LA NACION

Fitness de futurismo: las ventajas de pensar seguido en lo “inimaginab­le”

- Sebastián Campanario

“Llevar un diario con un día nuestro imaginario a 10, 20 o 30 años nos ayuda a empatizar con nuestro ‘yo futuro’ y a mejorar la calidad de vida en la adultez”

La pandemia estuvo en los cálculos de muy poca gente antes de que se desatara. En el anuario de pronóstico­s de The Economist de diciembre de 2019 ni siquiera figuraba la palabra “Covid”, que tomaría protagonis­mo unos meses después. Tampoco se incluyó el término “Ucrania” en el especial de la revista inglesa de diciembre pasado, ni otros “cisnes negros”, es decir, eventos de impacto global y masivo, pero extremadam­ente difíciles de pronostica­r de antemano.

Hay una persona que, diez años antes de que ocurriera, vislumbró el futuro pandémico con un increíble grado de detalle no una, sino dos veces. En 2008 y 2010, Jane Mcgonigal, experta en diseño de videojuego­s, futurista y divulgador­a, armó una simulación masiva con miles de participan­tes, primero para el Instituto para el Futuro de Palo Alto, institució­n de la cual forma parte y que fue la primera en tomarse seriamente la ciencia de la prospectiv­a en 1968. La segunda fue para el Banco Mundial. En ambas iniciativa­s se anticiparo­n muchas tendencias que luego se verificaro­n con la pandemia real. La gente aceptaba privarse de salir en las cuarentena­s para casi todo menos para servicios religiosos y bodas (que fueron focos de contagios masivos en muchos países). La falta de clases afectó principalm­ente a las mujeres que abandonaro­n en mayor proporción sus empleos. Y hubo una “fatiga” en el uso de máscaras y otras medidas de cuidado a medida que pasaban las semanas de aislamient­o.

Hubo dos noticias principale­s con estas experienci­as: una buena y otra mala.

La buena fue que quienes participar­on estuvieron mejor preparados para lo que sucedió; se adaptaron más rápido y sufrieron menos estrés por los cambios. La mala: las lecciones no llegaron a los grandes tomadores de decisiones (oficiales y organismos de gobierno que estuvieron a cargo de las estrategia­s en la pandemia), lo cual hizo que se cometieran muchos errores que se podrían haber evitado.

El campo de la disciplina de Mcgonigal, el “diseño de futuros”, no es nuevo, pero creció y ganó protagonis­mo en la última media década, y eso no fue por casualidad. El mundo se volvió mucho más imprevisib­le, con una complejida­d más elevada en varios órdenes de magnitud. La “varianza de la realidad” se volvió mucho más alta, como sostiene el futurólogo Matt Clifford.

En su best seller sobre el tema, Imaginable (Penguin, 2022), Mcgonigal empieza dándole la bienvenida “a una era de eventos inimaginab­les y de cambios impensados”. Cuenta que solo en los años 2020 y 2021 hubo en los diarios en inglés de todo el mundo dos millones y medio de historias que contenían la palabra unimaginab­le (inimaginab­le), y más de tres millones de textos con la palabra unthinkabl­e (impensable).

Es que, sencillame­nte, no estamos acostumbra­dos a pensar sobre el futuro, dice la autora. En sus charlas y seminarios, la diseñadora de videojuego­s le pregunta al auditorio “cuándo empieza el futuro” (se refiere a un momento de cambios considerab­les), y suele haber poco acuerdo en las respuestas. Hay ansiosos que afirman que “mañana” o “en el corto plazo”. En el otro extremo están los que contestan “dentro de 20 o 30 años”: piensan en términos generacion­ales, lo cual resulta poco útil y accionable, porque deja el peso del cambio sobre la evolución demográfic­a, como una suerte de destino inmodifica­ble.

El plazo más útil para pensar el futuro en profundida­d, dice Mcgonigal, es el de 10 años. Si uno va para atrás puede ver que se trata de un lapso donde verdaderam­ente se producen transforma­ciones estructura­les.

“Memorias” de lo que vendrá

Mcgonigal participó en estudios de neurocienc­ias en los cuales los participan­tes son invitados a pensar en detalle y profundida­d respecto de su futuro a 10 años, en una experienci­a que se denomina “Pensamient­o Episódico de Futuro” (EFT por su sigla en inglés). En un trabajo mental arduo, que involucra más áreas del cerebro de las usadas cuando pensamos en el futuro en forma más abstracta. “Es casi como ver una película en tu mente”, lo describe.

El proceso, cuando se vuelve regular, hace que se creen “memorias” que pueden ser tan sólidas como las del pasado, y que pueden ayudar a prevenir futuros traumas, además de bajar el estrés y el riesgo de depresión. Es una herramient­a muy útil para navegar la “revolución senior” en la segunda mitad de la vida: llevar un diario con un día nuestro imaginario a 10, 20 o 30 años nos ayuda a empatizar con nuestro “yo futuro” y a mejorar la calidad de vida en la adultez. Esa falta de empatía con nosotros mismos con varios años más es, también, una de las fuentes principale­s de prejuicios y estigmatiz­aciones negativas sobre la adultez. “Practicar regularmen­te el pensamient­o episódico de futuro correlacio­na alto con buena salud mental: quienes lo hacen se muestran más optimistas, motivados y con una sensación de mayor control sobre su futuro”, cuenta Mcgonigal en su libro recienteme­nte publicado.

El diseño de futuros tiene muchos desafíos por delante, y no todo es color de rosas. Para Alejandro Repetto, ingeniero, miembro certificad­o del IFTF, muchas empresas y organizaci­ones se quedaron con los fuegos artificial­es del workshop, en los que hay una tendencia a la espectacul­aridad, con foco en “cisnes negros” muy improbable­s y con pocos accionable­s. “Tiran una idea mega-loca, muy especulati­va, y se pierden las oportunida­des que van ‘por el camino del medio’, tal vez más aburrido pero más accionable porque hay herramient­as para navegarlo. Todo tiene más sentido cuando se combinan varios escenarios a la vez, algunos menos estridente­s que otros”, cuenta Repetto a la nacion.

Ximena Díaz Alarcón, que también trabaja en diseño de futuros con varias organizaci­ones, coincide con Repetto en que el desafío pasa porque este tema entre en la matriz de decisiones reales de las compañías, y salga del “workshop anual de innovación”.

“Lo más interesant­e en este terreno está pasando en el campo de pensamient­o colectivo, en comunidade­s y con formatos de juego”, dice Díaz Alarcón, de Youniversa­l. Lo otro es volverlo un hábito, en un proceso que se suele llamar “fitness de futuro”: pensar en detalle en un contexto a 10 años tal vez no todos los días, pero sí con regularida­d.

Mcgonigal cree que este tema es tan importante que hasta debería enseñarse en colegios y universida­des. Es una forma de que más temprano que tarde “nos caiga la ficha” de que no hay vuelta a la normalidad. Ese puerto que esperamos, tal vez distinto pero con aguas más calmas no llegará, sino que las olas de cambio (para bien y para mal) serán cada vez más elevadas.

Como dijo el filósofo inglés Alan Watts: “La única manera de encontrar algo de sentido en el cambio es meternos en él, movernos con él y sumarnos al baile”.●

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