LA NACION

Histórico. Un piloto de la Segunda Guerra y otro de Malvinas, en el aire

Ronald Scott, de 104 años, voló con Carlos Selles, el único aviador que estuvo en las islas y aún sigue activo

- María Nöllmann

Ronald David Scott se jubiló como piloto hace 44 años, en 1978. Pero todavía hoy, a sus 104, sigue considerán­dose un apasionado de los aviones. Dentro de su rubro, es famoso por ser uno de los pocos argentinos vivos en haber luchado de manera voluntaria junto a los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Con una memoria prodigiosa, aún repite los recuerdos de aquellos años siempre que la situación lo amerita. Como la semana pasada, cuando fue invitado por la Asociación de Pilotos de Caza Argentina para almorzar.

Estos encuentros se volvieron costumbre para él desde que fue incorporad­o como socio honorario de la organizaci­ón, hace algunos años. Pero la última reunión fue especial. “Éramos como 35 pilotos, la mayoría jubilados. Contamos historias, como siempre. Y después surgió la invitación: un veterano de Malvinas me invitó a salir a dar una vuelta en un jet al día siguiente. Yo estaba chocho. Era un día soleado y dimos una vuelta por el Delta. Estoy muy agradecido”, cuenta Ronald, desde su departamen­to, en San Isidro.

“Él no lo sabe, pero la invitación que recibió para salir a volar estaba planeada desde hacía años. Antes de la pandemia, había surgido la idea de hacerle una especie de vuelo bautismo, pero por la pandemia no lo pudimos concretar. Él nunca había volado arriba de un Lear 45”, explica Carlos Selles (69), único piloto veterano de Malvinas que sigue en actividad. “La idea era que voláramos dos veteranos de guerra. Por eso lo saqué yo. Salió excelente. Gracias a Dios se pudo subir al avión. Se sentó atrás, pero se acercaba a la cabina, miraba, preguntaba. Tenía una cara de felicidad”, cuenta Selles.

Scott no sabía, hasta hace unos días, que actualment­e los aviones se manejan con piloto automático durante la mayor parte del vuelo. “Me preguntaba: ‘¿Y quién está volando ahora?’ Porque veía que teníamos las manos libres. Y yo le decía: ‘El avión, porque ahora ya está todo automatiza­do, excepto cuando tienes que despegar y aterrizar’, cuenta Selles, entre risas.

Él y sus compañeros de la asociación admiran a Scott, no solo por su participac­ión en la Segunda Guerra Mundial, sino también por la actitud con la que lleva su larga vida de 104 años. Más allá de los achaques de la edad que, según Scott, son cada vez más notorios, él se mantiene activo. Aún juega a las bochas inglesas en el Club Atlético San Isidro (CASI), a una cuadra de su casa, como hace décadas.

“A principio de año tuve que dejar porque estuve mal de salud. Pero ahora estoy volviendo de a poco. El sábado estuve en un torneo, aunque solo de observador, porque todavía me estoy recuperand­o”, cuenta entusiasma­do. Y suma: “Ahora trato de mantenerme activo y bien, para disfrutar de los días de sol”.

La actividad que más disfruta, sin dudas, es salir a volar. “Yo estoy para que me inviten, para salir a dar una vuelta. Fui piloto unos 35 años, y volé todo tipo de aviones. Me retiré a los 60, que es el máximo de edad. Siempre me encantó”, dice.

“Él tiene una actitud de vida envidiable, una fortaleza, una claridad de pensamient­os, una memoria impresiona­nte. Te cuenta cada historia… Son increíbles las cosas que ha hecho. Después del vuelo, cuando nos estábamos despidiend­o, me dijo: ‘me niego a disminuir mis capacidade­s, tanto motrices como intelectua­les’. Creo que es por esa actitud que llegó tan bien a los 104”, suma Selles, que ahora es piloto privado.

Durante la guerra de Malvinas, hace exactament­e 40 años, fue piloto de Mirage, un avión francés supersónic­o utilizado por la Fuerza Aérea Argentina. “Participam­os activament­e en la guerra desde las bases de Comodoro Rivadavia y desde Río Gallegos. Cumplimos misiones de cobertura aérea y de combate en las islas contra los Harrier ingleses”.

Scott, por su parte, es el piloto más antiguo de Aeroposta Argentina, una de las líneas aéreas que luego se fusionaría para crear Aerolíneas Argentinas. Antes de ingresar a ese cuerpo, en 1942, con 24 años y sin saber volar, se embarcó hacia Inglaterra para ofrecerse como piloto de avión de la Marina durante la Segunda Guerra. Luego de meses de instrucció­n, empezó sus funciones. “Yo estuve en una sección que tenía como misión proteger a los bombardero­s B1. Pero como tenía más años que la mayoría, me mandaron a un escuadrón de instrucció­n. Lo que hice fue ayudar a que los pilotos tuvieran mejor puntería. Volábamos juntos, me perseguían y me tiraban a mí para probar sus armas y mejorar la puntería”, contó Scott, durante una entrevista con la nacion, el año pasado.

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Scott y Selles en la cabina, mientras sobrevolab­an el delta del Paraná

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