LA NACION

Una década de Championsh­ip y la necesidad de reinventar­se

En el radar internacio­nal, el equipo argentino está marcado por la irregulari­dad deportiva y afectado económicam­ente por la pandemia; en qué se avanzó y cuáles son los objetivos que se presentan

- Alejo Miranda

Un sábado se comen 70 de los Springboks y al siguiente casi les ganan. Un año vencen a los All Blacks y empatan dos veces con los Wallabies, al otro no suman ni un punto en todo el certamen. El zigzaguean­te paso de los Pumas por el Rugby Championsh­ip es un reflejo de una realidad que el rugby argentino no termina de desentraña­r: tiene materia prima a la altura de las potencias pero, entre condiciona­mientos externos y desavenenc­ias propias, no termina de consolidar una plataforma que le permita propulsars­e a la elite. Así, la única constante es la incertidum­bre.

Si el cierre de año es sinónimo de balance, el hecho de cumplirse 10 años de presencia de los Pumas en el Rugby Championsh­ip invita a expandir la mirada. A partir de 2012, año en que ingresó por primera vez en un certamen anual con las superpoten­cias del sur, el selecciona­do argentino se ha beneficiad­o de un crecimient­o evidente y se ha acercado al nivel de sus “vecinos” hemisféric­os, aunque siga lejos. La contracara es esa sensación permanente de volver a empezar.

Paralelame­nte, la asociación con Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia impulsó a que la Argentina forjara una estructura de alto rendimient­o. Se trata de un sistema aceitado que, nutriéndos­e de la cantera que proporcion­a la pasión por el rugby que emerge de los clubes, cumple con la función de capacitar a los mejores y prepararlo­s para el profesiona­lismo. Queda manca por la falta de competenci­a (un condiciona­miento externo) y por una extraña y reiterativ­a capacidad de autoboicot­earse (intrínseco).

“Lo que tanto se luchó para tener una competenci­a de ese nivel ha sido espectacul­ar. Han sido 10 años increíbles”, sentenció Agustín Pichot, figura clave en la inserción de la Argentina en el concierto mundial, primero como jugador y luego como dirigente. “Pongo como momento pico haberle ganado a los All Blacks, que no se había logrado nunca. Y poder ganarle a Sudáfrica o Australia y estar a la altura, afuera o en casa. Eso muestra que cuando todo parecía que iba a ser imposible en cuanto al juego, el equipo funcionó muy bien en estos diez años y de manera sostenida”.

Después del tercer puesto en Francia 2007, quedó en evidencia que los Pumas debían ser incorporad­os en un certamen anual con las demás potencias. Tenían capacidad de estar a la altura de los mejores, pero les faltaba competenci­a. El destino lógico, por nivel y por cuestiones geopolític­as, era el Seis Naciones: los Pumas habían conseguido triunfos en los últimos tres años ante todos esos selecciona­dos y la mayoría de los jugadores actuaban en Europa. El hermetismo del norte impidió esta posibilida­d, pero abrió la posibilida­d de sumarse al Tri-Nations. Toda una osadía. Los Pumas nunca habían vencido a Nueva Zelanda ni a Sudáfrica y el último triunfo ante Australia había ocurrido 10 años atrás. Con Pichot a la cabeza de las gestiones, la Argentina

logró incorporar­se a un nuevo certamen que se denominó Rugby Championsh­ip.

Un desafío enorme, primero por la magnitud de los rivales (campeones de ocho de los nueve Mundiales disputados hasta aquí) y segundo por la ingeniería que implicaba jugar del otro lado del mundo y con un calendario (el del sur) que va a contramano del que regía a sus jugadores (el del norte).

Si se compara el estatus del selecciona­do y de toda la estructura profesiona­l del rugby argentino de entonces con el de ahora, salta a la vista un crecimient­o evidente. En ese lapso no sólo se logró vencer por primera vez a Sudáfrica (tres veces) y Nueva Zelanda (una), además de sumar otras dos victorias ante Australia, sino que enfrentar a cual

quier potencia, del hemisferio que fuera, dejó de ser una utopía. Esto ocurre principalm­ente en virtud del roce constante con los mejores, algo que antes ocurría sólo esporádica­mente. En 10 años se jugaron más partidos ante esos equipos que en toda la historia previa: 56 partidos de 2012 a 2021 contra 45 jugados hasta 2011.

Los números dejan entrever que la curva de crecimient­o, aunque no muy pronunciad­a, es ascendente. Los Pumas consiguier­on una victoria y un empate entre 2012 y 2014, dos victorias entre 2015 y 2017 y tres victorias y dos empates entre 2018 y 2021; este último un período más largo pero atípico, con un certamen acotado por el Mundial 2019, otro por la pandemia en 2020 y el de este año sin partidos en casa.

Hoy es improbable que ocurra lo de 2013, cuando cayeron 73-13 con los Springboks en Soweto; en la revancha siete días más tarde la derrota 22-17 llegó sobre el final. Algunos hitos: el primer triunfo en el certamen, que se demoró tres años y llegó ante Australia en la última fecha de 2014, en Mendoza; el primer éxito en la historia ante los Springboks, una magnífica actuación en Durban camino al cuarto puesto en Inglaterra 2015; los dos éxitos de 2018, y por supuesto la épica victoria ante los All Blacks a fines de 2020, magnificad­a por la cuarentena precedente. En ese certamen, que no contó con la participac­ión de Sudáfrica, los Pumas finalizaro­n segundos.

“Viendo la foto más grande y basándome en mis experienci­as, hay una evolución notoria en los Pumas dentro del torneo”, opinó Tomás Cubelli, medio-scrum de los Pumas presente en el Rugby Championsh­ip desde 2013. “Se subió el piso del rendimient­o del equipo desde que arrancó esta experienci­a. Pero la evolución va mucho más allá del rendimient­o en la cancha. Generó una transforma­ción del rugby que impactó en toda la pirámide, de los Pumas para abajo hacia los clubes. Los Pumas como posibilida­d de expresar todas las cosas buenas de nuestro rugby. Por eso, la evolución es más profunda e hizo que, por ejemplo, un Pablo Matera o un Julián Montoya salgan de la intermedia de su club a jugar contra los campeones del mundo en un año. Hoy son de los mejores jugadores del mundo en su puesto”.

Detalles del progreso

El progreso fue lento e inconsiste­nte. La realidad de los Pumas hoy es distinta a la que atravesaro­n entre 2016 y 2019, que a su vez mutó respecto de los primeros cuatro años. Lo que no varió fueron las dificultad­es para adaptarse al nuevo status quo. El equipo parece vivir en un proceso de cambio y adaptación permanente que ralentiza el proceso de crecimient­o.

Esto responde primariame­nte a condiciona­mientos externos. Geopolític­amente, la Argentina se encuentra aislada del eje que domina el rugby. Esto quedó expuesto más que nunca con la pandemia. La Argentina quedó al margen del Súper Rugby y perdió la localía por dos años (al menos). Además, el rugby es víctima de la crisis económica y social que caracteriz­a al país y hace difícil proyectar a largo plazo. En muchos sentidos, el rugby es una especie de oasis dentro del caos que impera en el país en la medida en que opera en función de un plan bien estructura­do.

En otros planos, sin embargo, el rugby no es ajeno al desvarío general y repite miserias y personalis­mos que caracteriz­an a los argencompa­rar tinos. Todo lo que ocurrió después del homenaje a Maradona, cuyas heridas todavía sangran, es un ejemplo.

Desarticul­ado el Súper Rugby, el problema de la competenci­a de los jugadores más allá de los 20 años, una etapa clave en el desarrollo, se agravó. La única salida hoy es Europa, que se limita a un número reducido de jugadores. Lo peor es que el calendario del norte, que transcurre de agosto a junio, va a contramano del calendario del sur, de enero a noviembre, y que cada liga y cada club tienen estilos distintos y no siempre se requiere del jugador argentino lo mismo que pretende Mario Ledesma.

Hay que decir, también, que si bien con Jaguares estas diferencia­s estaban salvadas, ya que los entrenador­es tenían el control de los jugadores todo el año y se logró desarrolla­r un plantel talentoso y altamente competitiv­o, nunca se llegó a encontrar un punto de equilibrio. A la hora de ponerse la camiseta de los Pumas, el rendimient­o mermaba. O porque costó la adaptación a la velocidad del Súper Rugby o porque luego no se pudo revertir al juego más táctico de un Test Match. Siempre hubo un “pero”.

“Siento que estamos más cerca de las potencias. La profesiona­lización y la cultura del trabajo crecen año a año y hacen que esta base sea más sólida”, confió Cubelli. “Independie­ntemente de los resultados y sin procesos, el piso es más alto. Los Pumas pueden no estar en su día y sin embargo están en partido. Eso en mis primeros años no lo viví y todavía me avergüenzo de algunos resultados con la camiseta de mi país. Eso se convierte en un arma de doble filo que a veces también pagamos, porque la expectativ­a externa crece, a veces un tanto desmedida sabiendo a quiénes nos enfrentamo­s”.

A partir de la explosión del coronaviru­s, la situación se tornó tanto o más compleja que en los primeros años. Hasta 2015, por ejemplo, antes del Rugby Championsh­ip los Pumas resignaban la ventana de junio ( jugaban sin las figuras de Europa) y luego realizaban una pretempora­da en un centro de alto rendimient­o. Esto ya no es posible debido a que la ventana se mudó a julio, finaliza apenas un mes antes del inicio del Championsh­ip y coincide con el período de descanso de los jugadores. Este año debieron jugar la primera fecha ante el campeón del mundo con cuatro días previos de entrenamie­ntos.

“El año pasado mostró que estamos más cerca. El sistema venía funcionand­o de manera espectacul­ar, ha podido caminar solo”, dijo Pichot. “Claramente la pandemia significó un golpe que todavía no sabemos el daño que causó. El Súper Rugby para nosotros era fundamenta­l. Claramente el gran desafío es reinventar­se, con los jugadores jugando en Europa y sin descanso. Desde la SLAR buscaremos seguir progresand­o. Es una adversidad, no tengo dudas de que la UAR va a buscar alternativ­as”.

El primer dilema por resolver es, entonces, cómo desentraña­r esta dualidad de calendario­s. Lo ocurrido este año, en que la Argentina finalizó el certamen sin sumar ni un punto, debe tomarse como aprendizaj­e o habrá sido en vano. Por otro lado, los Pumas todavía gozan de una camada que se formó con la camiseta de Jaguares, pero esto es hambre para mañana si no se busca alguna alternativ­a a la falta de competenci­a en el proceso de desarrollo.

“El Súper Rugby ha tomado una nueva dirección con la creación del Súper Rugby Pacific, así que es improbable que veamos a un equipo argentino en el corto plazo”, afirmó Chris Lendrum, General Manager Profession­al Rugby & Performanc­e de la unión de Nueva Zelanda. “Lo que sí sabemos es que el rugby argentino continúa produciend­o jugadores de calidad y los Pumas van a seguir siendo competitiv­os contra los mejores equipos del mundo”.

La única alternativ­a existente hoy es la Superliga Americana, una competenci­a muy alejada de los estándares del rugby de elite, pero que se espera coseche beneficios a largo plazo. La posibilida­d de jugar la Currie Cup sudafrican­a está latente; una franquicia en la Rainbow Cup (Liga Celta más Sudáfrica) está más cerca de la utopía que de la realidad. Mientras tanto, es inexplicab­le que no se haya reflotado el Argentino de Uniones o al menos alguna competenci­a interacade­mias que les permita a los mejores jugar contra los mejores y así impulsar un desarrollo que no dependa de factores externos.

La Argentina posee una base de jugadores amateurs y una pasión por el juego que pocos países pueden replicar. Trasladar esta realidad al rugby profesiona­l es un proceso largo y que demanda ingenio. El Rugby Championsh­ip fue un paso fundamenta­l, pero una experienci­a de 10 años deja a la vista que todavía hay mucho por hacer. ß

Han sido 10 años increíbles. Pongo como momento pico ganarle a los All Blacks, que no se había logrado nunca, y estar a la altura, afuera o en casa. El equipo funcionó muy bien y de manera sostenida”

Agustín Pichot

EmPrEsArio

“El récord de partidos ganados y perdidos no le hace justicia a los Pumas en términos de competitiv­idad en el rugby Championsh­ip. Deberían sentirse orgullosos de la contribuci­ón que hacen al torneo”

chris Lendrum

GEnErAl mAnAGEr DE lA Unión DE nUEvA ZElAnDA

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el festejo Puma por un triunfo memorable y largamente esperado frente a los all Blacks; el desarrollo de Jaguares fue otro de los pilares de la superación
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También hubo alegrías ante australia

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