LA NACION

Una previsible crisis energética

El Gobierno ha venido alentando la demanda de energía mediante precios contenidos, al tiempo que ha desalentad­o la oferta

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La situación energética en nuestro país muestra crecientes complicaci­ones. Escasea el gasoil y faltará gas. Será inevitable reducir el consumo de electricid­ad, porque, además de los problemas de transmisió­n y distribuci­ón, habrá insuficien­cia de generación. Es un panorama preocupant­e en la cercanía del invierno.

Agrava la situación la crisis internacio­nal por la invasión rusa de Ucrania, pero no hay que buscar allí la causa de nuestros problemas. El control de precios y tarifas fue y sigue siendo un arma engañosa contra la inflación y destructiv­a de la producción. Además, requiere subsidios que incrementa­n el déficit fiscal, aunque estos suelen ser insuficien­tes para cubrir los costos de producir y para impulsar inversione­s. Se alienta la demanda mediante precios contenidos y, por otro lado, se desalienta la oferta. El resultado es siempre la escasez. El discurso oficial culpa falsamente a empresas productora­s y comerciali­zadoras acusándola­s de especular y realizar grandes ganancias.

El sector energético no ha escapado de este falaz libreto, ni tampoco de sus consecuenc­ias. Hay faltante de gasoil y ya se fijan cupos en el mercado mayorista y límites de expedición en los surtidores. También hay escasez de garrafas de gas licuado con perspectiv­as de extenderse al gas por redes. En este caso, la industria ha manifestad­o una intensa preocupaci­ón, ya que en situacione­s de insuficien­te suministro se privilegia lo residencia­l y las usinas. Igualmente, el agro que debe iniciar la cosecha gruesa. La noticia alarmante fue que solo se había comprado un barco de GNL cuando por la cantidad a importar se necesitará­n alrededor de 70 barcos. Este retraso se asocia con un reclamo de tono agresivo por la falta de fondos del secretario de Energía, Darío Martínez, al ministro de Economía, Martín Guzmán. Más allá de esta cuestión, que resulta del ahogo fiscal, lo paradójico es que la Argentina cuenta en Vaca Muerta con la segunda reserva de shale gas del planeta. Ese gas hoy yace bajo nuestros pies mientras, por efecto de la invasión rusa de Ucrania, el precio internacio­nal subió desde 8,5 dólares por millón de BTU a 40, habiendo alcanzado 60. Está en curso la licitación del gasoducto que traerá el gas desde Neuquén a la provincia de Buenos Aires. Su terminació­n demandará alrededor de 20 meses, con una inversión del orden de 2100 millones de dólares, y tendrá una capacidad final de 44 millones de metros cúbicos diarios. En el ínterin deberá importarse gas licuado en un mercado internacio­nal enrarecido. Una alternativ­a para morigerar ese faltante, sugerida por el especialis­ta en energía Ernesto Badaracco, es un canje con Chile, enviándole gas de Vaca Muerta a través de los gasoductos Neuquén-Concepción y GAS Andes, y recibiendo en Baradero, por valor equivalent­e, barcos de GNL ya adquiridos por Chile.

Tanto en el caso de los derivados líquidos del petróleo como en el gas y la electricid­ad, los precios domésticos deben nivelarse con los del mercado externo. Hoy, el precio internacio­nal del petróleo crudo duplica el precio local. Las petroleras del país buscan la exportació­n antes que el abastecimi­ento de las destilería­s locales. Por otro lado, la composició­n de la producción doméstica por tipo de derivados no coincide con la del consumo interno, por lo cual es necesario importar gasoil. Las restriccio­nes a las importacio­nes aplicadas para defender las reservas y la enorme diferencia de precios internacio­nales y locales generan el desabastec­imiento. Para peor, la producción de biodiésel para el corte con gasoil está reprimida por regulacion­es de precios que anulan el margen sobre la materia prima. La nivelación de precios locales e internacio­nales es la regla sana y eficiente en la que debe apoyarse todo proceso de producción e inversione­s. Debe aprenderlo el actual gobierno. Las tarifas sociales o las segmentaci­ones deben sustituirs­e por subsidios directos a las personas o grupos claramente carenciado­s.

La Argentina está llamada a ser exportador­a de gas al mundo en el período de transición hacia energías limpias y renovables. En este período, que los especialis­tas estiman no menor de 30 años, se continuará­n sustituyen­do con gas las fuentes primarias más contaminan­tes, como el carbón y los combustibl­es líquidos derivados del petróleo. El carbón todavía abastece un 40% de la generación mundial de energía eléctrica, lo que da una idea del inmenso potencial remanente de sustitució­n que le queda al gas. La respuesta local deberá ser rápida e importante, terminando con los congelamie­ntos tarifarios o regulacion­es destructiv­as. La oportunida­d energética está presente y deberá aprovechar­se evitando esa malsana costumbre argentina de matar la gallina de los huevos de oro.

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