiento de identificación de los segmentos socioeconómicos fue realizado por los investigadores Pablo De Grande y Agustín Salvia a partir de información del Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2010. Se utilizaron dimensiones del hábitat y del capital socioeducativo de los hogares para clasificar a la población según su pertenencia socioeconómica.
La supremacía de la principal opción antiperonista al tope de la escala social no es noticia. La escasa diferencia que el peronismo obtuvo en la base, en cambio, sí llama la atención. ¿Cómo se explica esta caída en su principal bastión electoral? ¿Está perdiendo el monopolio del voto entre los pobres? ¿Y qué pasa en la clase alta? En la Argentina está muy analizado el vínculo del peronismo y sus votantes. No así el del antiperonismo con los sectores más ricos de la sociedad. ¿Por qué se da esta marcada preferencia de las clases más acomodadas por Juntos por el Cambio?
Es importante aclarar que, aunque todos los especialistas coinciden en que la posición social es el principal determinante del voto, el análisis de LN Data aplica solo a las últimas elecciones, que estuvieron atravesadas por la debilidad del Gobierno, la pandemia y los escándalos en su manejo. De hecho, Juntos por el Cambio derrotó al oficialismo por 8 puntos porcentuales en los resultados totales a nivel país.
También hay que decir que al interior de las provincias aparecen diferencias muy marcadas. Córdoba y Corrientes registraron el voto más antiperonista. Allí, Juntos por el Cambio le ganó al Frente de Todos en todas las clases sociales. Entre los más ricos sacó la mayor diferencia del país: 50 puntos en Córdoba y 67 en Corrientes.
En el otro extremo estuvo Santiago del Estero, el más peronista de los territorios. El oficialismo se impuso en todos los estratos y en el más bajo de todos, aventajó a Juntos por el Cambio por 73 puntos. Entre la clase media alta –la clase alta de la provincia es muy pequeña y no está representada en la muestra– el peronismo también ganó. Le sacó 21 puntos a Juntos por el Cambio.
Provincia peronista
La provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más grande del país, sí se adecua de manera más directa a la máxima que identifica el voto pobre con el peronismo y el rico, con el antiperonismo. Mientras que en el tope de la pirámide Juntos por Cambio le sacó 34 puntos porcentuales al peronismo, en la base se enrocaron los resultados: el peronismo se impuso por 17 puntos sobre la principal opción opositora. Esa es la razón por la que el conurbano bonaerense y sus populosos distritos resultan tan relevantes en la contienda electoral. Allí está el mayor caudal de apoyos peronistas y muchas veces esos son los votos que terminan definiendo las elecciones en la Argentina.
“El voto en la Argentina, como en la mayo
ría de los países del mundo, es muy clasista”, dice Luis Costa, un sociólogo y analista político que es admirador de Mora y Araujo, con quien trabajó durante muchos años.
La condición social, dice, es el mejor predictor del voto. “A medida que aumentás el nivel socioeconómico, aumenta el voto a Cambiemos. Con el peronismo pasa lo mismo, pero al revés”, explica.
Sin embargo, algo ocurrió en la última elección que hizo que disminuyera la predilección de los pobres por el peronismo. Costa lo analizó en un paper que luego resumió en un hilo de Twitter. Su principal argumento es que en un momento que él considera “apocalíptico” para el peronismo por los problemas que está teniendo el Gobierno, Juntos por el Cambio no logró terminar de cosechar ese descontento. El caudal de votos y el perfil de los electores del principal partido de la oposición, considera, se mantienen estables desde 2015. “Juntos por el Cambio –dice– no fue el vehículo para castigar al oficialismo”.
Nuevo escenario
Esto, sigue Costa, ratifica el carácter estructural y definido por pertenencia de clase de los votos y explica el crecimiento de fuerzas alternativas, o el ausentismo. “Cuando hay decepción, los votos se cruzan a cualquier lado, pero no al adversario”, considera.
Además, explica, supone un problema para la oposición. “Juntos por el Cambio sigue pareciéndose demasiado a sí mismo. Su sostenimiento es una fortaleza y su necesidad de variación, un problema. Tiene el desafío de lograr una penetración social más amplia y heterogénea. De lo contrario, solo puede ganar cuando los de enfrente (el peronismo) van divididos, o hacen lío”, dice.
Un claro ejemplo de esta fuga de votos peronistas hacia cualquier lugar, salvo Juntos por el Cambio, es la gran elección de Javier Milei, el diputado libertario, en las comunas pobres de la Ciudad de Buenos Aires. Así lo analizó Jorge Raúl Jorrat, un académico que estudia la movilidad social en la Argentina. “En una humorada, yo decía que Milei era la vanguardia del proletariado porteño. Las correlaciones muestran que su voto se asocia con variables sociodemográficas típicamente vinculadas al peronismo (clase obrera, baja educación, bajo ingreso per cápita, voto peronista anterior)”, considera.
Entre el segmento de clase media también se impuso Juntos por el Cambio, que le sacó 11 puntos porcentuales, una diferencia importante, pero menor a la que obtuvo en la clase alta.
“Son fáciles las elecciones en la Argentina. La fórmula es: gorilas del mundo uníos”, bromea Luis Tonelli, profesor de Política Argentina en la carrera de Ciencia Política de la UBA. Su humorada refleja la condición estructural de las preferencias políticas. “Yo mismo –agrega– soy un radical asqueroso. ¡Jamás voy a votar a un peronista!”
Tonelli coincide con Costa en que el dato relevante de la elección es que el derrumbe del peronismo no significó un crecimiento significativo de Juntos por el Cambio. “Con todo lo que pasó y encima teniendo a Diego Santilli (cabeza de lista en la provincia de Buenos Aires de Juntos), que es bien peronista, los decepcionados del Gobierno fueron a terceros partidos o votaron en blanco”, explica.
A diferencia de otras elecciones, en las que el peronismo fue dividido y eso terminó en su derrota, Tonelli considera que ahora el partido del Gobierno se dislocó verticalmente, sin que su electorado se decidiera por el principal partido opositor, “que siguió sacando más o menos lo mismo”.
Facundo Galván, politólogo, también ve una correlación muy fuerte entre el voto y la clase social, pero este quiebre no se da, como en otros países del mundo, entre opciones de izquierda y derecha. El corte en la Argentina es entre el peronismo y su oposición.
Para Carolina Yellati, socióloga y directora de la consultora Wonder, la correlación entre el voto y la clase social fue innegable en esta última elección, pero resultó mucho más notoria en la clase alta que en la clase baja.
“Desde su nacimiento en 1945, el peronismo tuvo una efectividad tremenda, pero no es indestructible. Cuando el resultado de su gestión es paupérrimo, en un punto se corta el hilo. Con este gobierno fue tan frustrante la relación del Gobierno con las clases bajas que se rompió ese contrato, o por lo menos hay una fisura”, dice.
La clase alta, en cambio, mantuvo estable su vínculo con la opción antiperonista. Yellati explica que ese vínculo tiene elementos coyunturales, pero también con una condición más de fondo, que es “la posibilidad de contemplar el mediano plazo”.
El peronismo, considera, trabaja con la posibilidad de satisfacer necesidades inmediatas, una estrategia que ecualiza con las aspiraciones de los segmentos más pobres de la sociedad. Los ricos, en cambio, tienen la posibilidad de “sacrificar consumo y diferir la satisfacción” con el objetivo de lograr lo que consideran un mejor país.ß
“El voto en la Argentina, como en la mayoría de los países del mundo, es muy clasista”, explica Luis Costa
”Desde su nacimiento en 1945, el peronismo tuvo una efectividad tremenda, pero no es indestructible”, dice Carolina Yellati