“American Pie”, el misterio de una canción
el clásico con el que don Mclean retrató el final del sueño americano es desmenuzado por un reciente documental
La perspectiva ayuda a evaluar los fenómenos. Ahora, medio siglo después de que Don Mclean se diera a conocer en medio mundo con su “American Pie”, podemos proclamar que casi todo en ella era excepcional. Empezando por su extensión, esos 8 minutos y 32 segundos que la convirtieron durante 49 años en la canción más extensa que había llegado al número 1 en Estados Unidos. Y continuando por su ambición inusitada, ese repaso en seis estrofas larguísimas de la turbulenta historia sociocultural del país durante la década del 60, definida por los conflictos intergeneracionales, las protestas callejeras y el anhelo de una mayor justicia social. Un documental de Paramount+,
The Day The Music Died (El día que murió la música), reconstruye ahora no solo la historia de la canción, sino que intenta despejar su significado casi palabra por palabra. Aviso urgente: ni siquiera con tan ilustre excusa, el autor ha querido soltar prenda sobre los interrogantes que aún perviven sobre aquellos 119 versos.
El origen de toda la historia es de sobra conocido. Donald Mclean era un chavalillo de 13 años que se ganaba unos centavos vendiendo periódicos por las calles de New Rochelle, en la periferia de Nueva York, aquel 3 de febrero de 1959 en que tres de los más célebres músicos del país, Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper, perdieron la vida cuando su avioneta se estrelló en un remoto maizal de Iowa. Ese fue “el día en que la música murió” del que habla “American Pie”, un episodio traumático que con los años adquiriría una profunda dimensión simbólica: finalizaban los felices años 50, una época cándida, esperanzada y de mirada inocente, e irrumpía la década de las grandes transformaciones, conmociones y conflictos, desde la Guerra Fría a Vietnam, los magnicidios (John Fitzgerald y Robert Kennedy, Martin Luther King) o la llegada del hombre a la Luna.
Tampoco fueron años sencillos para el joven Mclean, traumatizado desde la súbita muerte de su padre, víctima de un infarto, cuando él apenas tenía 15 años. Gran aficionado a la música de corte tradicional, en particular a The Weavers, Donald se granjeó cierta amistad con el folclorista por antonomasia de la ciudad, Pete Seeger, y comenzó a frecuentar los escenarios del Greenwich Village neoyorquino, el mismo barrio bohemio que había visto nacer a Dylan. Su estreno discográfico, Tapestry, pasó desapercibido en 1970, por más que Carole King aprovechara ese mismo título para grabar solo un año más tarde uno de los álbumes más influyentes de la década. Y su pequeña discográfica, Mediaarts, apenas invirtió en promoción cuando el
segundo elepé, American Pie, vio la luz en octubre de 1971.
Sin embargo, aquella interminable perorata de ocho minutos con la que se abría el trabajo acabaría cambiándole la vida. Don se había propuesto “escribir una canción sobre el final del sueño americano” y asumió el reto con una pasión febril. En el documental se desvela que la letra se escribió del tirón en apenas una hora y que la versión final de “American Pie” apenas aprovecha la mitad de los versos existentes. “Podía haber llegado a los 16 minutos”, dice el productor de The Day The
Music Died, Spencer Proffer, para quien lo más asombroso de este tema es que “le hablaba a su tiempo, pero en muchos aspectos sigue siendo aplicable al convulso momento actual”.
Mclean aplicó de su amigo Pete Seeger la enseñanza de que toda canción, por muy narrativa que sea, ha de contar con un estribillo muy tarareable (“Bye bye, Miss American Pie. / Drove my chevy to the levee / but the levee was
dry”). Y el productor del álbum, Ed Freeman, le dio el giro sonoro decisivo cuando invitó a la sesión a un cotizado pianista de estudio, Paul Griffin, habitual en las grabaciones de Dylan o Steely Dan. Él fue quien imprimió a toda la pieza ese pálpito casi de góspel. Había muchas baladas en el disco, desde “Crossroads” a “Till Tomorrow”, “Empty Chairs” o la bellísima “Vincent”, dedicada a Van Gogh, y ese acelerón en el metrónomo de “American Pie” resultó decisivo para que la canción fuera despegando en las radios.
Fue entonces cuando los ejecutivos de Mediaarts tomaron la insólita decisión de publicar “American Pie” como sencillo, pero partiendo la canción en dos mitades: cuatro minutos y 10 segundos para la cara A y cuatro minutos con 20 segundos para la B.
“American Pie” sonó mucho en la casa de Víctor Manuel y Ana Belén, que acababan de comenzar una relación que este año también cumple medio siglo. “La escuchamos hasta el cansancio”, se sincera el cantautor asturiano. “Era extraordinaria y a la vez insólita, por su duración y aparente simplicidad. Y supongo que, a la vista de cómo han cambiado los tiempos, irrepetible”.
Otros autores españoles mucho más jóvenes se confiesan igualmente tocados por el influjo de Mclean, en particular el madrileño Marwán, al que en 1972 aún le faltaban siete años para venir al mundo. “Lo escuché muchísimo hace tres o cuatro años, justo cuando andaba preparando mi disco El viejo boxeador”, revela. “Buscaba la influencia de clásicos que me emocionaran mucho y no paré de escucharle ni a él ni a Paul Simon, su hermano en cuanto a sonoridad y melodías”.
Curiosamente, el ilustre Paul Simon esbozaría en 1973 otra gran crónica de la historia nacional reciente con “American Tune”, una canción escrita al calor de la elección de Richard Nixon en la que el trovador neoyorquino imaginaba a la Estatua de la Libertad “navegando mar adentro”. Pero nada igualó nunca en empaque histórico a “American Pie”. El largometraje de Paramount+ anota paralelismos formales y conceptuales entre este tema y “Hallelujah” (1984), de Leonard Cohen, que curiosamente también acaba de ser objeto de un documental, Un
viaje, una canción. “Pero ‘Hallelujah’ es un análisis espiritual de la realidad, mientras que ‘American Pie’ abordaba el repaso desde una perspectiva sociológica”, resume con lucidez Proffer, el productor de The Day The Music Died.
Y aquí llegamos al gran nudo gordiano de toda esta historia. ¿Podemos saber ahora, 50 años después y de una vez por todas, qué quiso decir exactamente Don Mclean en aquellas seis largas estrofas que pudieron ser muchas más? El documental repasa junto al autor casi cada sílaba, pero obtiene más negativas que certezas. Por lo pronto, y en contra de lo que barruntaba media humanidad hasta la fecha, el “rey” del que habla la composición no es Elvis Presley. Pero es que, además, Mclean también desmonta otros dos mitos recurrentes: ni la “chica que cantaba el blues” era Janis Joplin ni las menciones al bufón pretendían servir como homenaje a Bob Dylan. ¿La realidad, en último extremo? “American Pie” es una gran epopeya abierta a la interpretación libre. Nos quedan apenas un puñado de certezas, como que “sergeants played a marching tune” (los sargentos tocaban una melodía de marcha) encierra un guiño al Sgt. Pepper’s de los Beatles, un disco por el que Mclean sentía verdadera obsesión. Pero, por fortuna, podemos seguir escuchando aquellos históricos 512 segundos de música y sacar conclusiones propias.ß
Mclean no soltó prenda sobre los interrogantes que perviven en la canción
Como dylan, Mclean frecuentaba los escenarios del Greenwich Village