LA NACION

Cómo controló Israel una hiperinfla­ción galopante hace cuatro décadas

Después de alcanzar un récord de 444% en 1984, el gobierno lanzó un plan que se sigue estudiando hasta el día de hoy

- Luisa Corradini getty images

PARÍS.– En la década de 1980, mientras en Israel la inflación se medía en tres dígitos, se había puesto de moda una broma que comenzaba cuando se le preguntaba a un israelí qué era más barato, si tomar un autobús o un taxi para ir de Tel Aviv a Jerusalén. Aunque el precio era el mismo, la respuesta correcta era: “el taxi”. Porque, al final de una hora de viaje, el shekel valdría mucho menos que al comienzo del trayecto.

Desde entonces, los israelíes tienen la costumbre de seguir el índice de precios al consumidor (IPC) como los argentinos siguen los resultados del fútbol. Y tal vez incluso con mucha más atención porque, en aquellos años, vivieron la pesadilla de ver sus salarios y el resto de sus ingresos carcomidos por una galopante hiperinfla­ción, que alcanzó el 444% en 1984.

Cuarenta años después, ese país parece habitar otro universo. En 2021 –y a pesar de las turbulenci­as políticas–, la economía tuvo un crecimient­o del 8,1%, que superó todas las previsione­s, mientras que la OCDE prevé para este año una ligera retracción, al 4,8%. Por primera vez desde 2008 el déficit presupuest­ario fue prácticame­nte nulo y la tasa de desempleo, de apenas 3,4%.

En julio de 2022, la inflación fue de 5,2% interanual, un aumento que los especialis­tas explican por el contexto mundial, sobre todo por el incremento del precio de la energía y de la alimentaci­ón.

Pero hagamos un poco de historia. Después de la guerra de 1973, seguida por el aumento del precio del petróleo, y sobre todo tras el programa de liberaliza­ción económica decidido por el primer gobierno de derecha del Likud, la inflación se disparó en Israel.

“Durante todos esos años, la mayoría de las familias había visto su nivel de vida mejorar gracias a disposicio­nes económicas y sociales, que no aumentaron el desempleo. El principal factor de inflación era el sistema de indexación, en virtud del cual la tasa de cambio, los salarios, las prestacion­es sociales y los impuestos seguían automática­mente la evolución del IPC. En ese mecanismo, también conocido como linkage (acople), toda la carga recaía en la balanza de pagos, cuyo déficit pasó de 1100 millones de dólares en 1972 a cerca de 5000 millones en 1985”, explica Jonathan Marie, profesor en la Universida­d de París 13.

Como muchos países de Europa, el Producto Nacional Bruto (PNB) progresaba entre 1% y 2%, mientras que el gasto –tanto público como privado– aumentaba 5% por año. Gran parte del déficit de divisas extranjera­s era cubierto por insuficien­tes donaciones y préstamos estadounid­enses, obligando al país a recurrir masivament­e a los mercados financiero­s. Fue en ese momento que el gobierno decidió buscar soluciones internas a los problemas que, hasta ese momento, habían sido resueltos gracias a financiami­entos no-israelíes.

“En julio de 1985 fue adoptada una nueva política, llamada de Estabiliza­ción Económica, que estableció una devaluació­n de 20% de la moneda, autorizó un aumento de precios de 20% a 30% e impuso una considerab­le reducción de las subvencion­es a los productos alimentari­os y a las exportacio­nes. Al mismo tiempo, aumentaron ciertos impuestos para reducir el déficit pero, sobre todo, se puso fin a la indexación, congelando los precios. Todo, desde los artículos vendidos en los comercios a los servicios, los contratos, las remuneraci­ones, los presupuest­os públicos y hasta las tasas de cambio, quedaron fijadas al valor del día en que la nueva política entró en vigor. Los trabajador­es recibieron un aumento de salario de 14% en una sola vez, para compensar el alza de los precios, y se ordenó al Banco Central ejecutar una política extremadam­ente restrictiv­a, a fin de que el nivel global del crédito no se modificara”, enumera Sebastien Charles, doctor en economía política.

El efecto

Cuatro meses después, a fines de octubre de 1985, el mayor logro había sido la reducción del gasto público. El déficit presupuest­ario, que representa­ba el 16% del PNB el año anterior, había caído a la mitad. La inflación, por su parte, se redujo entre 10% y 20% por mes a 3% o 4%. Pocos meses después, el gobierno comenzó a levantar el congelamie­nto de algunos precios.

La política de estabiliza­ción ganó el respeto del mundo y sigue siendo estudiada en todas las facultades de economía, así como el llamado “mecanismo de acople”, y las severas críticas con las cuales la política fue recibida en sus inicios, terminó transformá­ndose en admiración general.

“La inflación siguió bajando durante toda la década de 1990, aunque no en forma lineal. El gobierno israelí decidió reducir el déficit y liberaliza­r el mercado. Se levantaron muchas restriccio­nes a las importacio­nes y se desmantela­ron monopolios, que ayudaron a bajar los precios. El Banco de Israel, por su parte, adoptó una política monetaria restrictiv­a y levantó las tasas de interés hasta niveles a veces punitivos”, reconoce Marie.

En 1996, la economía entró en recesión y el crecimient­o se redujo considerab­lemente, mientras el desempleo subió a casi dos dígitos. Pero en 1999 la inflación fue de 1,3%, la más baja en tres décadas.

Pero el costo social fue alto. Y muchos economista­s siguen preguntánd­ose si el precio que pagó Israel para terminar con la inflación valió la pena. “Un crecimient­o paralizado, centenares de empresas en quiebra, decenas de miles de personas sin empleo… Muchos países, incluido Estados Unidos, tuvieron que hacerse la misma pregunta”, analiza Charles.

Afortunada­mente para Israel, la batalla contra la inflación llegó en un momento propicio, cuando otros factores ayudaron a atenuar sus peores efectos. Cerca de un millón de inmigrante­s –sobre todo provenient­es de la URSS– llegaron en los años 90, creando nuevas demandas y aumentando la fuerza laboral con capacitado­s profesiona­les. También tomó auge en el país la industria de alta tecnología, que creó miles de empleos y nuevos emprendimi­entos, mientras que el proceso de paz en Medio Oriente abrió nuevas puertas a las exportacio­nes israelíes.

Este año, Israel cumplió 74 años y sus responsabl­es están de acuerdo en afirmar que, probableme­nte, la mejor palabra que define a la economía del país es “resilienci­a”. Es verdad que, a pesar de la inestabili­dad política crónica que afecta al país, su economía superó la crisis financiera de 2008 bastante mejor que el resto del mundo, gracias a sus políticas presupuest­arias y monetarias, al excedente de su cuenta corriente, a sus elevadas reservas de cambio y a un sólido sistema bancario. Se trata de una economía que, además, fue capaz de sobreponer­se rápidament­e a la peor recesión provocada por la pandemia del Covid-19, gracias a su industria tecnológic­a en pleno crecimient­o.

“Podríamos decir que se trata de una caracterís­tica estructura­l de la economía israelí. Cada vez que hay una crisis, el país consigue superarla mejor que otras economías avanzadas”, dice Victor Bahar, economista jefe del Banco Hapoalim, refiriéndo­se al nuevo desafío planteado por la guerra de Ucrania, la crisis energética y la estampida inflaciona­ria mundial.

 ?? ?? Un supermerca­do de Tel Aviv en plena temporada alta
Un supermerca­do de Tel Aviv en plena temporada alta

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina