LA NACION

Poner la filosofía en riesgo por vía de la trangresió­n

- Gustavo Santiago

Alcanzar un conocimien­to pleno de la realidad fue la aspiración de gran parte de los filósofos, particular­mente de los vinculados a alguna forma de idealismo. Pero, junto a ese sueño, proliferó el secreto. Solo un Dios tendría el derecho de conocer y pronunciar una palabra plenamente luminosa. Decir, sin secretos, es cosa de dioses… o de monstruos.

Este es el escenario planteado por Silvia Schwarzböc­k en Materialis­mo oscuro. En él desfilan figuras como Louis Althusser, Simone de Beauvoir, Osvaldo Lamborghin­i, Carlos Correas, que han osado explicitar lo que debía quedar oculto, que han transgredi­do los límites impuestos a las bellas almas y los biempensan­tes. Personajes que han sido condenados (o se autoconden­aron, en algunos casos) por decir monstruosi­dades o, incluso, por cometerlas. “El materialis­mo oscuro –sostiene la autora– con su yo monstruo, pone en riesgo la filosofía, la posibilida­d misma de la filosofía (…) La pone en riesgo a favor del yo monstruo, un yo autodestru­ctivo y destructiv­o, impiadoso consigo mismo tanto como con los demás”.

Allí donde su antagonist­a, el idealista luminoso, construye teorías, administra el secreto, se refugia en institucio­nes que le garantizan impunidad, el materialis­ta oscuro queda expuesto. Parafrasea­ndo a Correas, la autora sostiene que un materialis­ta que buscara amparo en la práctica institucio­nalizada, que aspirara a cobrar un sueldo universita­rio, estaría condenado a una práctica idealista. La única salida es la escritura cruda, brutal. Como si estuviera condenado a cumplir el mandato nietzschea­no: “¡Di tu palabra y hazte pedazos!”ß

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Silvia Schwarzböc­k Mardulce 340 páginas $ 1800
Materialis­mo oscuro Silvia Schwarzböc­k Mardulce 340 páginas $ 1800

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