Se exhibe el manuscrito de la novela que Borges abandonó
Los Rivero es un texto que el autor dejó inconcluso en 1950 a causa de su extensión; una página se muestra por primera vez al público en un museo de México
Ciudad de México.– El olvido llegó mucho antes, hacia 1950. Jorge Luis Borges trabajaba en Los Rivero cuando acaso lo asaltó el miedo. Llevaba una vida escapando al género de la novela. Ahora, tal vez, se había acercado peligrosamente a ella.
El “padre de todos los cuentos” vislumbró que ese relato de caligrafía imposible exponía los signos de una flaqueza. Aturdido por la señal, dejó el manuscrito. Así lo conjeturó el catedrático Julio Ortega, de Brown University, al identificar en 1999 el texto en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, Austin. Borges quizás abandonó ese texto “porque el relato le exigía una extensión mayor de lo que él hubiera querido”.
Durante cuatro décadas el texto habitó los márgenes del sueño, donde las ruinas de la memoria consiguen a veces aplastar algunos horrores. Tras su hallazgo, María Kodama, viuda del escritor, había expresado de manera tajante: “Jamás Borges intentó escribir una novela. Ni en pesadillas”.
Entonces el texto regresó al destierro, que duró otra década. Pero en 2010 apareció en una edición de lujo, con patrocinio de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, con sede en Buenos Aires, que preside Kodama. Y llegó luego otra década de olvido hasta que el manuscrito despertó de su letargo hace algunas semanas: de forma parcial, se exhibe por primera vez en América Latina, en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México. consultó a Kodama por
la nacion el posible derrotero de este manuscrito hasta el Ransom Center, institución que cedió ahora a préstamo su primera página para la muestra. Tras un breve silencio, la albacea concluyó: “No lo recuerdo. Hay tantos manuscritos”.
Un diálogo inesperado
La primera página del manuscrito de Los Rivero se puede ver hasta octubre en la exposición “Gabriel
García Márquez: La creación de un escritor global”, con curaduría del investigador y académico español Álvaro Santana-acuña, que reúne el archivo personal de Gabo. Durante la pandemia este conjunto se mostró en Texas y esta es la primera vez que sale de allí.
El texto en cuestión lleva el nombre de Jorge Luis Borges anotado por su madre, Leonor, en el margen superior. La caligrafía diminuta y apretada en hoja de cuaderno escolar está exhibida a pasos de la reproducción de La casa de los Buendía, escrito por Gabo también en 1950. Aquel fue el germen de Cien
años de soledad.
Santana-acuña explica a la na
el motivo de ese diálogo curatorial.
cion “Pudo haber sido su novela. Las características de la historia nos inclinan a pensar que podía ser algo más que un cuento”, dice, a sabiendas de que Borges desdeñaba la novela. En los 50 “era un escritor que todavía no tenía su obra completa: ¿pudo haber sido una novela corta? Lo que sí parece es que no iba a tener la estructura de un cuento”, continúa, sorprendido por el patrón de semejanzas entre ambos manuscritos.
“Es muy interesante ver las conexiones que tanto Borges como García Márquez tienen en mente: una saga familiar”, plantea el especialista. Borges, con el coronel Rivero; García Márquez ,con el coronel Buendía. Continúa: “Ambas familias tienen un pasado militar y nostalgia por un tiempo. También por una historia que les ha dejado de lado. Cuando el coronel Buendía pierde todas las batallas, no se le reconoce lo que él hizo por Colombia. En el caso del coronel Rivero, también la familia guarda una lanza como reliquia del acto heroico que hizo Rivero en Venezuela, que permitió liberar una buena parte del territorio. Entonces, está también esa idea de escribir la historia desde el punto de vista de los vencidos, aquellos derrotados o que acabaron ignorados por la memoria histórica”.
La descripción de las casas es otro punto en común. “El Nobel de
Literatura describe el interior de la casa y la degradación como el polvo de la historia sobre las cosas. También Borges describe en el manuscrito el interior de la casa donde están las reliquias, casi como de otro tiempo”, agrega. Santana-acuña remarca la adquisición legítima y de buena fe del manuscrito por parte del Ransom Center. Por ello, cree, se trata de un texto que “Kodama nunca reclamó”.
El académico eligió dos “escoltas” para acompañar a Los Rivero detrás de esa vitrina, El Quijote, de Miguel de Cervantes (“que Borges idolatraba”), y Las mil y una noches, “dos referentes que también lo son para García Márquez. Por eso están aquí”.
Maestría para borrar huellas
En un cruce de correos con la na
cion, Julio Ortega advierte: “Es cierto que es poderosa la influencia de Borges en Gabo, así como la admiración de este por aquel. Pero Gabo es un maestro en borrar huellas”. Borges y el Nobel, “en efecto, nunca se conocieron. Aunque Borges supo de Cien
años de soledad. Cuando le pregunté por esa novela, me respondió: ‘Me dicen que es una novela que dura cien
años’”. Gabo, en cambio –recuerda el catedrático–, “era fanático de Borges; se sabía párrafos enteros”.
Ortega escribió La Comedia Literaria. Memoria Global de la Literatura
Latinoamericana (Universidad Católica del Perú y Cátedra Alfonso Reyes del TEC de Monterrey, 2019), libro fundamental sobre la efervescencia de las letras del siglo XX en la región, nutrida por su gran amistad con los autores del boom, como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Manuel Puig, Margo Glantz, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo o Julio Cortázar.
lo invitó a reconstruir el
la nacion