LA NACION

La madre que abrió el camino para identifica­r a los caídos

“Lo buscaría hasta el fin de mis días”, respondió cuando le preguntaro­n si quería conocer el destino de su hijo

- Eduardo Ledesma

Gabino Ruiz Díaz cayó en las Malvinas, en pelea frontal, con su mirada ensartada en los ojos de un inglés. Eran las praderas de Darwin. Él tenía 19 años. Su madre, Elma Pelozo, 42, y el tiempo llevó a que se convirtier­a en primera instancia de la identifica­ción de los cuerpos de los caídos y enterrados en el Cementerio de Darwin, y él, como Gabino Ruiz Díaz, el primero de los 123 conscripto­s argentinos en ponerles nombre propio a esas placas negras de granito famosas en el mundo por arrullar con verba marcial lo que algunos, sin tapujos, llamaron abandono: “Soldado argentino solo conocido por Dios”.

A los 82 años, Elma tiene el carácter alegre de una anciana que supo domar los muchos desboques de su destino. Fue dos veces a las Malvinas. Su primer viaje fue en 1997, 15 años después del conflicto, en el marco de una visita organizada por la Cruz Roja. Elma llevó entonces una placa de bronce que le obsequió el intendente de San Roque, Domingo Muniagurri­a, ya fallecido. Caminó por el camposanto hasta que sintió que su corazón corría al trote y sin permiso. Individual­izó una cruz y allí hizo poner la placa.

“Yo caminé con el bronce y lo puse en una cruz donde había una latita. Esa sepultura está a tres de la de Gabino. ¿Podés creer?”.

Lo supo mucho después, el 5 de marzo de 2020, dos semanas antes de que la Argentina entrara en confinamie­nto por la pandemia de coronaviru­s y a 38 años de la guerra, cuando Elma regresó a las Malvinas. Esta vez para llorar su pena ante los restos de su hijo. Se merecía volver. Fue ni más ni menos que la primera madre que aceptó donar una gota de sangre para iniciar el proceso humanitari­o que llevaron adelante el Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense, y profesiona­les británicos y de la Cruz Roja. Y gracias a eso Gabino fue, de entre los excombatie­ntes de las Malvinas enterrados como NN, el primero en ser identifica­do.

–¿Qué le pasó en ese momento?

–¿Y qué me va a pasar? Por un lado una alegría por el viaje, pero siempre con dolor, porque una madre, cuando le pasan estas cosas, tiene una herida que no se cicatriza nunca. Yo me levanto siempre con esa herida por ese hijo que me falta. Tengo su foto frente a mi cama, me siento y lo veo a él. Esa herida no cicatriza nunca ni se va a cicatrizar hasta el último día de mi vida, porque es un hijo, un pedazo de mi vida.

Julio Rodolfo Aro es un excombatie­nte de Mercedes, Buenos Aires. Es el presidente de la Fundación No Me Olvides, conformada en 2009 por veteranos de guerra, madres de los soldados caídos y algunos civiles. Julio es el impulsor del proceso de identifica­ción de los caídos en las Malvinas. Fue quien habló y convenció a Elma de que abriera ese círculo virtuoso que está a punto de cerrarse. Y quien movió cielo y tierra para que ella regresara a las Malvinas. Geoffrey Cardozo es un excapitán del Ejército británico de la división Logística. No participó de la guerra. Llegó un día después de la rendición, el 15 de junio de 1982, a los 32 años, para ayudar a sus camaradas, hasta que recibió la orden de realizar la búsqueda e inhumación de los soldados argentinos. Aro viajó a Corrientes. Elma lo recibió con los brazos y el corazón abiertos. Hablaron mucho, hasta que la mujer escuchó la pregunta. “¿Querrías saber dónde está Gabino?”. Sin pensarlo demasiado, le dio su respuesta:

“Lo buscaría hasta el fin de mis días”. Fue así como Elma Pelozo se convirtió en la primera madre que aceptó donar su sangre para dar inicio a la causa de la identifica­ción de los soldados de Malvinas. Con ella nació el Plan Proyecto Humanitari­o.

“Me trajeron un reloj y un pañuelito que habían encontrado junto a su cuerpo. Y la chapita en la que él escribió su número de documento”.

Tuvieron que pasar tres años y una pandemia para que Elma tuviera su revancha. El 10 de marzo de 2022 recibió la visita de Cardozo, de Aro y de Miguel Monforte, docente y documental­ista marplatens­e que registró ese momento. Llegaron sin hacer ruido y pudieron cerrar la historia. A 40 años del enfrentami­ento armado, Elma conoció al hombre que sepultó con honras a Gabino.

“Es un sueño cumplido recibir a Cardozo. Mucho quise conocerlo”, dice Elma, aún en tiempo presente, varios días después de la visita. Elma y Geoffrey se vieron las caras, conversaro­n un día entero. Comieron, rieron, recordaron. Hicieron pastelitos y tortas fritas para completar el ritual con el que en Corrientes se saluda la llegada de la lluvia.

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Elma Pelozo, en el Cementerio de Darwin
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Archivo Gabino Ruiz Díaz

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