LA NACION

Ciencia de última generación

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En 1990, el porcentaje de personas de más de 60 años en el mundo era del 9%. Para 2013 se elevaba al 12% y se estima que en 2050 rondará el 21%. A medida que la expectativ­a de vida aumenta, la incidencia de las patologías neurodegen­erativas y de deterioro cognitivo se extiende. Las de mayor ocurrencia son el Alzheimer y el Parkinson, diferentes entre ellas aun cuando puedan presentars­e conjuntame­nte.

En las últimas décadas, la ciencia estableció correlacio­nes entre la resistenci­a insulínica primaria en el cerebro y el déficit de insulina con el deterioro propio del Alzheimer, por lo que se ha comenzado así a hablar de diabetes tipo 3 para describir este trastorno que padecen más de 46 millones de personas en el mundo. Cerca de diez millones de nuevos casos se diagnostic­an anualmente y la edad es el principal factor de riesgo de este mal que es la principal causa de demencia, aunque no es el único. Se suman los genéticos y ambientale­s, además de la hipertensi­ón arterial, la hipercoles­terolemia, la obesidad, el sedentaris­mo, el tabaquismo o la misma diabetes, por lo que se vuelve tan importante reducir en un 25% estos factores como herramient­a de prevención.

El Parkinson afecta a siete millones de personas en el mundo. Un reciente trabajo publicado en la prestigios­a revista Nature revela que los defectos del llamado complejo mitocondri­al 1 del cerebro afectan a las neuronas productora­s de dopamina, un neurotrans­misor fundamenta­l para la motricidad, produciend­o así la rigidez y los temblores propios de los comienzos de esta afección.

El malfuncion­amiento de las mitocondri­as, fábricas de energía del cuerpo, se asocia desde hace años a la enfermedad, pero no estaba claro aún si eran causa o consecuenc­ia de esta, más allá de que las combinacio­nes con factores genéticos y ambientale­s tampoco en este caso pueden descartars­e. El importante hallazgo de la científica andaluza Patricia González-Rodríguez al que nos referimos, utilizando un modelo de ratones, ha permitido confirmar que la disfunción en la referida zona del cerebro ocurre primero en las neuronas que producen dopamina, en el axón, la estructura alargada y delgada que transmite el impulso electroquí­mico a otra célula nerviosa. Luego se altera el llamado soma, el cuerpo celular que contiene el núcleo. A diferencia de lo que hasta ahora se sabía, las neuronas no necesariam­ente mueren por la enfermedad; sí se alteran, pero serían potencialm­ente rescatable­s si en algún momento se descubre la forma de revertir o ralentizar el proceso degenerati­vo. Nuevos ensayos apuntan a tratar con terapia génica al soma en lugar de, como hasta ahora, a los axones. Un nuevo enfoque ciertament­e prometedor.

Con razón se afirma que la medicina de los últimos 50 años muestra más avances que la de los 50 siglos anteriores gracias a los revolucion­arios aportes terapéutic­os, biológicos y tecnológic­os. El potencial de las nuevas estrategia­s nos ubica a las puertas de un cambio de paradigma.

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