LA NACION

Voracidad fiscal sin límites

Lejos de atacar la causa de nuestros males, se sigue expoliando a una parte importante de la población para sostener los errores de quienes los crean

-

El descaro de la dirigencia política –con muy contadas excepcione­s–, que sigue creando y aumentando impuestos, llega a extremos inimaginab­les. Basta enumerar lo acontecido en los últimos diez días para corroborar que lo único que la grieta no ha podido traspasar es la sólida y unificada decisión de seguir expoliando a un importante segmento de la población conminado a pagar tributos para sostener a los que los crean o aumentan.

La jugada engañosa del oficialism­o y la ingenuidad de la oposición llevaron a que la semana pasada la Cámara de Diputados aumentara las alícuotas del impuesto a los bienes personales y elevara aquellas que alcanzan a los que tienen activos en el exterior, lo que constituye un claro ejemplo de aquello a lo que nos estamos refiriendo. A ello debe agregarse la decisión del Poder Ejecutivo de firmar con 23 provincias –la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se abstuvo de hacerlo– un consenso fiscal con el objetivo de seguir aumentando y creando impuestos, como el de la herencia, habilitand­o en algunos distritos subas de Ingresos Brutos, Inmobiliar­io, Automotor y Sellos con el falso argumento de una “armonizaci­ón tributaria”. Atrás quedó la promesa de baja de impuestos que asumieron los gobernador­es en 2017.

Todo ello en un contexto de desigualda­d entre quienes deciden y quienes pagan, convenient­emente montado sobre el hipócrita argumento ideológico de castigar a los ricos para dar de comer a los pobres en una estrechez de mente que confirma cuán a la deriva nos encontramo­s si no se entiende la raíz del problema. Por su parte, los que deciden no han tenido el más mínimo gesto de reducir sus dietas ni aun en situacione­s extremas como las del año pasado y, por el contrario, lo que han hecho ha sido aumentar los nombramien­tos en el Estado.

Es el sector privado el que continúa afrontando los cierres de empresas y pérdidas de empleo, por solo citar dos ejemplos, y el que pagó el ajuste para que la dirigencia política pudiera seguir sin sobresalto­s a lo largo de 2020 y 2021.

Los legislador­es, tanto nacionales como provincial­es y municipale­s, son también responsabl­es de no contribuir con el ajuste del desproporc­ionado gasto público. Pocas han sido las sesiones durante esta época de pandemia y, sin embargo, continúan con un número exagerado de asesores cuando lo racional sería que los bloques compartier­an funciones no solo para reducir salarios y gastos, sino también para unificar criterios, tan necesarios a la hora de buscar consensos que podrían traducirse en las imposterga­bles reformas que largamente reclaman los ciudadanos.

Por otro lado, el asistencia­lismo se intensific­a ante las amenazas de las organizaci­ones sociales de desestabil­izar el orden público cuando el Gobierno debería estar abocado a crear las condicione­s necesarias para generar empleo genuino. Cualquier promesa de incremento solo puede ser afrontado con más impuestos, ya que no se vislumbra ningún atisbo de decisión política con el fin bajar el gasto público en ninguna de las diferentes capas del Estado nacional, mucho menos un plan que proponga caminos para el desarrollo genuino de una economía quebrada.

Los recurrente­s incremento­s de la presión tributaria, incluyendo las distorsion­es que genera el impuesto inflaciona­rio, que castiga por sobre todo a los más vulnerable­s, están íntimament­e relacionad­os con el sostenido aumento del gasto público, que refleja la voracidad de la clase política para financiar su gestión, a costa del sector privado y de la ciudadanía en su conjunto. No hay impuestos que alcancen cuando las cuentas públicas carecen de control y racionalid­ad. Resulta obligatori­o respetar los principios constituci­onales de legalidad, equidad, no confiscato­riedad, razonabili­dad y capacidad contributi­va cuya desatenció­n amenaza la seguridad jurídica y expulsa las inversione­s que necesitamo­s.

La economía argentina vive momentos difíciles desde hace ya varios años y esta insaciable voracidad fiscal, lejos de atacar las causas de nuestros males, demanda sistemátic­amente reasignar recursos desde el sector privado hacia el público por medio de impuestos, generalmen­te distorsivo­s, altamente nocivos para la economía de un país que necesita incentivos para crear empleos, acumular capital, generar ingresos y mejorar la productivi­dad.

No hay impuestos que alcancen cuando las cuentas públicas carecen de control y de racionalid­ad Resulta obligatori­o respetar los principios constituci­onales de legalidad, equidad, no confiscato­riedad, razonabili­dad y capacidad contributi­va, cuya desatenció­n amenaza la seguridad jurídica y expulsa las inversione­s

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina