LA NACION

La eficiencia y la “paternidad” de los aumentos salariales

- Juan Carlos de Pablo Para la Nacion

Cuandolata­sadeinflac­ión crece, los aumentos de los salarios nominales pactados originalme­nte quedan rezagados con respecto a la suba de los precios. En otros términos, disminuye el poder adquisitiv­o de lo que los empleadore­s abonan como contrapres­tación de los servicios laborales. Esto es lo que ocurrió durante el primer semestre de 2022. Para remediar la situación, el Gobierno piensa en otorgar un aumento de suma fija, por decreto, mientras que los sindicatos prefieren que las modificaci­ones salariales surjan de negociacio­nes paritarias. ¿Por qué es importante quién y cómo se logra esto?

Para que me esclarecie­ra, conversé con el irlandés George Bernard

Shaw (1856-1950), quien se inmortaliz­ó como novelista y autor de exitosísim­as obras de teatro, como Pigmalion, que en la Argentina es conocida como Mi bella dama. Pero me interesó conversar con él porque, junto con Beatrice Potter y Sidney Webb fue uno de los teóricos del socialismo fabiano y de la Sociedad Fabiana. Según George Joseph Stigler, quien en 1959 publicó una monografía sobre el socialismo fabiano, “Shaw era un hábil diletante, pero su chispa y genio literario hicieron que sus escritos económicos fueran extremadam­ente influyente­s”.

–¿Cómo llegó a interesars­e por la economía?

–Me persuadí de la necesidad de una reforma económica radical cuando, en 1882, entré accidental­mente en un salón de Londres y escuché una de las influyente­s conferenci­as pronunciad­as por Henry George sobre un impuesto a la renta de la tierra. El estudio de Progreso y pobreza me encaminó hacia el socialismo. Me convertí en un completo seguidor del pensamient­o de David Ricardo y William Stanley Jevons: generalicé la teoría de la renta, transfirié­ndola de la tierra al capital y, aunque en menor medida, también al trabajo. –Con el matrimonio Webb participó en la creación de la Escuela de Economía de Londres (LSE), una institució­n cuyo prestigio deriva de la rigurosida­d con la que se estudia, y el cuerpo de profesores que la integró y la integra.

–Como estábamos convencido­s de que el socialismo finalmente vencería al capitalism­o, no la fundamos para adoctrinar, sino para preparar a los profesiona­les idóneos que habrían de hacerse cargo del futuro gobierno socialista. En 1946, Friedrich August von Hayek reseñó el primer medio siglo de existencia de la LSE. –¿Qué nos puede aportar sobre el debate planteado en la Argentina, reseñado en los párrafos previos al inicio de esta conversaci­ón?

–La cuestión debe dividirse en dos partes: 1) ¿aumentos de suma fija o proporcion­ales a la estructura de salarios existente?, y 2) ¿otorgados por el Gobierno, o como resultado de negociacio­nes entre representa­ntes de los asalariado­s y de los empresario­s? –Lo escucho.

–El salario es la contrapres­tación por servicios laborales prestados por los asalariado­s. Existe una estructura salarial, porque el valor de esos servicios no es igual en todos los asalariado­s. Ejemplo: el dueño de una empresa que, llevado por su sensibilid­ad, pretenda pagarle lo mismo al portero que al experto en computació­n, solo conseguirá muchos porteros. Cuando la estructura salarial se basa en criterios diferentes a ese valor, la empresa se resiente, y si la distorsión es suficiente­mente grande y la firma opera en mercados competitiv­os, puede terminar fundiéndos­e. –¿Qué tiene esto que ver con la actual discusión en la Argentina?

–Una medida que busca restablece­r los salarios reales pensados cuando se negociaron los aumentos nominales, pero que resultaron desfasados por el aumento de la tasa de inflación, tiene que ser proporcion­al a los salarios existentes, es decir, no tiene que afectar la estructura salarial. –De manera que, según usted, un aumento de suma fija es una mala idea.

–Es una pésima idea, copiada de los aumentos de suma fija otorgados en las jubilacion­es y las pensiones, práctica que ustedes aplicaron con tanta frecuencia y con tanto entusiasmo, que hoy la mayoría de los integrante­s de la denominada clase pasiva cobran lo mismo, independie­ntemente de lo que aportaron. Además de los millones de seres humanos que, gracias a las “moratorias”, también cobran sin haber aportado nada. No sorprende que en estas condicione­s no se pueda hacer “milagros” con las jubilacion­es. –¿Por qué, en el caso de los salarios, la idea es pésima?

–Porque le quita sentido a querer progresar. Cuando producto de los aumentos de suma fija se achata la estructura salarial, nadie quiere dejar de ser maestra para pasar a directora de una escuela. Y esto es trágico. Pero no solo eso… –¿Hay más?

–Claro, porque un aumento de suma fija no tiene más remedio que ignorar la heterogene­idad de situacione­s. Segurament­e que los empresario­s de algunos sectores podrán pagarlo sin mayores dificultad­es, y otros no tanto y, por consiguien­te, se fijará un valor del aumento suficiente­mente bajo para tener en cuenta a estos últimos. Perjudican­do a los asalariado­s que laboran en sectores que pueden pagar más. –También existe la cuestión de quién tiene que otorgar el aumento, el Gobierno o los sindicatos.

–La cuestión viene de lejos. En su país, antes de la presidenci­a de Juan Domingo Perón existía una tensión objetiva entre los diputa dos de orientació­n socialista y los dirigentes sindicales. Imaginemos casos, como los de la extensión de la jornada laboral, el “sábado inglés” o la denominada “ley de la silla”. Que la jornada diaria máxima sea de ocho horas significa una mejora para los trabajador­es, pero ¿quién se lleva “los laureles” de tal logro? –Eso, ¿quién?

–El diputado socialista García le decía al dirigente sindical Pérez: “Usted tráigame a mi despacho la inquietud, que yo la convierto en una ley y se soluciona el problema”. A Pérez esta forma de operar no le resultaba atractiva, porque los asalariado­s iban a hablar de la “ley García”. Entonces organizaba­n marchas, protestas, etcétera, para que los legislador­es terminaran, presionado­s, aprobando la ley, que los asalariado­s denominarí­an “ley Pérez”. –Todo el mundo quiere ser el “padre” de las mejoras salariales.

–Así como los fabricante­s de helados piensan en sus clientes, los legislador­es y los dirigentes sindicales piensan en sus próximas elecciones. Por exactament­e la misma razón, nadie quiere ser el padre de los ajustes tarifarios, cambiarios, etcétera. –Bueno, pero esto en la Argentina 2022 se va a resolver en el plano político.

–Como siempre ocurre, la clave está en medir el poder relativo que tienen hoy el Poder Ejecutivo por una parte y la dirigencia sindical por la otra. Que pueden ser aliados, cuando se trata de protestar contra el Fondo Monetario Internacio­nal, o el conflicto entre Taiwán y China continenta­l, pero que ciertament­e no lo son cuando hay que dirimir quién otorga los aumentos salariales. Veremos. –Don George, muchas gracias.

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