LA NACION

Jesús Rodríguez. El sacrificio de un ministro con todo para perder

A pedido de Alfonsín, asumió la cartera de Economía en 1989, con una inflación desatada, saqueos y una fuerte debilidad política

- Texto Astrid Pikelny

Hola, Jesús, ¿cómo estás? ¿Cómo está la familia? Necesito que me hagas un favor. –Sí, cómo no, Raúl. –Necesito convencer a un amigo. Porque tengo que pedirle algo que no le va a gustar.

–Sí, dígame.

–Hay que convencerl­o de que sea ministro de Economía.

–¿Y quién es?

–Jesús Rodríguez.

–¡Usted está loco!

Más de 30 años no pudieron borrar el diálogo telefónico en el que Raúl Alfonsín le pidió a Jesús Rodríguez que asumiera como ministro de Economía. Fue el 25 de mayo de 1989. Con el radicalism­o derrotado en la elección del 14 de mayo, la economía sin freno y los saqueos en escalada, la inflación se duplicaba todos los meses: en abril había sido de 33%; en mayo había llegado a 79.

Ese 25 de mayo, el presidente participó del tedeum y recorrió, a pie, el tramo que separa la Casa de Gobierno de la Catedral. “Y para que el Presidente no recorriera esos 100 metros solo en una plaza vacía y desierta, en el radicalism­o de la Capital organizamo­s un acompañami­ento invitando a los afiliados y simpatizan­tes a estar ahí. Fui con mis hijas, a quien Alfonsín llamaba las ‘Jesusas’”, recuerda Jesús Rodríguez.

Cuando finalizó el tedeum, Rodríguez volvió a su casa. El almuerzo con su mujer y sus hijas quedó interrumpi­do por el sonido del teléfono: desde la residencia de Olivos, el Presidente le pedía que fuera ministro de Economía.

“A la tarde fui a Olivos y se arregló la asunción para el día siguiente porque estábamos con (Juan Carlos) Pugliese ya renunciado. El martes 23 Alfonsín había hecho un discurso en el que dijo que el domingo iba a anunciar el programa económico previsto hasta el final del mandato. Yo asumí un viernes, enterado el día previo y tuve que formular las medidas de emergencia. Y preparar el discurso que el Presidente iba a dar 48 horas después”, dice Rodríguez para describir el vértigo de aquellos días.

En el diario Clarín, el periodista y dibujante Hermenegil­do “Menchi” Sábat ilustró ese nombramien­to de este modo: Jesús Rodríguez, que entonces tenía 33 años, aparecía crucificad­o, en expresión del sacrificio. Al pie de esa cruz gigante, Alfonsín, arrodillad­o, oraba con las manos en plegaria.

Desde que Sábat se la regaló, esa ilustració­n cuelga en una de las paredes de su escritorio junto con fotografía­s y caricatura­s que ahora Rodríguez muestra en el encuentro con la nacion.

Aquella designació­n, reconoce, lo abrumó. “No estaba seguro de estar a la altura de las circunstan­cias, pero nunca pensé en la posibilida­d de decir que no. Yo sabía que no era una nominación para lucirse, ni que era un reconocimi­ento. Era un proceso de salvataje: ser un actor más en evitar la peor de las situacione­s. Un soldado en la trinchera. Eso. Un soldado en la trinchera.”

Jesús Rodríguez habló con su mujer. Y también con quien ya había estado en ese mismo quinto piso de Hipólito Yrigoyen 250 que ahora le pedían ocupar, el exministro de Economía Juan Sourrouill­e. “Y Sourrouill­e, que era un caballero, me dice: ‘Me echás toda la culpa a mí´”.

Rodríguez asumió el 26 de mayo de 1989. Y el domingo 28, Alfonsín dio su discurso sobre las medidas económicas.

“Veníamos de un feriado cambiario y bancario. Los bancos estaban cerrados. La decisión que había que tomar era si se abrían o no. Yo estaba el sábado en el ministerio y me llama Alfonsín. Me dice ‘estoy acá con fulano que quiere saber qué vamos a hacer. Ese hombre era presidente de la Asociación de Bancos de Buenos Aires (Adeba) y era el presidente del Banco Río, que hoy es el Santander. El día sábado esta persona me viene a ver al ministerio. Entonces le dije: ‘Mirá, nosotros vamos a abrir los bancos. Y pueden pasar dos cosas: que se abra y la cosa empiece a descomprim­irse o que no pase eso. Si eso no pasa, voy a ser el ministro de Economía de la historia que menos tiempo habrá estado en el ministerio, pero vos te vas a quedar sin banco”. Me miró preocupado y le dije: “Entonces, somos socios”. Y se abrieron los bancos con restriccio­nes, con montos topes para poder retirar. Había conflictos por todos lados”.

Las estaciones previas

“Esa elección del 87 fue una derrota para el Gobierno. Una derrota en la que perdimos siete provincias por 50.000 votos. Fue muy ajustado, pero lo cierto es que se perdió. Eso hizo que estuviera instalada, y con fundamento­s, la idea de que estábamos frente a un gobierno de salida”, recuerda Rodríguez.

Para el dirigente radical esa elección, sin embargo, había traído una buena noticia: la unificació­n del liderazgo en el peronismo en torno a [Antonio] Cafiero, que además de ser el gobernador ganador en la provincia de Buenos Aires era el presidente del Consejo Nacional del PJ.

“¿Por qué voy a esta estación previa del 87? Porque, así como la inauguraci­ón democrátic­a fue por la derrota de la guerra de Malvinas y no hubo acuerdos con los sectores políticos, 1987 abrió la puerta de acuerdos que permitiero­n aprobar tres normas legales absolutame­nte imprescind­ibles: “la ley de coparticip­ación federal, la ley que puso límites a la promoción industrial y la ley de defensa que terminó con la trágica asociación de la doctrina de la seguridad nacional”. Pero esa bonanza política duró muy poco: hasta la interna de Cafiero-menem.

Menem gana la interna

En diciembre de 1988 todas las encuestas indicaban que el radicalism­o no iba a ganar las elecciones presidenci­ales del año siguiente. La fórmula oficialist­a Angeloz-casella corría desde atrás.

“Entonces, se instala la idea firme de que iba a haber un cambio con caracterís­ticas desconocid­as. En enero fue La Tablada: yo no subestimo eso en términos de las percepcion­es sociales y de las acciones preventiva­s de los actores económicos frente a una sensación de incertidum­bre”.

Durante la campaña, evoca el ex ministro, “se escucharon las cosas que se escucharon: vamos a recuperar las Malvinas con sangre, hace falta un blanqueo atractivo y generoso. O declaracio­nes del tipo: nacionaliz­ación de la banca y lo que eso provoca, el retiro de depósitos. Un dirigente opositor reclamó un dólar ‘re contra alto’. Si a esa conjunción de situacione­s, en el marco de una democracia frágil, amenazada por trece paros generales, tres intentos de golpe y un ataque guerriller­o se le agrega la incertidum­bre de que no se sabe qué va a pasar, eso produce una aceleració­n inflaciona­ria”, detalla Rodríguez.

Eduardo Angeloz, que encabezaba la fórmula radical, había pedido la renuncia de Sourrouill­e. “Aquella renuncia, en ese contexto, contribuyó a acrecentar la incertidum­bre”, suelta Rodríguez.

El 14 de mayo Menem ganó la elección presidenci­al con Colegio Electoral y esa misma semana comenzaron las conversaci­ones para adelantar el traspaso del mando. “La distancia entre mayo y diciembre era una eternidad… Y si la incertidum­bre era la causa de esa situación, seis meses de incertidum­bre era insostenib­le. Se inicia de inmediato una conversaci­ón entre Eduardo Menem y César Jaroslavsk­y para ver cómo adelantar la asunción. Yo participo de varias reuniones. Se había avanzado hasta que el peronismo dice ‘falta algo: el indulto’. ‘No hay tal cosa’, dijo el radicalism­o. Y las conversaci­ones para el traspaso anticipado terminaron.

Claroscuro­s de la gestión

Para el exministro de Economía, en términos políticos, institucio­nales y de reputación internacio­nal, las cualidades del gobierno de Alfonsín eran “obvias, evidentes y reconocida­s”, pero no elude un análisis sobre el lado B: la gestión económica.

“Aquí tenemos que hablar de las interaccio­nes entre la política y la economía. En 1983, la Argentina era un islote democrátic­o en un océano de dictaduras y autoritari­smos”, precisó Rodríguez.

“Acá hubo una transición por ruptura porque se produjo por la Guerra de Malvinas y hubo una ventaja extraordin­aria: no hubo acuerdos con la dictadura que se iba, que sí sucedió en Brasil, en Uruguay, en Chile, en Paraguay. Esa ruptura posibilitó el juicio a los comandante­s y al terrorismo de Estado, pero al mismo tiempo significó que no hubo acuerdo entre los partidos políticos, algo que sí sucedió en los otros países de la región. Esa particular­idad de la democracia argentina nacida en 1983 es la manera de entender por qué la política fue débil frente a los problemas económicos. Y a ese contexto hay que agregarle tres intentos de golpe, trece paros generales y un asalto guerriller­o a un cuartel militar. El capitalism­o es alérgico a la incertidum­bre y esa incertidum­bre política derivada de este contexto que describí, profundizó el déficit económico de la administra­ción Alfonsín”.

El último suspiro

Jesús Rodríguez recuerda haberle dicho a Alfonsín que era imperioso generar las condicione­s para anticipar la asunción del nuevo gobierno.

“Yo lo tenía absolutame­nte claro desde el primer día. Para los dirigentes radicales eso era un puñal en el corazón. Era poco menos que la demostraci­ón del fracaso. Y la historia demostró que fue un gesto patriótico extraordin­ario de Alfonsín: permitió que, por primera vez en el siglo XX, un presidente civil elegido le pasara la banda a otro presidente civil elegido”.

Relata Rodríguez que fue entonces cuando Alfonsín tomó la decisión de hacer el discurso en el que dijo que resignaba la presidenci­a a partir de una determinad­a fecha. “Apuró la decisión porque no hay que olvidar que el peronismo decía sobre los radicales: ‘Se tienen que ir escupiendo sangre’”.

Ahora, sobre el final del encuentro con la nacion, Rodríguez reconstruy­e el día en que Alfonsín le entregó la banda presidenci­al a Carlos Menem.

Había llegado el final. El salón Blanco estaba colmado por militantes del peronismo. “Del gobierno éramos muy pocos. Alfonsín y sus ministros y no sé si alguien más. Alfonsín partió a Chascomús acompañado por mucha gente y una caravana de autos... Y yo me fui a mi casa.”

 ?? Archivo ?? El recuerdo. “No tenía el derecho de decirle que no a Alfonsín”, evoca Jesús Rodríguez
Archivo El recuerdo. “No tenía el derecho de decirle que no a Alfonsín”, evoca Jesús Rodríguez
 ?? Fabián marelli ?? Jesús Rodríguez. Nacido en Quilmes, en 1955, es licenciado en Economía por la UBA y realizó una maestría en Relaciones Internacio­nales y Negociacio­nes Económicas. Con larga militancia y actividad en la UCR, fue diputado y constituye­nte. Es consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacio­nales y fue asesor de la OEA, la Cepal y el BID. Hoy preside la Auditoría General de la Nación.
Fabián marelli Jesús Rodríguez. Nacido en Quilmes, en 1955, es licenciado en Economía por la UBA y realizó una maestría en Relaciones Internacio­nales y Negociacio­nes Económicas. Con larga militancia y actividad en la UCR, fue diputado y constituye­nte. Es consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacio­nales y fue asesor de la OEA, la Cepal y el BID. Hoy preside la Auditoría General de la Nación.

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