Una política exterior no cualificada
La penetración política en el manejo de las relaciones exteriores (RR.EE.) puede ser muy positiva, si es cualificada. Sólidos cancilleres como Dante Caputo y Guido Di Tella, con una amplia y previa experiencia académica e internacional, y más allá de sus respectivas posiciones políticas, alcanzaron un alto nivel de respeto a nivel interno y externo. Pero cuando la penetración política en las relaciones exteriores no es cualificada, la política exterior se resiente drásticamente.
Un ejemplo de penetración no cualificada fue la exposición del canciller ante la Comisión de relaciones exteriores del Senado. Esta se basó en cinco puntos: recuperación de la pandemia, comercio exterior, integración, derechos humanos y Malvinas. Pero lo presentado –salvo los temas asociados a la pandemia– pareció más un enunciado de las responsabilidades habituales de la Cancillería que una estrategia.
Con respecto al viaje del Presidente a Rusia días antes de la invasión de Ucrania, el ministro explicó que había habido un drástico cambio desde esa visita hasta el comienzo del conflicto, y que el presidente francés había visitado Moscú una semana después. Pero Macron fue a tratar de evitar el conflicto, ya que había 130.000 soldados rusos en la frontera ucraniana –desde mucho antes de la visita de Fernández– y recibía alertas sobre la inminente invasión. El exsecretario de Estado Dean Acheson decía que si la política exterior es el escudo de la república, la inteligencia estratégica es lo que hace que este escudo esté en el lugar adecuado y en el momento adecuado. La falta de inteligencia estratégica del equipo del canciller hizo que el más alto representante de la Argentina no estuviera ni en el lugar adecuado ni en el momento adecuado.
Sobre el manejo de la pandemia, el ministro respondió que esta llegó sin un manual para su manejo, y que los países del norte habían tenido más acceso a la vacuna que los del sur, señalando un cierto egoísmo. Pero este argumento pareció muy débil ante el hecho concreto de que las vacunas norteamericanas Pfizer fueron rechazadas por el Gobierno en una etapa inicial, y ante el inexcusable egoísmo del Gobierno de vacunar a funcionarios y militantes antes que a otros ciudadanos.
En cuanto a comercio exterior, dijo que hay que aumentar exportaciones, como de litio y cobre. Pero no habló de la posibilidad concreta de exportar grandes cantidades incrementales de maíz, trigo y girasol a aquellos países en el norte de África, en Medio Oriente y en Asia que no están siendo abastecidos a tiempo por Ucrania y Rusia.
En derechos humanos, señaló el logro de que un argentino presida la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Pero el Gobierno ha perdido credibilidad interna y externa en este campo. Esperó hasta la llegada del informe de la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU –Michelle Bachelet– para condenar a Venezuela, cuando la cercanía geográfica, el conocimiento político mutuo y el compromiso del continente con los derechos humanos proveen otros mecanismos –incluida la OEA– para identificar y luego condenar a un país transgresor. Por supuesto, los informes de Bachelet deben ser tenidos en cuenta para apoyar condenas fuera del continente.
Así, la penetración política no cualificada en el manejo de las relaciones exteriores queda ilustrada en el informe del canciller. Si conseguir resultados positivos con un buen equipo de relaciones exteriores es un gran desafío, conseguir buenos resultados con funcionarios no cualificados es imposible.ß