El ferrocarril
Soy ingeniero agrónomo y quiero denunciar la carencia de una política de Estado respecto del ferrocarril. El descuido y la falta de previsión de los gobiernos nos han dejado en una situación más que precaria: increíblemente hemos permitido que se pierda el tren, que comunicaba y daba vida a muchas ciudades del interior, siendo por su contribución, un servicio de índole federal indispensable. Durante la década del 80 trabajé como asesor privado de establecimientos agropecuarios en distintos lugares de la provincia de Buenos Aires: 25 de Mayo, Bragado, Saliqueló, Chivilcoy, etcétera. Uno de mis trabajos estaba en Norberto de La Riestra, donde el único medio seguro de llegada desde la Capital era el ferrocarril. De otra manera se debía ingresar por caminos de tierra, poco amigables al tránsito en épocas de lluvia. Las líneas férreas, construidas por los ingleses hace más de 150 años, eran el medio más idóneo para el movimiento de personas y para sacar la producción hacia los puertos con seguridad y bajos costos. Ahora, en gran parte, en la Argentina todo se hace por rutas, sin tren y con altas tarifas. Poseemos un país con gran proporción de tierras llanas, facilitando ello el servicio ferroviario. Desde el punto de vista del movimiento de pasajeros sería de gran comodidad para muchos turistas viajar en trenes veloces con capacidad de traslado de vehículos. Los extranjeros, a quienes tanto les gusta esta vía de transporte, podrían visitar las bellezas que tiene nuestro país, estimulando la “industria sin chimeneas”. Tengamos en cuenta que se pueden utilizar las vías férreas con múltiples propósitos: cargas de todo tipo, traslado de personal e insumos, etcétera. A todo ello le podemos sumar la reactivación de los talleres de mantenimiento que había en muchos lugares del país, pudiendo de esta forma generar empleo genuino para muchos argentinos que sufren desocupación. Insisto: es necesaria una política estatal de ferrocarriles, aunque se declame que ya existe.
Fabián Méngoli
DNI 13.120.245