“Las querellas sobre el pasado han exacerbado el conflicto político”
Natalio Botana acaba de reeditar La libertad política y su historia (Edhasa), un valioso aporte para entender las visiones historiográficas sobre la Argentina
–¿Qué claves podemos encontrar en La libertad política y su historia para interpretar mejor el presente del país e imaginar su futuro?
–Este es un estudio comparado de las historiografías de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, y lo que muestra es que fueron historiografías pensadas en función del presente. Mitre, que es fundador de la historiografía argentina, con una extraordinaria capacidad para practicar el oficio, muestra un hilo conductor que es la idea de que la Argentina tiene un proyecto, una suerte de marcha ineluctable, desde sus propios orígenes coloniales, en procura de llegar a lo que él llama una república democrática verdadera, plenamente consciente de su valor ciudadano y del valor transformador de su sociedad. Es una historia pensada desde el presente, como toda historia, pero que arrastra desde el pasado un proyecto guiado hacia el porvenir. Muy diferente a la visión de Vicente Fidel López, que advierte en esa historia signos de declinación y de decadencia, para él muy perniciosos. Pero yo no podría en este momento utilizar la historia como proyecto para el presente, porque el uso instrumental del pasado en las batallas políticas del presente es altamente pernicioso. Ha sido uno de los factores que más han contribuido para tener una endeble legitimidad política sobre las instituciones democráticas. Las querellas sobre el pasado entre liberales y revisionistas, por ejemplo, han llevado a exacerbar el conflicto. Es la utilización de la historia como instrumento para justificar una posición de poder. El historiador debe tener un amor muy profundo por el pasado y, como decía Raymond Aron, reconstruir el pasado no con el ánimo de justificar posiciones políticas del presente sino para comprenderlo. Es muy diferente esta historiografía que yo practico de aquella del siglo XIX. Tal vez era necesaria en el siglo XIX porque había que crear una nación y legitimar, en segundo lugar, una forma de gobierno como fue la república en sus distintas versiones.
–Usted escribió la primera edición de este libro entre fines de los ochenta y principios de los noventa. ¿Qué ganó y qué perdió la Argentina desde ese último tramo del siglo XX hasta el presente?
–Lo que ha ganado es evidente: cuarenta años de democracia y de vigencia de las libertades públicas. Creo que eso es lo más importante, y se lo debemos a la experiencia de Raúl Alfonsín. Ha afianzado, entonces, la legitimidad de origen de la democracia. Pero en la legitimidad de ejercicio, la democracia ha perdido muchísimo y los resultados están a la vista. Hemos tenido una democracia muy fuerte en términos principistas y una democracia muy débil en términos de resultados. Muy diferente de la situación del siglo XIX, si uno ve los setenta años que transcurrieron entre 1860 y 1930, donde la democratización política corre pareja con resultados muy satisfactorios en el plano económico, social y cultural, no solo por la educación básica sino por la transformación científica que protagonizó la Argentina en ese momento.
–¿Qué es lo que a un lector podría sorprenderlo más de los hallazgos históricos que usted presenta en este libro?
–A mí me interesa mucho un estudio comparado del constitucionalismo iberoamericano que culmina con una comparación entre los orígenes de la democracia, a principios del siglo XX, en la Argentina y en el Uruguay. En la Argentina, el ascenso de una figura como la de Hipólito Yrigoyen, y antes la de Leandro N. Alem, plantea una especie de regeneración de una Constitución dañada. “Mi programa es la Constitución Nacional”, decía Yrigoyen. En Uruguay, en cambio, José Batlle y Ordóñez lleva adelante un proceso de reforma cultural y social mucho más acentuado que en la Argentina. No faltan uruguayos que dicen que en Uruguay no hubo peronismo porque hubo batllismo; es decir, un proceso de reformas sociales y culturales dentro del marco de la república democrática. En cambio, nosotros tuvimos un proceso de reformas sociales muy profundas, como fueron las del peronismo, pero en el marco de un régimen de naturaleza mucho más hegemónica. •