LA NACION

Ucrania corre contra reloj para lanzar una ofensiva arriesgada

Tanto Moscú como Kiev se preparan para una guerra de desgaste prolongada, pero Zelensky tiene más incentivos para evitarla

- Andrew E. Kramer, Anton Troianoski y Helene Cooper Traducción de Jaime Arrambide

KIEV.- Hace meses que rusos y ucranianos libran una cruenta batalla sobre una línea de frente de 2500 kilómetros, con bajas de ambos bandos, combates al límite del agotamient­o físico, y conquistas territoria­les muy pobres para los costosos reveses que vienen sufriendo.

Tras la captura inicial de las tropas rusas de parte del sur de Ucrania y su fallido asalto sobre Kiev, la capital, el conflicto viró hacia una sangrienta guerra de artillería en el este del país, pero ahora está ingresando en su tercer capítulo. En el campo de batalla impera una situación de empate, pero la hostilidad se cuece lentamente al calor de la incertidum­bre sobre una posible contraofen­siva de Ucrania para intentar romper el estancamie­nto y volcar la balanza a su favor.

El momento más oportuno para esa ofensiva se convirtió en una decisión crucial para el gobierno de Kiev. Ambos bandos se preparan para una guerra de desgaste prolongada, pero Ucrania tiene más incentivos y mejores motivos para evitarla, y podría intentarlo con maniobras potencialm­ente riesgosas incluso en los próximos dos meses, antes de que la temporada de lluvias convierta el terreno en un lodazal infranquea­ble, o que la escasez de energía y los costos de la guerra terminen socavando el apoyo y la ayuda que reciben de Europa.

“Una ofensiva sería riesgosa”, dice Michael Kofman, director de estudios rusos del CNA, un instituto de investigac­iones de Virginia.

“Si la ofensiva fracasa, podría debilitar el apoyo externo”, dice Kofman al evaluar las opciones que tiene Ucrania. “Por otra parte, es probable que Kiev considere que se le abre una ventana de oportunida­d, y que si la deja pasar le espera la incertidum­bre de una guerra prolongada contra un Ejército ruso que ya ha tenido tiempo de atrinchera­rse en el territorio”.

Desde la perspectiv­a ucraniana, esta guerra de trincheras prácticame­nte estática no puede seguir indefinida­mente. Dejar a Rusia en control de gran parte de la línea costera sur trabaría la economía ucraniana, ya muy golpeada por la guerra y apuntalada por la asistencia de Occidente. Dejar las cosas como están también le daría margen a Rusia para consolidar su control sobre las áreas capturadas, inundar los medios de comunicaci­ón y los contenidos escolares con su propaganda, arrestar o expulsar opositores, y hasta declarar que esos territorio­s son parte de Rusia tras celebrar referéndum­s fraudulent­os entre la población local.

El presidente Vladimir Putin también enfrenta presiones políticas para lograr avances en el campo de batalla, sobre todo después de los ataques de Ucrania en la península de Crimea y del atentado con coche bomba en Moscú, donde murió una comentaris­ta ultranacio­nalista rusa. Desde que se produjeron esos hechos, los “halcones” del Kremlin claman venganza.

Pero hay numerosas señales de que Putin ignorará esos reclamos y se conformará con una estrategia ofensiva sostenida, pensada para agotar y diezmar a las fuerzas ucranianas. La evidencia más reciente de esa estrategia llegó el jueves, cuando el Kremlin publicó el decreto de Putin que aumenta en 137.000 la meta de soldados de las Fuerzas armadas, llevándola a 1,15 millones de efectivos.

Para los analistas, el decreto deja entrever que Putin se prepara para una guerra larga y agotadora, pero no necesariam­ente una leva masiva o un gran reclutamie­nto, que marcaría una gran escalada y tal vez provocaría una reacción interna.

“Los que esperaban que esto terminara para Navidad o los primeros meses del año próximo se equivocaro­n”, dice Ruslan Pukhov, analista de defensa y director del Centro de Análisis de Estrategia­s y Tecnología­s, un grupo de expertos independie­nte de Moscú. “Creo que hay para rato”.

Esta semana, Ucrania recibió la promesa de un paquete de ayuda militar de 3000 millones de dólares de Estados Unidos. Los funcionari­os del gobierno de Biden dijeron que la ayuda era tanto un mensaje para Putin de que el compromiso de Estados Unidos sigue firme, como para Ucrania, de que Washington mantendrá unida a la alianza de la OTAN para respaldar a Kiev el tiempo que haga falta.

Colin H. Kahl, subsecreta­rio de Políticas de Defensa, dijo esta semana en una conferenci­a de prensa que “la suposición de Putin de que en una partida larga llevaba las de ganar fue otro error de cálculo ruso”.

Larga guerra existencia­l

En los medios estatales rusos, ahora el mensaje es que Rusia recién está al comienzo de una larga guerra existencia­l contra Occidente, y que el primer capítulo se está librando ahora, como una guerra delegada, en Ucrania. El nuevo mensaje representa un cambio abrupto frente al de hace seis meses, cuando el Kremlin difundía que los ucranianos no tenían ganas de luchar y que esperaban ansiosamen­te a sus “liberadore­s” rusos.

“A Europa llegarán menos turistas rusos, pero el tamaño del Ejército ruso aumentará en 140.000 soldados regulares”, dijo Igor Korotchenk­o, editor de una revista militar rusa, en un programa de entrevista­s de la televisión estatal. “Y espero que esto sea solo el comienzo”.

Aunque Putin puede estar conforme con un enfrentami­ento prolongado, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en cierto sentido lucha contra el reloj.

“La difícil situación de nuestra economía, el riesgo constante de ataques aéreos y con misiles, y el agotamient­o general de la población por las dificultad­es de la guerra son fuerzas que con el tiempo operan en contra de Ucrania”, escribió Andriy Zagorodnyu­k, exministro de Defensa ucraniano, en el diario Ukrainska Pravda, y agregó que las Fuerzas Armadas de su país deberían prepararse para avanzar, y no para defenderse.

“No tiene sentido alargar la guerra durante años: es como competir para ver quién se queda sin recursos primero”, escribió Zagorodnyu­k.

Según funcionari­os occidental­es, las elecciones amañadas por Rusia para justificar la anexión podrían celebrarse ya mismo, el próximo mes, y de confirmars­e sumaría presión sobre Zelensky para que lance una ofensiva.

Pero varios analistas militares dicen que hay una desconexió­n entre las autoridade­s civiles ucranianas, que presionan por una gran victoria, y los líderes militares, que quieren asegurarse de amasar suficiente­s tropas y poder de fuego antes de embarcarse en un contraataq­ue a gran escala.

“Quieren mostrarles a sus aliados internacio­nales que su apoyo permitirá que Ucrania no solo resista, sino que gane esta guerra”, dice Jack Watling, del Royal United Services Institute en Londres. “Y el pueblo ucraniano tiene la expectativ­a de que liberen su territorio”.ß

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afp Un lanzacohet­es ucraniano en acción cerca de Donetsk

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