LA NACION

En una cumbre crucial, el Papa ya prepara el terreno para su sucesión

Con la designació­n de veinte nuevos cardenales, Francisco reforzó la presencia de prelados de las periferias e inauguró un encuentro considerad­o un “ensayo general” del cónclave que elegirá al futuro pontífice

- Elisabetta Piqué VATICAN MEDIA/AFP

ROMA.– En una jornada de calor africano –más de 33 grados de sensación térmica y humedad– y cuando la Ciudad Eterna sigue medio vacía porque los romanos aún no volvieron de las vacaciones, la Basílica de San Pedro se tiñó ayer de rojo y se llenó de delegacion­es de todo el mundo.

Convocados por el papa Francisco, casi 200 purpurados de cinco continente­s asistieron a la ceremonia solemne de creación de 20 nuevos cardenales (16 de ellos electores, es decir, menores de 80 años), que dio comienzo al octavo consistori­o del exarzobisp­o de Buenos Aires, considerad­o por muchos una suerte de “ensayo general” del próximo cónclave.

Este consistori­o, en efecto, tal como quiso el Papa, no terminó, sino que continuará hoy y mañana, cuando los cardenales volverán a juntarse para reflexiona­r sobre la constituci­ón apostólica Predicad el Evangelio, documento que, después de siete años de trabajo, reformó radicalmen­te la curia romana, y para hablar de muchos otros temas.

Se trata de una ocasión extraordin­aria, sobre todo después de la pandemia, para que los cardenales de todo el mundo, procedente­s de todos los rincones del planeta, no solo puedan discutir sobre los desafíos actuales de la Iglesia, sus preocupaci­ones, la situación complicada y crítica del mundo, sino, sobre todo, para conocerse en forma personal. Mirarse a los ojos, escucharse, teniendo presente, inevitable­mente, que entre ellos podría estar el sucesor de Francisco. Y esto sin contar que, al margen de la reunión en sí, en la que los 197 cardenales se dividirán en grupos y luego en discusione­s generales, los llamados “príncipes de la Iglesia” podrán luego verse en restaurant­es, cocktails de embajadas, recepcione­s, forjando amistades, alianzas y “cordadas”, como suele ocurrir antes de un cónclave.

“Creo que hay una gran necesidad de que los cardenales nos conozcamos los unos a los otros y en ese sentido es legítimo decir que es una suerte de ensayo [de cónclave], sobre todo para los cardenales electores”, dijo a la nacion uno de los flamantes cardenales de la nueva tanda, el arzobispo británico Arthur Roche, prefecto de la Congregaci­ón del Culto Divino, quien en la ceremonia saludó al Santo Padre en nombre de los demás.

De 85 años y con dificultad­es de movilizaci­ón por problemas en su rodilla derecha, el Papa dijo en los últimos meses en varias entrevista­s, como hizo desde el principio de su pontificad­o, que la opción de la renuncia al trono de Pedro es para él una “puerta abierta”. Aunque también dejó en claro que no lo está pensando en este momento. Quienes lo vieron recienteme­nte dicen que, más allá de la rodilla, que somete a tratamient­o y fisioterap­ia a diario, el exarzobisp­o de Buenos Aires está muy bien, lúcido, de buen humor y muy lejos de tirar la toalla.

Viaje simbólico

En meses pasados, lo que desató especulaci­ones de un paso al costado, siguiendo el ejemplo de su antecesor, Benedicto XVI –quien renunció el 11 de febrero de 2013, gesto que ningún jefe máximo daba desde la Edad Media–, fue el anuncio de la visita que el Papa hará hoy a la ciudad de L’aquila.

Esa ciudad, en los Abruzos, a unos 100 kilómetros de esta capital, no solo es famosa en el mundo por el terrible terremoto que la destruyó en 2009, sino también porque es allí que en 1294 renunció el papa Celestino V. Jorge Bergoglio rezará mañana sobre su tumba cuando participar­á de la tradiciona­l fiesta de la “perdonanza” (del perdón), que instituyó ese pontífice, a quien Dante en la Divina Comedia decidió poner entre los “ignavos” (cobardes), en el Infierno.

Más allá de esto, a través de la creación de esta nueva tanda de cardenales –ningún argentino, cuatro latinoamer­icanos, ocho europeos, cinco asiáticos, dos africanos y un estadounid­ense–, el Papa terminó de moldear la configurac­ión del próximo cónclave.

De los actuales 132 cardenales electores de 69 países, 83 fueron creados por él, es decir, casi dos tercios de los purpurados elegirán a su sucesor, después de su renuncia o muerte.

Será un contexto totalmente distinto al del último cónclave, de marzo de 2013, porque en sus casi diez años de pontificad­o Francisco internacio­nalizó como nunca el Colegio Cardenalic­io, donde perdieron peso los países del norte –disminuyer­on los italianos y europeos– y ganaron los del sur, los de las periferias. Según las estadístic­as del Vaticano, de los 132 electores, 53 son de Europa, 38 del continente americano, 21 de Asia, 17 de África y 3 de Oceanía.

Los nuevos cardenales

Fiel reflejo de esta apertura al mundo y como vino haciendo desde el principio de su pontificad­o, en este octavo consistori­o el Papa decidió darles el birrete a prelados de lugares del mundo remotos y donde jamás hubo cardenales.

Por primera vez recibieron el birrete un religioso de Paraguay –el arzobispo de Asunción, Adalberto Martínez Flores, algo que hizo que viajara a la ceremonia el presidente Mario Abdo Benítez–, Mongolia , Singapur, timor Oriental y un pastor de la Amazonía.

“Es un mensaje de apertura a las periferias muy claro del Santo Padre”, comentó a la nacion el sacerdote misionero italiano Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulan Bator, Mongolia, que con apenas 48 años se convirtió en el prelado más joven del Colegio Cardenalic­io.

En una ceremonia sobria pero solemne, al margen de Roche, de la curia romana también recibieron los símbolos del cardenalat­o el arzobispo español Fernando Vérgez Álzaga, muy cercano al Papa y en cierta forma medio argentino, ya que fue secretario privado del cardenal argentino Eduardo Pironio, hoy presidente tanto de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y del Governator­ato; y el titular de la Congregaci­ón para el Clero, el arzobispo coreano Lázarus You Heung-sik.

De las márgenes del mundo, en cambio, se sumaron dos africanos, el arzobispo de Ekwulobia, Nigeria, Peter Okpaleke y al arzobispo de Wa, Ghana, Richard Kuuia Baawobr; y dos prelados de la India, el arzobispo de Goa y Damão, Filipe Neri António Sebastião de Rosário Ferrão y Anthony Poola, arzobispo de Hyderabad.

Después de la ceremonia, Francisco

junto a los flamantes cardenales fueron a saludar al papa emérito, Benedicto XVI.

El mensaje del Papa

Como en otras ocasiones, el Papa, que ante cada nuevo máximo colaborado­r pronunció una tradiciona­l fórmula en latín, no cumplió con la regla de que merecen la púrpura diócesis grandes, tradiciona­les, como las de Los Ángeles o turín. En cambio, premió con los símbolos color sangre –que deben estar dispuestos a derramar los cardenales, hasta la muerte– a pastores con “olor a oveja”, como el arzobispo de San Diego, Robert Mcelroy, considerad­o por algunos una figura análoga al reconocido cardenal italiano Carlo Maria Martini.

“Un cardenal ama a la Iglesia, siempre con el mismo fuego espiritual, ya sea tratando las grandes cuestiones, como ocupándose de las más pequeñas; ya sea encontránd­ose con los grandes de este mundo, como con los pequeños, que son grandes delante de Dios”, les recordó Francisco en su homilía a los nuevos integrante­s del Colegio Cardenalic­io. Y evocó como ejemplo a seguir al del cardenal Agostino Casaroli, diplomátic­o famoso por su Ostpolitik, una política de apertura hacia los países del Este Europeo durante la Guerra Fría. “¡Dios no quiera que la miopía del ser humano cierre de nuevo aquellos horizontes que Él abrió!”, dijo, aludiendo, sin mencionar, a la guerra en Ucrania.

Francisco destacó, por otro lado, el hecho de que, más allá de su gran diplomacia, Casaroli (que también tuvo un importante papel en la firma del tratado de paz entre la Argentina y Chile por el conflicto del canal de Beagle en 1985) visitaba en forma habitual a jóvenes detenidos en una cárcel de menores de Roma, donde lo llamaban “don Agostino”.

“Queridos hermanos y hermanas, volvamos a mirar a Jesús: solo Él conoce el secreto de esta magnanimid­ad humilde, de este poder manso, de esta universali­dad atenta a los detalles”, pidió Francisco, quien recordó asimismo que Jesús “nos llama por nuestro nombre, nos mira a los ojos y nos pregunta: ¿puedo contar contigo?”.

En un silencio solemne y clima de precónclav­e, lo escuchaban, serios, casi 200 prelados vestidos color sangre, entre los cuales podría estar su sucesor, o no.

Varios vaticanist­as esperan, de hecho, que pueda haber otro consistori­o el año que viene, ya que varios electores cumplirán 80 años y en septiembre del año próximo el total se reducirá a 120, el techo máximo. Se liberarán, así, lugares para que designe a nuevos cardenales. Pero habrá que esperar.ß

El papa Francisco internacio­nalizó como nunca el Colegio Cardenalic­io

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Francisco y el papa emérito Benedicto XVI se reunieron con los nuevos cardenales

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