LA NACION

El temor a los saboteador­es y espías rusos tiene a los ucranianos en vilo

Las fuerzas de seguridad reciben denuncias y están a la caza de agentes infiltrado­s en la población de las ciudades, muchos instalados como trabajador­es desde antes de la guerra

- Valerie Hopkins Traducción de Jaime Arrambide

LVIV.– Dos semanas después de huir de su hogar en Kiev para instalarse en el oeste de Ucrania, el actor y fotógrafo aficionado Valeriy fue detenido e interrogad­o por la policía local.

Al parecer, alguien lo había visto deambular por la ciudad, sacando fotos de plazas, iglesias y otros lugares de interés de la localidad, muchos de ellos actualment­e protegidos por barricadas y bolsas de arena. Lo metieron en el móvil policial, revisaron las ultimas fotos que había sacado con su celular, su cuaderno de dibujos y los canales a los que estaba subscripto en la aplicación Telegram.

“Hasta revisaban mis memes para saber si me reía de nosotros o de ellos”, dice respecto de ucranianos y de rusos. Por suerte, los policías encontraro­n el meme de un grupo de andrajosos soldados rusos que tenían televisore­s por cabezas –una alusión al insistente aparato de propaganda del Kremlin– y lo dejaron ir.

Valeriy tiene 32 años, prefiere no revelar su apellido por miedo a las represalia­s, y no es el único que tiene que andar con ojos en la nuca. La invasión rusa a Ucrania ya ingresó en su segundo mes y ahora el país está sumido en la sospecha, donde la bronca y la unidad son las emociones dominantes.

Infiltraci­ón

El tema es que los ucranianos están consternad­os por los informes que dan cuenta de la presencia de dyversanti: saboteador­es y grupos de distracció­n que trabajan para Rusia y se infiltran en la población civil para sembrar confusión, desconfian­za o incluso para sugerir posibles blancos al enemigo. Los civiles, que ya vivían con miedo, ahora ven espías en todos lados.

“Con estos niveles de ansiedad, uno está buscando todo el tiempo dónde está el peligro, y siempre imagina lo peor”, dice Valeriy.

Ese estado de sospecha es particular­mente álgido en Lviv, cerca de la frontera con Polonia. Como Lviv quedó mayormente a salvo de la destrucció­n y el horror de las ciudades del este, es un imán para los ucranianos que buscan seguridad y la última escala de los que quieren cruzar a Polonia. En pocas semanas, dicen las autoridade­s locales, Lviv ha sumado más de 400.000 habitantes temporario­s.

Por eso en las calles de la ciudad hay tantas caras desconocid­as que hacen parar las antenas a los vecinos de siempre.

En las primeras semanas de la guerra, la policía y las autoridade­s recibieron más de 17.000 llamadas diarias sobre actividade­s supuestame­nte sospechosa­s, dijo en una entrevista Maksym Kozytsky, gobernador regional de Lviv. Ahora se reciben alrededor del 10% de ese volumen, pero de todas formas es un número enorme.

Funcionari­os policiales y miembros de la Defensa Territoria­l, la unidad de voluntario­s del Ejército ucraniano, patrullan las calles de Lviv y revisan los autos en las rotondas. También hay hombres apostados en los puntos de control a la entrada de cada ciudad o pueblo cercano, que se reservan el derecho de controlar los documentos de los conductore­s.

Y tienen razones para sospechar. Durante el primer mes de la guerra, la agencia de inteligenc­ia de Ucrania, la SBU, desbarató 20 bandas de saboteador­es y detuvo a 350 saboteador­es más.

En su canal de Telegram, el gobernador Kozytsky escribió que el sábado pasado, día en que los misiles rusos alcanzaron dos instalacio­nes industrial­es en Lviv, la policía detuvo un automóvil sospechoso y revisó los teléfonos de los dos hombres que estaban en su interior: encontraro­n videos y fotos que mostraban los movimiento­s del Ejército ucraniano. “También tenían fotos de los pasaportes de hombres con residencia en Lugansk y muchos contactos con números de Rusia”, dijo.

Ayuda ciudadana

Sin importar su orientació­n política, los ucranianos tratan de ayudar todo lo posible a las autoridade­s. En los parlantes de los restaurant­es y cafés de Lviv suenan canciones patriótica­s, y el tema italiano de protesta Bella Ciao ha sido reescrito con una letra en ucraniano que celebra los misiles Javelin de fabricació­n estadounid­ense y los drones turcos Bayraktar que utilizan las tropas.

Los civiles comunes también pueden unirse a la lucha denunciand­o actividade­s sospechosa­s. La aplicación eVorog –un juego de palabras que significa “hay un enemigo”– permite informar en el acto cualquier actividad militar sospechosa y ha recibido más de 200.000 denuncias en un mes, según la Policía de Patrullas, una subdivisió­n de la policía responsabl­e del orden público.

Aunque los habitantes saben que hoy por hoy los rusos no pueden enviar a sus ejércitos para rodear y sitiar Lviv, la sensación generaliza­da es que los enemigos –individuos y pequeños grupos que pueden mezclarse con los otros cientos de miles de forasteros– ya están adentro.

Un funcionari­o policial que prefiere no dar su nombre debido a la atmósfera de sospecha que reina en la ciudad, dice que la guerra entre Ucrania y Rusia en realidad ya lleva ocho años, desde que combaten en el este. El funcionari­o relata las recientes detencione­s de saboteador­es que se hacían pasar por trabajador­es humanitari­os.

“Tuvieron tiempo para prepararse cuidadosam­ente”, dijo.

El toque de queda de las diez de la noche sigue en vigor, pero desde que anochece no queda nadie en la calle. También corren misterioso­s rumores que advierten que los rusos planean atacar las representa­ciones diplomátic­as occidental­es y las agencias de ayuda que abandonaro­n Kiev y se instalaron en Lviv.

En ataques anteriores que sufrió Ucrania Occidental también participar­on agentes locales.

Un aviador aficionado de Lutsk, una localidad al noreste de Lviv cuyo aeropuerto militar fue atacado dos veces, venía brindando informació­n a los servicios de seguridad rusos al menos desde 2017, según descubrió la SBU tras la reciente detención del hombre. El espía ahora fue acusado de comunicars­e con los rusos sobre las actividade­s de los militares ucranianos durante la primera semana de la guerra.

“La gente está furiosa”, dice Ihor Polishchuk, alcalde de Lutsk. “La persona que fue detenida se hacía pasar por activista cívico”, dice el funcionari­o, y agrega que el arresto del hombre había “fogoneado el nivel de sospecha sobre la presencia de otros posibles espías”.ß

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Afp Controles callejeros de las fuerzas de seguridad ucranianas

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