LA NACION

Humor de una picaresca sin risas

- Márgara Averbach

Ají picante, del escritor congoleño Alain Mabanckou (Pointe Noire, 1966), es parte de la literatura africana (francófona, en este caso), que solo de vez en cuando nos llega a través de las pocas editoriale­s que se preocupan por acercarla a los lectores argentinos.

La novela está estructura­da sobre el género picaresco: una primera persona cuenta su vida a partir de un comienzo de pobreza y orfandad, pero, a diferencia de las historias de ese estilo del Siglo de Oro español, el presente del narrador no es feliz, tal vez porque lo que cuenta puede interpreta­rse como un reflejo del estado del África actual.

La novela es una “memoria” fragmentar­ia, una colección de “historias” unidas por el tiempo, el lugar y la presencia de ese narrador. Por eso, es clave la dedicatori­a: “A los vagabundos de la Costa Salvaje… que me han contado porciones de sus vidas y sobre todo a Ají Picante, empecinado en ser un personaje de ficción porque ya no daba más de ser uno en la vida real”. Es una buena descripció­n de las intencione­s del autor: presentar una serie de personajes que sobreviven como pueden en un mundo despiadado en el que dominan las institucio­nes totales (sobre todo, un orfanato y un “loquero”), con un intermedio de “libertad” en la ciudad de Pointe Noire –lugar natal del escritor–, donde también reina la crueldad. El narrador empieza en el orfanato y, en un movimiento circular, vuelve a él, aunque al final el lugar es una cárcel para “irresponsa­bles” (personas mentalment­e enfermas). Al contrario, en el intermedio urbano, la bondad individual de algunas prostituta­s le mejora la vida durante un corto período.

La tragedia es constante, como en la historia grande de África, ese continente saqueado por Europa, que, según se cuenta aquí, borra de la enseñanza la esclavitud para que las nuevas generacion­es no la recuerden. Ají picante va en sentido contrario: es un movimiento en favor de la memoria, no solo individual sino también colectiva. De ahí, el coro de relatos de vidas que se cruzan con la del protagonis­ta y hablan sobre el país con voces violentas, destemplad­as y perdidas en la locura.

Sin duda, la de Mabanckou es una novela política. El acusado mayor es el deseo de poder de los seres humanos, sean religiosos, políticos o profesiona­les (médicos y curanderos; aquí hay dos medicinas, ambas inútiles).

Más allá de la ideología del autor, que los lectores pueden compartir o rechazar, lo que define a la novela es su tono general: el humor oscuro, grotesco de la picaresca. Si no se tiene aprecio por esa clase de “comicidad” dura, amarga, sin risas, Ají picante puede ser de lectura difícil, así como es difícil para los que rechazan comer el fruto del título, que además del nombre de un pimiento es el del protagonis­ta. ß

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Ají picante Alain Mabanckou edhasa Trad.: sol Gil 200 páginas $ 2350

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