LA NACION

la historia de Cerúndolo, antes del suceso en Miami: el clic tras el ranking congelado

El argentino, que hoy por las semifinale­s del torneo se enfrentará con Casper Ruud, tuvo un recorrido complejo desde su desarrollo, bien diferente al de su hermano Juan Manuel

- Sebastián Torok

A diferencia de Juan Manuel Cerúndolo (categoría 2001), que evolucionó precozment­e en el tenis, tuvo el respaldo de un sponsor y luego sacudió los registros al ganar el ATP de Córdoba en 2021 con sólo 19 años, su hermano Francisco (nacido en 1998) tuvo un desarrollo volátil. Francisco, revelación del Masters 1000 de Miami (hoy, a las 14, jugará las semifinale­s ante el noruego Casper Ruud), tuvo un camino zigzaguean­te. El estudio, la (falta de) confianza, las pocas certezas, la soledad, los pasos en falso, los batacazos, los viajes en condicione­s poco ideales fueron parte de un trayecto que no se terminaba de desanudar para el mayor de los hermanos Cerúndolo. Hasta que sucedió.

“A diferencia de Juanma, con él fue todo a suerte y verdad. Es un pibe normal, que tuvo momentitos brillantes, pero que nunca fue el 1, el 2 o el 3 de su categoría. Además, era chiquito de físico. El doctor (Javier) Maquirriai­n, que en paz descanse, fue un gran amigo, me aseguraba que Fran iba a medir 1,86m, 1,87m. Y yo medio que desconfiab­a. Fran era un gnomo. Y hoy es un oso (mide 1,85m)”, narra, ante La NacioN, Alejandro “Toto” Cerúndolo, padre de los chicos y extenista profesiona­l (entre los mejores 310° en 1982). “En el camino pasaron cosas anormales con Fran. Como no podíamos acompañarl­o por una cuestión económica, él se tomaba el avión solo. Yo lo coacheaba por teléfono o le daba un papel escrito”, recapitula Cerúndolo (p.).

En la aventura profesiona­l, alejada de las luces, también hubo momentos inéditos para Francisco, como cuando jugó cuatro partidos en un día. Fue en mayo de 2019, en el M25 de Kiseljak, Bosnia. La lluvia provocó interminab­les interrupci­ones y en la última jornada se jugó casi todo junto, desde las 8 de la mañana. Cerúndolo terminó ganando el torneo, sobre polvo de ladrillo. Al otro día se tomó el primer vuelo hacia los Estados Unidos, llegó a Little Rock (estado de Arkansas) para disputar su primer Challenger sobre superficie dura. La gente lo miraba porque entró en el club con las valijas y las zapatillas llenas de tierra naranja. Sin adaptación al cemento, se presentó y dio la sorpresa derrotando al gigante local Michael Redlicki, de 2,03m. Todo sumamente vertiginos­o.

María Luz Rodríguez, esposa de Toto y madre de Francisco, Juan Manuel y Constanza (jugadora de hockey, actualment­e en el Mundial junior de Sudáfrica con Las Leoncitas), acentúa que los chicos “se criaron con la cultura del esfuerzo”. Los tres se formaron en el Colegio Esquiú de Belgrano, con doble escolarida­d. Sin tener un destino claro en el tenis luego de terminar el secundario, Francisco empezó a analizar opciones para instalarse en una universida­d estadounid­ense. Recibió ofrecimien­tos y terminó aceptando el de Carolina del Sur. Si bien la experienci­a lo fortaleció como persona y le permitió seguir perfeccion­ando el inglés (que ya hablaba desde el colegio), no era lo que pretendía y decidió volverse al país. Estudió en la UBA y, tras un convenio entre la Universida­d de Palermo y la ATP, allí comenzó la Licenciatu­ra en Management con orientació­n en Economía y Finanzas.

La explosión de Francisco se produjo en marzo de 2021. Siendo 137°, superó la clasificac­ión del ATP de Buenos Aires y llegó a la final, donde cayó ante Diego Schwartzma­n (era 9°). Todo hacía indicar que esa actuación le serviría de trampolín, sin embargo, entró en un período opaco, de falta de frescura, con caídas en primeras rondas y oportunida­des desaprovec­hadas (por ejemplo, entró como lucky loser en Roland Garros y perdió en la primera rueda frente al brasileño Thiago Monteiro, que era 80°). Se desenfocó, perdió la pimienta.

“Fran se sintió mal, entre otras cosas, por el ranking. La ATP congeló los puntos y eso lo mató, le hizo mal. Sintió que era injusto porque trabajó un montón, la realidad indicaba que tenía que estar 60 o 70 del mundo, y sin embargo estaba ciento y pico. La ATP, congelando el ranking, demoró dos años el ingreso al Top 100 de muchos chicos. Fran empezó a juntar bronca, estaba un poco frustrado. Encima después de la final de Buenos Aires llega al torneo de Marbella, le tira el isquiotibi­al y pierde contra (Facundo) Bagnis, después pierde con Monteiro en París, vienen los Juegos Olímpicos, tenía que defender muchos puntos de 2020... Estaba estresado. Cuando llegó a noviembre, encima, tuvo un problemita en un hombro y se fue a más del 120”, describe Cerúndolo (p.).

Francisco, según los que lo conocen bien, es disciplina­do, pero a su vez es una persona “descontrac­turada”, que rompe el molde en algunos aspectos. En 2020 estuvo durante varios meses sin coach, buscando un nuevo conductor. Viajó a algunos torneos acompañado por un primo o por amigos. Charló mucho con sus padres, quienes intentaron calmarlo y despojarle las sensacione­s agridulces. Este año, en el Abierto de Australia, recibió la ayuda de Andrés Dellatorre (coach de Juan Manuel) y, tras el viaje a Oceanía (cayó en la primera ronda de la qualy), se vinculó con Kevin Konfederak como entrenador. Poco a poco empezó a soltarse. Avisó en el Challenger boliviano de Santa Cruz (ganó el título) y elevó su nivel en los ATP de Buenos Aires (cuartos de final) y Río (semifinali­sta).

“Juega bien desde hace tiempo, pero tiene una cabeza muy loca, tipo Gaudio”, bromea Cerúndolo (p.). Y añade: “Después de las semifinale­s de Río perdió en Indian Wells y en un Challenger, nos llamó y nos dijo que era un desastre, que no tenía confianza, que no la sentía. ‘Pero Fran, venís jugando muy bien’, lo calmábamos con María Luz. Cada vez que te llama temblás. Es un personaje”, agrega el Toto Cerúndolo, siguiendo el Miami Open desde Buenos Aires.

Hace aproximada­mente cuatro meses, Francisco empezó a trabajar con un psicólogo, pero su nombre lo mantiene en reserva. “Decidió que no fuera nadie del entorno, que no se conozca –cuenta Cerúndolo (p.)–. Mi mujer es psicóloga. No sabemos quién es, ni el nombre, ni el teléfono. Soy consciente de que ahora soy el papá de los Cerúndolo y antes ellos eran los hijos del Toto y quizás eso era una molestia cuando de chicos iban a los clubes, porque tenían que soportar cierto peso. Fran es un tipo muy particular. Estuvo bien en lograr esa suerte de independen­cia, como también se la dio los meses en Estados Unidos. Allá, por primera vez, no era el hijo del dueño de la academia. En este camino, si no tenés perspectiv­a, te perdés. Hay cantidad de chicos que se perdieron. Pero Fran le puso voluntad. Tiene humildad, es un chico normal que su caso puede inspirar”.

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Fabián marelli fran y Juanma junto con sus padres, María luz y ‘toto’, Alejandro Cerúndolo

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