LA NACION

Televisión. La narrativa de las telenovela­s se impone en el rating

pantallas. Tanto en la TV abierta como en las plataforma­s, la ficción televisiva más clásica vuelve a ser reivindica­da y funciona como trampolín para llegar a grandes audiencias globales

- Marcelo Stiletano

Génesis: el origen de todo se llama en la Argentina la telenovela bíblica brasileña que acaba de ponerse en marcha desde la pantalla de Telefe con números óptimos en las mediciones de audiencia. A partir de ese título reaparece de manera inmediata y literal una de las leyes de hierro que tiene la TV abierta. En el origen de todo está la telenovela, y en el futuro también.

La vigencia de la expresión más antigua y duradera de las ficciones televisiva­s está una vez más a la vista, como ocurrió tantas otras veces a lo largo del tiempo. No debería sorprender­nos por lo tanto este regreso, que ante todo sugiere que la TV evoluciona en este terreno a partir de un recorrido histórico más circular que lineal. Nos dice también otra cosa bastante elemental, que suele pasar inadvertid­a pese a que está en primer plano: las nuevas generacion­es no son para nada reacias al contacto con este tipo de relatos de raigambre tradiciona­l y más bien conservado­ra. El fenómeno se renueva también a través del streaming.

Un vistazo a la pantalla de inicio que tienen las diferentes plataforma­s disponible­s en la Argentina puede proporcion­arnos indicios tan útiles como los números diarios del rating en los canales abiertos para entender un poco más este fenómeno cada vez más sólido y revelador. Desde hace un buen tiempo, para asombro de muchos, un clásico inoxidable del género en su genuina identidad latinoamer­icana, la colombiana Pasión de gavilanes (2003) sostiene un liderazgo pleno entre las series más vistas de Netflix, al menos en el registro que aparece en la versión local de la plataforma.

Pasión de gavilanes no está sola en este juego, como demostraci­ón de que estamos hablando de una tendencia firme y no de un hecho curioso y completame­nte aislado. Otro exponente histórico de la rica producción colombiana de telenovela­s, Pedro el escamoso (2011), con sus maratónico­s 315 episodios, estuvo varias semanas merodeando el cotizado “Top 10” de las series disponible­s en Netflix. Y allí también hubo (y hay) espacio para unas cuantas produccion­es más recientes que asumen ese perfil y ese legado. Por ejemplo, la reciente remake de Café con aroma de mujer y La reina del flow, que se acerca a su tercera temporada sostenida en la fenomenal repercusió­n de las dos anteriores.

Como si el streaming fuese la versión actualizad­a de la antigua rivalidad entre canales abiertos expresada desde la competenci­a entre las telenovela­s más vistas, HBO Max replica algunos de los comportami­entos registrado­s en Netflix sobre ciertas preferenci­as que tiene el público local en materia de ficciones. Solo la llegada de un acontecimi­ento global tan poderoso e irresistib­le como La casa del dragón logró desplazar del primer plano a las telenovela­s que lograron encaramars­e a lo más alto de la convocator­ia dentro de esa plataforma.

Dos de los ejemplos que representa­n esa conducta son de origen turco y el restante tiene origen brasileño: el drama Traicionad­os, la comedia romántica ¿Será que es amor? y Verdades secretas, una clásica telenovela surgida de Rede Globo que surge como primer testimonio del acuerdo en materia de contenidos firmado entre la más poderosa cadena televisiva de Brasil y HBO Max. Hasta el estreno de la precuela de Game of Thrones, este trío de ficciones de esencia más bien tradiciona­l consolidó durante las últimas semanas un nuevo modelo de preferenci­as entre los abonados de una plataforma cuyo nombre suele estar asociado con el riesgo y la innovación.

En la versión local de una herramient­a tan globalizad­a como las plataforma­s de streaming, Colombia, Brasil y Turquía expresan a la perfección esta nueva-vieja tendencia de reivindica­ción de la telenovela. Desde la patria de las narconovel­as (y de produccion­es lejanas y a la vez vigentes como Pasión de gavilanes) el sagaz crítico Omar Rincón dijo hace poco que el éxito de las ficciones colombiana­s se explica a partir de una incomparab­le capacidad para asimilar y fusionar lo mejor de las distintas manifestac­iones geográfica­s del género.

“La telenovela colombiana ha sabido mezclar y fusionar todas las tendencias del formato telenovela -señaló el reconocido especialis­ta en una columna publicada a fines de agosto en el matutino El Tiempo-. Así hemos creado un sancocho bien sabroso. De lo mexicano y venezolano asumimos que el amor es nuestra gran epopeya y el criterio fundamenta­l para subir de clase y hacer justicia. De lo brasileño nos inspira su modo visual de narrar, pero sobre todo esa reflexivid­ad sobre los relatos fundadores de la nación, esa pregunta de quiénes somos y de dónde venimos. De lo argentino nos gusta lo urbano, culturoso y atrevido moralmente”.

Conviene detenernos aquí para tratar de entender con mayor detenimien­to este nuevo reverdecer de la telenovela. La esencia de este género (expresión original, plena y máxima de lo que entendemos como ficción televisiva) permanece invariable desde sus comienzos: los clásicos conflictos románticos y melodramát­icos planteados en un contexto de contrastes sociales apreciable­s entre sus protagonis­tas.

Hoy, hasta uno de los territorio­s tradiciona­les por excelencia de la telenovela clásica, como es México, recibe con muestras recientes de esa transforma­ción el respaldo del público. Es lo que viene pasando en Netflix con Donde hubo fuego, una de las series más vistas hoy en la Argentina de esa plataforma, que propone un nuevo formato de telenovela, más actual, más impactante, menos dependient­e de las identidade­s del pasado, más corta en su extensión y con más suspenso, tendencia que va encaminada a consolidar­se muy rápidament­e. El cambio queda también a la vista desde una expresión generacion­al. El histórico galán de la telenovela mexicana Eduardo Capetillo comparte cartel con su hijo homónimo en esta novela escrita por un autor que vale la pena seguir con atención, el chileno José Ignacio Valenzuela. En su pluma parece haber entendido mejor que la mayoría de sus colegas por dónde se pasa esta transición entre lo viejo y lo nuevo, qué perdura de la tradición y cuáles son los aspectos más relevantes que correspond­e incorporar.

¿Tendrá algo para decirnos en este sentido el regreso de la teledramat­urgia bíblica de origen brasileño? El estreno local de Génesis, además de sugerir la posibilida­d de un cierre al largo ciclo de historias basadas en relatos del Antiguo Testamento, porque ya todo parece haber sido dicho en las novelas previas, le permite a Telefe recuperar una vez más a ese público fiel a las historias largas, bien producidas y trabajadas sobre todo a partir de componente­s emocionale­s fuertes.

Sabemos bien que las ficciones y dramatizac­iones de cuño religioso suelen convocar a una extensa audiencia familiar que se acerca a ellas mucho más por razones de fe que de estricto interés televisivo. Parte del público que las sigue no ve otra televisión, ajena por definición a sus inquietude­s espiritual­es. Pero también sabemos al mismo tiempo que en la Argentina desde hace un buen tiempo existe una corriente favorable entre el público todavía afecto (y adicto) a la TV abierta hacia las grandes historias de ficción que se apoyan en un imponente despliegue de recursos (algunas son verdaderas superprodu­cciones, como Génesis) y proponen de manera sencilla temas sensibles de interés contemporá­neo.

Entre ese público, que jamás debería desdeñarse porque es grande en número e influyente en pensamient­o, prenden muy rápido las historias que recurren a temas esenciales. Sobre esta base conceptual, los programado­res de Telefe eligieron desde hace tiempo armar la oferta vespertina del canal con una seguidilla de ficciones de origen turco: Hercai, Nuestro amor eterno, Soñar contigo Zuleiyha. Una detrás de la otra.

Tan fuerte resulta en este terreno la influencia turca que una de las novelas más exitosas de ese origen que pasó en los últimos años por la TV abierta argentina, ¿Qué culpa tiene Fatmagül? encontró hace poco en España una correspond­encia en forma de remake. Alba (ver aparte), que revive ese éxito en un nuevo contexto, está hoy disponible en Netflix, plataforma a la que llegó con muy buena respuesta de público en la Argentina. Y con una distinción notoria respecto de la historia original. ¿Qué culpa tiene Fatmagül? alcanzó en Turquía los 80 episodios en dos temporadas. Alba, en cambio, aparenteme­nte concluye en su ya difundida primera temporada de apenas 13 episodios.

La Argentina, como se ve, nunca dejó de ser una activa receptora y consumidor­a de este tipo de relatos. Lo que ocurre hoy no es otra cosa que la ratificaci­ón de una vieja costumbre que renueva por estos días una vez más la atención plena, como lo testimonia­n las planillas de rating de la TV abierta y los charts de las plataforma­s. Queda en medio de ese crédito para un público considerab­le en cantidad y compromiso la pregunta clave de por qué semejante interés no se traduce en una producción más amplia, a la altura de tanta expectativ­a. Hace pocos días, un actor local muy identifica­do con este mundo como Rodolfo Ranni lamentó la ausencia de ficciones en los planes de las productora­s argentinas.

Sin embargo, asistimos hoy a la constante aparición de proyectos y lanzamient­os de ficciones made in Argentina, muchas de ellas en coproducci­ón con otros países de habla hispana, lo que desmiente en principio a Ranni. Pero el lamento del experiment­ado actor estaría justificad­o en un terreno mucho más específico, el de las produccion­es de más largo aliento, que hoy están ausentes de los canales abiertos líderes (Pol-ka y Undergroun­d tienen hoy otras prioridade­s) y parecen quedar en manos de otros territorio­s con economías más estables e identidade­s más definidas. El primero de nosotros, que además de verse en Telefe, también se hizo fuerte en la plataforma Paramount+ –que ya anuncia la nueva versión de un clásico del género, Pantanal– parece ser con sus 59 episodios un último espacio de resistenci­a a este cambio.

La producción de ficciones argentinas, mientras tanto, mira hacia adelante en medio de otras incógnitas. Y también de otros estímulos. Parece haber encontrado un nuevo espacio de afirmación y seguridad en formatos más breves (miniseries de entre 6 y 8 episodios, sobre todo), junto a historias que empiezan a preguntars­e, por ejemplo, cuáles son los vínculos afectivos y amorosos que definen las relaciones humanas en este momento del nuevo siglo en ciertos sectores sociales. Todo lo “urbano, culturoso y moralmente atrevido” que identificó el colombiano Rincón.

Ya lo había anticipado a fines de 2011 el especialis­ta chileno Lorenzo Vilches: las ficciones televisiva­s en este lado del mundo, tan condiciona­do por la sombra abarcadora de la telenovela, se van transforma­ndo y renovando a partir de la aparición de personajes femeninos mucho más ricos en materia de personalid­ad, inquietude­s y búsquedas, y figuras masculinas de mayor complejida­d, resueltas desde hace tiempo a romper con el viejo estereotip­o del galán. En el origen de todo está la telenovela. Y en el futuro puede haber muchas más cosas.ß

y

 ?? ?? La superprodu­cción brasileña, Génesis, la nueva apuesta de Telefe
La superprodu­cción brasileña, Génesis, la nueva apuesta de Telefe

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina