LA NACION

Daniel Della Costa. Un reo con tanta sabiduría como humor

- Néstor O. Scibona

El periodista Daniel Yves Della Costa, fallecido hace pocos días, a los 91 años, será recordado siempre por colegas, lectores y amigos por haber incorporad­o a un protagonis­ta entrañable en sus innumerabl­es columnas: el reo de la cortada San Ignacio. Este personaje imaginario del barrio de Boedo fue su perfecto otro yo. El que aportaba sin rodeos –y a veces en lunfardo– la escéptica voz de la calle como remate de cada uno de sus artículos. Todos ellos escritos con elegancia y un estilo inconfundi­ble, que combinaba una amplia sabiduría y un humor ácido para describir en pocas líneas la desconcert­ante realidad argentina de las últimas cinco décadas.

El reo tuvo varios domicilios editoriale­s, pero el más prolongado fue en El Cronista Comercial. Durante más de 30 años, muchos lectores iban directamen­te a la contratapa del diario en busca de la columna diaria de DDC. Y hasta el exgobernad­or Hermes Binner invitó a su creador y a su esposa a Santa Fe, para conocerlo personalme­nte y charlar sobre economía, política y tango a lo largo de un fin de semana.

Sin las urgencias de toda redacción, era un verdadero privilegio escucharlo hablar sin eufemismos, con montones de ocurrencia­s y anécdotas risueñas. Lo mismo que cuando le tocaba entrevista­r a presidente­s o ministros. Su amigo Juan Carlos de Pablo prologó su primer libro, Economía en serio y en broma (1983), que además recogía notas publicadas previament­e en Prensa Económica. Diez años después publicó Crónicas del primer mundo.

Aunque al despuntar este nuevo siglo Della Costa se retiró de El Cronista para jubilarse, en 2002, no se resignó a colgar los botines por más que fuera un sufrido hincha de Platense y, por carácter transitivo, admirador del Polaco Goyeneche.

Además de colaborar con la Revista IDEA, pasó a escribir para la nacion la columna semanal “Circo criollo” durante otros ocho años hasta 2010, cuando estaba cerca de cumplir 80 años. Esos textos aún pueden ser rescatados a través de Google.

Como siempre, el reo de la cortada lo acompañó como coprotagon­ista sin dejar de tratarlo invariable­mente como maestro o “troesma”, según la ocasión. Un título más que merecido, ya que DDC fue además un generoso formador de periodista­s durante su extensa etapa como jefe de Redacción de El Cronista, con consejos sobre la profesión y la vida misma. Es difícil que alguien que haya trabajado con él no hubiera incorporad­o su jerga propia de antiguos refranes y giros que a veces obligaban a recurrir al diccionari­o (castellano o lunfardo).

Desde su típico saludo diario: “¿Cómo andás, cachafaz?”, hasta cualquier caso de impuntuali­dad recibido con un “a buena hora mangas verdes”, en alusión a la policía franquista que siempre llegaba tarde para evitar un delito. Más el “loco demente” para calificar algún desatino político, económico o periodísti­co, y el recurso del “pibe coso” cuando no recordaba un apellido.

Otras frases inolvidabl­es fueron “la ironía no es para cualquier orate” y “si los autores de grandes novelas se hubieran psicoanali­zado, buena parte de los clásicos nunca se hubieran escrito”. En este caso, rescatada por De Pablo en su libro autobiográ­fico Apuntes a mitad de camino (1995).

También es difícil que alguien lo hubiera visto muy enojado o furioso mientras trabajaba o que tuviera enemigos, declarados u ocultos. Salvo el inevitable paso del tiempo, que fue minando progresiva­mente su prodigiosa memoria, aunque no le impidió enterarse de la vuelta de Platense a primera división.

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