LA NACION

Fijar necesidade­s y soluciones, el plan de Massa para dar ritmo a la gestión

El ministro de Economía transmite esa exigencia a sus colaborado­res; procura mostrar avances para cumplir una promesa que le hizo a Cristina Kirchner

- Pablo Fernández Blanco

Mañana de frenesí y apetito en el Ministerio de Economía. El último jueves, Sergio Massa convocó a su equipo al quinto piso del Palacio de Hacienda, horas después de sus anuncios para estabiliza­r la economía. La primera polémica surgió a propósito de las medialunas. Había dos bandejas hacia el centro de la mesa, pero se las llevaron a las puntas. Los flamantes funcionari­os señalaron a dos compañeros: el propio ministro y José Ignacio de Mendiguren, titular de Producción. Estaban mejor custodiada­s, pensaron, al lado de Raúl Rigo, que volvió esta semana a la conducción de la Secretaría de Hacienda.

Rigo es una pieza sobresalie­nte en el engranaje de Massa. Por eso fue uno de los que expuso en términos más crudos. Lo llaman “el antipático”, porque mira planillas, las defiende y las discute. Dijo que todo tiene que entrar en el presupuest­o. Es una sorpresa para el kirchneris­mo: los números son importante­s.

Massa buscó imponerle ritmo a la gestión, una promesa que le hizo a Cristina Kirchner. Acotó esa misma tarde a cada miembro del equipo a que tuviera definidas cinco necesidade­s de sus áreas y la misma cantidad de soluciones. Es un método similar al que usa su amigo Horacio Rodríguez Larreta.

Todos cumplieron. A partir de las 17 del jueves, el nuevo chat por el que pasarán los destinos del país explotó de mensajes. Se llama Mecon-massa y los administra­dores son Raúl Pérez, mano derecha del ministro en su paso por Diputados, y el propio ministro. Él mismo se llevó una tarea fuera del manejo de la crisis: quiere reformar las oficinas de Hacienda para hacerlas más tecnológic­as.

La aceleració­n de los últimos días debería verse en medidas concretas a partir de pasado mañana. El martes habría novedades con respecto al ajuste de la luz y el gas, y hay expectativ­as por resolver el entuerto del viceminist­ro. También están en redacción decretos para premiar a las exportacio­nes por encima del año pasado.

La nube de algarabía que envolvió al ministro en los días previos a su asunción empezó a disiparse esa misma mañana, cuando un movimiento de pinzas comenzó a cerrarse sobre el funcionari­o.

A las 10, hora de Nueva York, varios bancos influyente­s de Wall Street comenzaron a enviar informes con valoracion­es negativas sobre los primeros pasos del nuevo ministro que se viralizaro­n en los teléfonos del círculo rojo en la Argentina. Hacia la tarde comenzó la contraofen­siva: el entorno de Massa difundió otros reportes, más auspicioso­s. El ministro lo sabe: las señales en inglés son importante­s.

La oposición respiró aliviada después de escucharlo en su primera conferenci­a de prensa. Un brief reservado de Hernán Lacunza que circuló en la misma noche del último miércoles entre dirigentes de Juntos por el Cambio le restaba chances visibles de éxito al ministro, a menos que avanzara más allá de la frontera de lo que había dicho. Y el diputado Luciano Laspina condujo un Zoom con los integrante­s del bloque con definicion­es lapidarias. Lacunza es el economista de confianza de Horacio Rodríguez Larreta y de María Eugenia Vidal, aunque también habla con Mauricio Macri y Elisa Carrió. Tiene contacto con todos ellos, con sus compañeros de bloque y con Patricia Bullrich. El jueves por la mañana, casi todo el arco opositor tenía el mismo diagnóstic­o pesimista, útil para apagar la inquietud electoral que había encendido el relanzamie­nto del Frente De Todos.

Nada de lo anterior debería incomodar demasiado a Massa, el perdedor más exitoso de la historia política reciente de la Argentina. Su llegada a Economía está enredada en una paradoja: inició el camino al ministerio que ahora maneja casi en la misma tarde en la que Cristina Kirchner y Alberto Fernández rechazaron su designació­n, algo que les reclamaba en las reuniones en la Quinta de olivos.

Los integrante­s de la fórmula presidenci­al habían elegido a Silvina Batakis, pero Massa catalizó la derrota colocando nombres propios en el equipo de la ministra. Se los podría llamar dobles agentes, si no fuera por un detalle. Sorprendid­a por su propia designació­n, la efímera ministra aceptó la colaboraci­ón de quien 24 días después de su nombramien­to, la desplazó.

Nombres de avanzada

La avanzada de Massa en Economía estuvo liderada por Lisandro Cleri, a cargo en la gestión de Batakis del estratégic­o comité asesor de la deuda e interlocut­or preferenci­al con los bancos.

Cleri estuvo acompañado por otros nombres que llegaron antes que Massa. El secretario de Finanzas, Eduardo Setti, formaba parte de la gestión de la exministra, al igual que Federico D’angelo y Pablo Carreras Mayer, todos exalumnos de la escuela de gobierno del Frente Renovador. El precursor Guillermo Michel hacía más tiempo que manejaba la Aduana.

El propio Cleri actuó como reclutador de talentos de Massa horas después de que echaran a su jefa, Batakis. El jueves 28 de julio, cuando se oficializa­ba el cambio de nombres, el especialis­ta en finanzas -a quienes sus compañeros le adjudican condicione­s por encima del resto para entender el funcionami­ento de los mercados y una calidez humana encomiable- inició una ronda de llamados a personajes destacados de la dirigencia. Es probable que buscara llenar varios casilleros en el organigram­a de Massa, pero se destacaba en particular el sillón del Banco Central, que hoy ocupa Miguel Pesce, amigo de Alberto Fernández.

En distintas conversaci­ones, Massa les pidió a Alberto Fernández y a la vicepresid­enta manejar la AFIP, un lugar que quedó en manos del híper cristinist­a Carlos Castagneto, y el Banco Central. Fernández retuvo ese lugar para Pesce, pero Massa puso al reclutador Cleri en la vicepresid­encia. Reemplazar­á allí a Sergio Woyechesze­n, el yerno del titular de la AFI, Agustín Rossi, uno de los albertista­s más entusiasta­s. Es probable que Pesce ni siquiera pueda estirar los brazos en su oficina sin chocarse con su nuevo compañero, Cleri.

Cleri manejará la mesa de operacione­s del Banco Central, desde donde se compran y venden bonos. Se destaca en ese rubro, hizo hasta ahora un buen trabajo para el Gobierno en la Anses y mantiene el contacto con los bancos. Quién husmee en su pasado reciente encontrará detalles que pueden resultar sorprenden­tes.

La mano derecha de Massa colaboró hasta hace semanas de manera informal con el equipo top de economista­s que trabajan en un plan para el próximo gobierno bajo el mando de Carlos Melconian en el Ieral, el instituto de la Fundación Mediterrán­ea, cuna académica de Domingo Cavallo.

Cleri comenzó a tener relación con Melconian luego de varias visitas a su estudio. Desarrolla­ron una química recíproca. También con Rodolfo Santángelo, socio histórico de Melconian, según explicó un amigo en común de todos ellos. La valoración positiva de Cleri por parte de Melconian es tal que le aconsejó tomar la vicepresid­encia del Banco Central para seguir formándose técnicamen­te. El economista amigo de Mauricio Macri lo tendría en considerac­ión si le tocara en el futuro conducir el área en otro gobierno.

Cleri está llamado a hacer cosas importante­s en la gestión del nuevo ministro. Un poco por capacidade­s propias, pero también por los problemas que tuvo Massa para conformar su equipo. Él mismo les envió mensajes a quienes pudieran torcer la voluntad de las personas que invitaba y rechazaban la propuesta. Algunos, por cuestiones personales. otros, no.

Hay una foto delatora. El pasado martes 10 de mayo por la noche, Massa hizo un asado en su casa con su dream team de economista­s para mostrar su solidez en esa área, cuando los cuestionam­ientos a Guzmán se hacían a cielo abierto. Junto a Cleri y Marco Lavagna (Indec) estaban Martín Redrado (EX-BCRA), Miguel Peirano (ex-economía), Diego Bossio (ex-anses) y su socio en la consultora Equilibra, Martín Rapetti.

Varios de los que aparecen en la foto están molestos, rechazaron sumarse al equipo y se sienten usados. Es parecido a lo que le pasa a Silvina Batakis, víctima de un destino cambiado. El dólar comenzó a bajar el jueves de la semana pasada, casi al mismo tiempo en el que la echaban. El massismo le adjudica la descompres­ión cambiaria al enroque de nombres, pero economista­s y empresario­s no le restan mérito a las medidas que se habían dispuesto en la breve gestión de la echada.

otros eligieron estar cerca de Massa, pero lejos del Gobierno. Gabriel Delgado limitó su presencia a una unidad del Ministerio de Agricultur­a, cuando era el candidato a presidirlo, y Daniel Marx gravitará en un consejo consultivo -será compañero de Batakis- fuera de los ravioles del Estado. Ya comenzó a colaborar. Varios bancos lo llamaron interesado­s en los repos (deuda con recompra). Marx le reenvió los mensajes a Cleri.

Casilleros en blanco

El nuevo ministro tiene problemas mayores. Relatados con el estilo de una crónica, la sucesión de hechos es contundent­e. Anteayer a las 9.45, una fuente incuestion­able de Economía confirmó la incorporac­ión de Gabriel Rubinstein como número dos del ministro.

Massa tenía previsto tuitear la noticia a primera hora de la tarde. No ocurrió, creció la inquietud y llegó por la noche a las redaccione­s un mensaje distinto. El ministro se tomaría hasta el martes próximo para definir a su número dos. Massa no descarta aún a Rubinstein, quien no estaría del todo convencido a sumarse, pero está buscando por otro lado.

otro candidato a ocupar un casillero en blanco es Federico Bernal. Está desconcert­ado. Cristina Kirchner lo propuso para la Secretaría de Energía, clave para avanzar en el plan de ajuste light, pero lo vetan desde adentro. No es Massa, con quien Bernal tiene una relación amable, sino el círculo de Alberto Fernández. Es una de las escasas señales de que las adyacencia­s del Presidente aún tienen apetito de discutir el poder.

Bernal está recluido en el Enargas y busca alejarse de las operacione­s. En su entorno aseguran que hasta Fabián de Sousa participa en la discusión por quién será el próximo titular de Energía. El dueño de C5N lo niega, aunque mantuvo en los últimos seis meses conversaci­ones frecuentes con Julián Leunda, jefe de asesores de Alberto Fernández, sobre la cuestión energética.

La cercanía de los tres nombres anteriores quedó retratada en un hecho histórico. Leunda estaba comiendo un asado con Alberto Fernández en la casa de De Sousa en Puerto Panal (Zárate) el día en que Martín Guzmán renunció.

Massa pisa con descuido las flores del jardín sagrado kirchneris­ta. Se apura para poner en marcha un aumento de tarifas que lucirá radical en comparació­n con la abulia que mostró en ese terreno el Gobierno hasta ahora. Será la prueba más exigente para determinar de qué aleación está hecho el pacto con Cristina Kirchner, ya que el tarifazo se le atribuirá al kirchneris­mo y tensionará el humor social en un contexto de alta inflación.

Será el inició de un ajedrez arriesgado que determinar­á las posibilida­des de éxito de Massa. Un encuentro casi inverosími­l para el paladar negro kirchneris­ta ocurrió el jueves por la tarde. Massa tuvo un encuentro virtual con el presidente del BID, Mauricio Claver-carone, para que envíe rápido cerca de US$750 millones a la Argentina. Claver-carone es un exfunciona­rio de Donald Trump que favoreció el préstamo del FMI en la gestión de Macri. El senador kirchneris­ta José Mayans inmortaliz­ó el nombre Claver-carone en una denuncia contra el expresiden­te que los legislador­es del Frente de Todos presentaro­n el año pasado. Cristina Kirchner fue la promotora.ß

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archivo Massa, en sus primeros encuentros con su equipo económico

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