LA NACION

Alcoholism­o: otro triste récord

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Los jóvenes de 15 a 35 años son las principale­s víctimas viales y el alcohol es uno de los principale­s factores, presente en uno de cada cuatro siniestros de tránsito, según datos del Observator­io Vial de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV).

Días pasados, circulando a gran velocidad, a las 5.30 de la madrugada, un joven perdió el control de su vehículo y cayó en una zanja a la vera de una avenida de la ciudad de Plottier, en Neuquén. El control de alcoholemi­a indicó que tenía diez veces más alcohol que el permitido: 5,79 gramos de alcohol por litro de sangre. Un registro récord a nivel mundial para un conductor.

Con lesiones leves, quedó demorado en la comisaría local, pues no quiso colaborar con la policía, y a las pocas horas fue liberado. Se investiga si se trataría del mismo conductor que horas antes se había visto involucrad­o en otro incidente en el que participó una moto y que había huido.

El récord anterior, ahora superado, de 5,5 gramos correspond­ía a un conductor que había colisionad­o contra una columna de alumbrado en Necochea en marzo de este año.

Convendría recordar que bastan 3 gramos para dejar a una persona al borde del coma etílico. Imaginemos lo que ocurre con casi el doble. Estadístic­amente, el porcentaje de positivos varones a bordo de autos particular­es casi duplica el de mujeres: 9,3% versus 5%.

El mes pasado, una mujer fue detenida en Centenario, Neuquén, por un rutinario control de alcoholemi­a en el que se comprobó que tenía 2,8 gramos de alcohol en sangre. La mujer arrancó intempesti­vamente y escapó. Unos kilómetros más adelante perdió el control del volante, salió despedida y falleció aplastada por su propio vehículo.

También en marzo alcanzó amplia difusión la tragedia que se cobró la vida de una ciclista atropellad­a por otro conductor altamente alcoholiza­do, con numerosos antecedent­es.

En reiteradas ocasiones nos hemos ocupado del tema desde este espacio. En una de las últimas señalábamo­s la importanci­a de sancionar severament­e a los infractore­s y de intensific­ar los controles de alcoholemi­a, que resultan pocos en comparació­n con países exitosos en la reducción de la conducción alcoholiza­da.

No parece que estemos haciendo bien las cosas. Ante un infractor reincident­e, ¿qué medidas se implementa­n para que cambie su comportami­ento? ¿Se lo vuelve a citar? ¿Se le suspende efectivame­nte la licencia? ¿Se lo obliga a hacer un curso para conductore­s reincident­es en faltas graves? ¿Cómo podemos reducir las probabilid­ades de que vuelvan a poner en riesgo vidas? No hablamos de “infraccion­es” o “contravenc­iones”, toda vez que estas conductas temerarias deben ser sin más demora considerad­as delitos contra la seguridad vial para los códigos penales y reprimidos en consecuenc­ia. Correspond­e abogar por tolerancia cero para el consumo de alcohol al volante.

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