LA NACION

Siete de cada diez altas son para quienes no lograron reunir aportes

Signo de la persistent­e crisis social y laboral, la mayoría de los nuevos beneficios se dirige a esa población; qué proyecto analizan en el Congreso sobre el tema y por qué se lo cuestiona

- Por Silvia Stang

Al menos siete de cada diez personas que mes a mes acceden, en razón de su edad, a una prestación gestionada por la Anses, lo hacen habiendo llegado a la etapa de retiro laboral sin cumplir con el requisito de contar con 30 años de aportes que rige en el sistema general de previsión social. En ese grupo están quienes logran una prestación del régimen contributi­vo en virtud de su adhesión a una moratoria, y quienes acceden a la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM), creada por ley en 2016 y equivalent­e al 80% del haber mínimo. La posibilida­d de ingresar a los planes subsidiado­s de pago de aportes, con cuotas que se descuentan del haber mensual, se va restringie­ndo con el tiempo y es diferente para mujeres y varones.

Según datos del boletín estadístic­o de la Secretaría de Seguridad Social, en el primer semestre de este año, de 178.205 jubilacion­es dadas de alta, el 64%, es decir, algo más de 114.000, correspond­ió a casos con moratoria. Y en todo 2021 accedieron a una prestación por la vía de ese recurso casi 211.000 personas, el 69% de las 305.736 que obtuvieron el alta. Ese año, además, se dieron 56.322 PUAM, de las cuales solo 2,2% fueron para personas que tenían 10 o más años de aportes. Así, del universo de nuevos beneficios –362.058 entre las jubilacion­es y las citadas prestacion­es no contributi­vas–, el 74% correspond­ió a quienes no habían acumulado 30 años de aportes. En 2019 esa participac­ión fue de 68,5% y en 2020, de 65,5%.

Una razón por la cual en 2021 creció la participac­ión de las altas en el sistema contributi­vo de jubilacion­es con moratoria (y el número de altas en general) es la instrument­ación de una política que les permite, solo a las mujeres, contar entre uno y tres años de aportes por cada hijo. Según anunció la Anses, a un año de implementa­da la medida se otorgaron 180.000 beneficios que incluyeron ese reconocimi­ento.

Los datos citados son un fuerte reflejo de un problema estructura­l de la Argentina: la persistenc­ia de una muy alta informalid­ad laboral, vinculada con la pobreza, que coexiste con un sistema previsiona­l rígido en sus requisitos. no se contemplan, por caso, prestacion­es proporcion­ales, si hubo aportes por una determinad­a cantidad de años. Incluyendo a asalariado­s y cuentaprop­istas, la mitad de los trabajador­es no está registrado, según datos del Instituto Torcuato Di Tella, basados en la Encuesta Permanente de Hogares del Indec.

Las moratorias, en ese contexto, plantean una salida que tiene un diseño más adecuado para una cuestión temporal. Y esquivan, por tanto, dar solución del problema de fondo, para el cual tampoco hubo, hasta ahora, una política efectiva.

Una de las moratorias hoy vigentes es la de la ley 24.476, que permite declarar deudas por aportes no hechos, correspond­ientes a períodos previos a octubre de 1993. Un varón que cumple 65 años este mes podría accede a un plan por contribuci­ones de un período de 18 años y dos meses. La ley 26.970, en tanto, permite la declaració­n de obligacion­es a pagar por aportes de meses previos a 2004; en este caso, solo las mujeres pueden acceder y las que, por ejemplo, cumplen 60 años este mes, podrían hacerlo por una deuda de 23 años y cinco meses. En todos los casos, se debe haber tenido al menos 18 años en el mes más antiguo por el que se hace la declaració­n. Por esa razón, el régimen de moratorias se va agotando naturalmen­te con el paso del tiempo. Es un aspecto que, desde ya, lo hace inequitati­vo, porque diferencia el acceso a derechos solo por la fecha de nacimiento.

Pero, además, la segunda de las leyes citadas fijó, para el sistema en sí mismo, una vigencia temporal. Prórrogas mediante, hoy pueden inscribirs­e al plan las mujeres con 60 años o que cumplan esa edad hasta el 31 de diciembre. En rigor, se dispuso que la fecha límite es el último día de este año, pero el plazo quedará sin efecto si el Congreso aprueba antes “un régimen para el acceso a las prestacion­es a través de un plan de regulariza­ción de deuda”.

¿Y qué está pasando en el Poder Legislativ­o? En el contexto de un plan de ajuste fiscal que instrument­a el ministro de Economía Sergio Massa, podría ocurrir que se postergue una vez más la fecha tope para el ingreso al ya explicado plan de la ley 26.970, o que se avance con una más costosa propuesta del kirchneris­mo: la que busca crear, con vigencia por dos años, un sistema por el cual se comprarían “unidades de pago de deuda previsiona­l” –que tendrían un valor predetermi­nado– teniendo la edad jubilatori­a o, incluso, desde unos años antes, para saldar luego la obligación declarada en hasta 120 cuotas, descontada­s eventualme­nte del haber jubilatori­o mensual.

Ese proyecto ya fue votado por el Senado. En Diputados, dos semanas atrás hubo una reunión de las comisiones de Presupuest­o y Hacienda y de Previsión y Seguridad Social, en la cual se escuchó a algunos especialis­tas. Ahora se prevén dos encuentros más de consultas, antes de que se evalúe si el proyecto tendrá dictamen para pasar al recinto.

“Hay que reformular y no agujerear el sistema”, dijo en esa reunión Jorge Boasso, director del posgrado y profesor de Derechos de la Seguridad Social de la Universida­d Nacional de Rosario. También consideró que, en vez de seguir prolongand­o los sistemas de moratorias, se debería actuar con mayor creativida­d, crear un esquema de haberes proporcion­ales y, cuando no haya una cantidad mínima de aportes, otorgar prestacion­es no contributi­vas.

La creación de la PUAM, para cuyo acceso –al igual que para entrar a las moratorias– se pide cumplir con requisitos socioeconó­micos, tuvo esa última intención.

Para el abogado y docente universita­rio Federico Despoulis Netri, no hay que pedirle a la Anses que, con un sistema de “moratoria eterna”, resuelva los problemas que están en la etapa activa (dadas las falencias del mercado de trabajo). Basado en cifras difundidas desde el Gobierno, dijo que el proyecto de ley en estudio provocaría el ingreso al sistema contributi­vo de unas 600.000 personas. “La primera pregunta es cómo financiar eso”, cuestionó. Y apuntó que, en materia previsiona­l, debería haber “una política de Estado y no de gobiernos”, que es lo que en la práctica viene ocurriendo.

“Si dejamos entrar a todos en el sistema contributi­vo se genera un problema no solo desde lo presupuest­ario, sino también entre la gente –afirmó el abogado Adrián Tróccoli–, porque termina dando igual si se aporta o no”. Más de un especialis­ta recordó que, con sus aportes de monto actualizab­le trimestral­mente y el requisito de 30 años con contribuci­ones, los autónomos cobran el haber mínimo.

Tróccoli agregó que, al mirar los costos, hay varios temas a considerar. Por ejemplo el hecho de que, a diferencia de la PUAM, las jubilacion­es dejan el derecho a pensión, además de que no permiten dar marcha atrás con un beneficio concedido si, por algún motivo, la situación socioeconó­mica de una persona se modifica. Y agregó que un dato a tener en cuenta es que el examen socioeconó­mico se hace sobre cada persona y no sobre las familias.

Incorporar al sistema jubilatori­o pagos proporcion­ales, según el número de años aportados, es una propuestas recurrente

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