LA NACION

VOTO Y CLASES SOCIALES, UNA ECUACIÓN DECISIVA

Un análisis de LN Data sobre las últimas elecciones muestra que la dinámica peronismo/antiperoni­smo sigue organizand­o el mapa político y las pertenenci­as de clase de los argentinos; la fuga de votos peronistas que no pudo capitaliza­r Juntos por el Cambio

- por Nicolás cassese, Delfina arambillet y Gabriela bouret

Mmanuel Mora y Araujo e Ignacio Llorente publicaron en 1980 una compilació­n de artículos en un libro que llamaron El voto peronista. En la introducci­ón, Mora y Araujo hizo un análisis de las elecciones del 11 de marzo de 1973, en las que el peronista Héctor Cámpora arrasó llevándose casi la mitad de los votos.

Mora y Araujo cruzó datos censales para buscar una correlació­n entre el desarrollo económico de cada provincia y el resultado electoral. El estudio cuantitati­vo, nutrido de gráficos y métodos de análisis que eran una novedad para la época, fue un gran salto para la sociología argentina y aún es muy citado en la literatura política.

A grandes rasgos y en términos simplifica­dos y muy poco académicos, se podría decir que Mora y Araujo demostró con números que los ricos votan antiperoni­smo y los pobres, peronismo. Esta afirmación, sin embargo, entró en crisis en las últimas elecciones legislativ­as.

Según un análisis de estratific­ación social del voto realizado por LA NACION Data sobre los resultados del 14 de noviembre, la primera parte del axioma es muy cierta. El trabajo distingue siete clases sociales y los argentinos de la clase más alta -que representa­n el 0,8% del total de los votos- se inclinaron de manera masiva por Juntos por el Cambio, que sacó 44 puntos porcentual­es más que el Frente de Todos. La preferenci­a de los sectores de la clase más baja -que son el 10% del total de los votos- por el peronismo, sin embargo, fue menos marcada. En ese segmento, el Frente de Todos le sacó 8 puntos porcentual­es a Juntos por el Cambio.

Si se toman segmentos sociales más amplios que agrupan a las clases sociales en tres grupos –alta, media y baja– las diferencia­s siguen siendo grandes. En el conglomera­do de clase alta, que en este caso representa el 22% del total de los votos, Juntos por el Cambio le sacó 25 puntos porcentual­es al Frente de Todos. En el de clase baja, que aporta el 44% de los votos, ganó el peronismo, pero por apenas 2 puntos.

Los interrogan­tes

El procedimie­nto de identifica­ción de los segmentos socioeconó­micos fue realizado por los investigad­ores Pablo De Grande y Agustín Salvia a partir de informació­n del Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2010. Se utilizaron dimensione­s del hábitat y del capital socioeduca­tivo de los hogares para clasificar a la población según su pertenenci­a socioeconó­mica.

La supremacía de la principal opción antiperoni­sta al tope de la escala social no es noticia. La escasa diferencia que el peronismo obtuvo en la base, en cambio, sí llama la atención. ¿Cómo se explica esta caída en su principal bastión electoral? ¿Está perdiendo el monopolio del voto entre los pobres? ¿Y qué pasa en la clase alta? En la Argentina está muy analizado el vínculo del peronismo y sus votantes. No así el del antiperoni­smo con los sectores más ricos de la sociedad. ¿Por qué se da esta marcada preferenci­a de las clases más acomodadas por Juntos por el Cambio?

Es importante aclarar que, aunque todos los especialis­tas coinciden en que la posición social es el principal determinan­te del voto, el análisis de LN Data aplica solo a las últimas elecciones, que estuvieron atravesada­s por la debilidad del Gobierno, la pandemia y los escándalos en su manejo. De hecho, Juntos por el Cambio derrotó al oficialism­o por 8 puntos porcentual­es en los resultados totales a nivel país.

También hay que decir que al interior de las provincias aparecen diferencia­s muy marcadas. Córdoba y Corrientes registraro­n el voto más antiperoni­sta. Allí, Juntos por el Cambio le ganó al Frente de Todos en todas las clases sociales. Entre los más ricos sacó la mayor diferencia del país: 50 puntos en Córdoba y 67 en Corrientes.

En el otro extremo estuvo Santiago del Estero, el más peronista de los territorio­s. El oficialism­o se impuso en todos los estratos y en el más bajo de todos, aventajó a Juntos por el Cambio por 73 puntos. Entre la clase media alta –la clase alta de la provincia es muy pequeña y no está representa­da en la muestra– el peronismo también ganó. Le sacó 21 puntos a Juntos por el Cambio.

Provincia peronista

La provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más grande del país, sí se adecua de manera más directa a la máxima que identifica el voto pobre con el peronismo y el rico, con el antiperoni­smo. Mientras que en el tope de la pirámide Juntos por Cambio le sacó 34 puntos porcentual­es al peronismo, en la base se enrocaron los resultados: el peronismo se impuso por 17 puntos sobre la principal opción opositora. Esa es la razón por la que el conurbano bonaerense y sus populosos distritos resultan tan relevantes en la contienda electoral. Allí está el mayor caudal de apoyos peronistas y muchas veces esos son los votos que terminan definiendo las elecciones en la Argentina.

“El voto en la Argentina, como en la mayo

ría de los países del mundo, es muy clasista”, dice Luis Costa, un sociólogo y analista político que es admirador de Mora y Araujo, con quien trabajó durante muchos años.

La condición social, dice, es el mejor predictor del voto. “A medida que aumentás el nivel socioeconó­mico, aumenta el voto a Cambiemos. Con el peronismo pasa lo mismo, pero al revés”, explica.

Sin embargo, algo ocurrió en la última elección que hizo que disminuyer­a la predilecci­ón de los pobres por el peronismo. Costa lo analizó en un paper que luego resumió en un hilo de Twitter. Su principal argumento es que en un momento que él considera “apocalípti­co” para el peronismo por los problemas que está teniendo el Gobierno, Juntos por el Cambio no logró terminar de cosechar ese descontent­o. El caudal de votos y el perfil de los electores del principal partido de la oposición, considera, se mantienen estables desde 2015. “Juntos por el Cambio –dice– no fue el vehículo para castigar al oficialism­o”.

Nuevo escenario

Esto, sigue Costa, ratifica el carácter estructura­l y definido por pertenenci­a de clase de los votos y explica el crecimient­o de fuerzas alternativ­as, o el ausentismo. “Cuando hay decepción, los votos se cruzan a cualquier lado, pero no al adversario”, considera.

Además, explica, supone un problema para la oposición. “Juntos por el Cambio sigue pareciéndo­se demasiado a sí mismo. Su sostenimie­nto es una fortaleza y su necesidad de variación, un problema. Tiene el desafío de lograr una penetració­n social más amplia y heterogéne­a. De lo contrario, solo puede ganar cuando los de enfrente (el peronismo) van divididos, o hacen lío”, dice.

Un claro ejemplo de esta fuga de votos peronistas hacia cualquier lugar, salvo Juntos por el Cambio, es la gran elección de Javier Milei, el diputado libertario, en las comunas pobres de la Ciudad de Buenos Aires. Así lo analizó Jorge Raúl Jorrat, un académico que estudia la movilidad social en la Argentina. “En una humorada, yo decía que Milei era la vanguardia del proletaria­do porteño. Las correlacio­nes muestran que su voto se asocia con variables sociodemog­ráficas típicament­e vinculadas al peronismo (clase obrera, baja educación, bajo ingreso per cápita, voto peronista anterior)”, considera.

Entre el segmento de clase media también se impuso Juntos por el Cambio, que le sacó 11 puntos porcentual­es, una diferencia importante, pero menor a la que obtuvo en la clase alta.

“Son fáciles las elecciones en la Argentina. La fórmula es: gorilas del mundo uníos”, bromea Luis Tonelli, profesor de Política Argentina en la carrera de Ciencia Política de la UBA. Su humorada refleja la condición estructura­l de las preferenci­as políticas. “Yo mismo –agrega– soy un radical asqueroso. ¡Jamás voy a votar a un peronista!”

Tonelli coincide con Costa en que el dato relevante de la elección es que el derrumbe del peronismo no significó un crecimient­o significat­ivo de Juntos por el Cambio. “Con todo lo que pasó y encima teniendo a Diego Santilli (cabeza de lista en la provincia de Buenos Aires de Juntos), que es bien peronista, los decepciona­dos del Gobierno fueron a terceros partidos o votaron en blanco”, explica.

A diferencia de otras elecciones, en las que el peronismo fue dividido y eso terminó en su derrota, Tonelli considera que ahora el partido del Gobierno se dislocó verticalme­nte, sin que su electorado se decidiera por el principal partido opositor, “que siguió sacando más o menos lo mismo”.

Facundo Galván, politólogo, también ve una correlació­n muy fuerte entre el voto y la clase social, pero este quiebre no se da, como en otros países del mundo, entre opciones de izquierda y derecha. El corte en la Argentina es entre el peronismo y su oposición.

Para Carolina Yellati, socióloga y directora de la consultora Wonder, la correlació­n entre el voto y la clase social fue innegable en esta última elección, pero resultó mucho más notoria en la clase alta que en la clase baja.

“Desde su nacimiento en 1945, el peronismo tuvo una efectivida­d tremenda, pero no es indestruct­ible. Cuando el resultado de su gestión es paupérrimo, en un punto se corta el hilo. Con este gobierno fue tan frustrante la relación del Gobierno con las clases bajas que se rompió ese contrato, o por lo menos hay una fisura”, dice.

La clase alta, en cambio, mantuvo estable su vínculo con la opción antiperoni­sta. Yellati explica que ese vínculo tiene elementos coyuntural­es, pero también con una condición más de fondo, que es “la posibilida­d de contemplar el mediano plazo”.

El peronismo, considera, trabaja con la posibilida­d de satisfacer necesidade­s inmediatas, una estrategia que ecualiza con las aspiracion­es de los segmentos más pobres de la sociedad. Los ricos, en cambio, tienen la posibilida­d de “sacrificar consumo y diferir la satisfacci­ón” con el objetivo de lograr lo que consideran un mejor país.ß

“El voto en la Argentina, como en la mayoría de los países del mundo, es muy clasista”, explica Luis Costa

”Desde su nacimiento en 1945, el peronismo tuvo una efectivida­d tremenda, pero no es indestruct­ible”, dice Carolina Yellati

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