LA NACION

La guerra ofrece nuevos roles y más peligros para las ucranianas

- Megan Specia Traducción de Jaime Arrambide

A seis meses del inicio de la guerra, mientras hacen frente a estereotip­os muy arraigados acerca de su papel en la sociedad postsoviét­ica del país, las mujeres se han convertido en una fuerza omnipresen­te en Ucrania

ECHERNIGOV l camino hacia el campo de entrenamie­nto atraviesa una zona de casas destrozada­s y edificios derruidos, un recordator­io de la destrucció­n que produjo hace apenas unos meses la guerra en la ciudad norteña ucraniana de Chernigov.

Al frente de la clase, junto a un pizarrón donde se veían imágenes de municiones y minas terrestres sin explotar, está Hanna, que les explica a sus alumnas los riesgos de los campos minados y cómo identifica­rlos. Una mujer que participab­a del entrenamie­nto preguntó si era seguro llevar a su hijo de tres años a un parque local de Chernigov

“No camines por el bosque, es mejor evitarlo”, le dijo Hanna, de 34 años, y le recomendó no salirse de las áreas asfaltadas.

Hanna, que pidió no revelar su apellido por temor a poner en riesgo su seguridad, es una de las cada vez más numerosas mujeres ucranianas que recibieron entrenamie­nto en desminado, que hasta hace pocos años figuraba en la lista de los centenares de trabajos que las mujeres tenían prohibido ejercer en el país.

A seis meses del inicio de la guerra, mientras hacen frente a estereotip­os muy arraigados acerca de su papel en la sociedad postsoviét­ica del país, las mujeres se han convertido en una fuerza omnipresen­te en Ucrania.

Son cada vez más visibles en las fuerzas militares, incluso en posiciones de combate, y liderando iniciativa­s de reclutamie­nto de voluntario­s y recaudació­n de fondos. Y mientras los hombres siguen siendo mayoría entre los combatient­es, las mujeres están ocupando roles adicionale­s en la vida civil, como la administra­ción de negocios, además de cuidar a sus familias.

Hace dos años, cuando vivía en Mariupol, ciudad de la que es oriunda, Hanna se sumó a una fundación de desminado suiza, y luego de que Rusia invadiera Ucrania en febrero, dejó esa ciudad portuaria sureña y encaró rumbo al norte.

Ciudades arrasadas

Ahora trabaja en ciudades como Chernigov, de la que se han retirado los ocupantes rusos, para erradicar las minas terrestres en ciudades arruinadas por la guerra.

“En general, las mujeres son percibidas de un modo muy paternalis­ta”, dice Anna Kvit, una socióloga ucraniana especializ­ada en estudios de género. “Con esta guerra que escaló en 2022, la participac­ión de las mujeres no solo aumentó, sino que también se ha vuelto más visible”.

Ese cambio de rumbo ya lleva un tiempo, dice Kvit, y tras el conflicto de 2014 en el este de Ucrania, las mu“Cada jeres fueron adoptando nuevos roles y acelerando cambios en los sectores de defensa y de seguridad que trascendie­ron en toda la sociedad. Las mujeres habían sido excluidas de los roles de combate, pero todavía seguían participan­do en la lucha, aunque sin los mismos estatus, beneficios y reconocimi­ento que los hombres.

“En la sociedad ucraniana, la resistenci­a sostenía –y probableme­nte sigue sosteniend­o– que el Ejército y la guerra no son lugar para las mujeres”, dice Kvit.

Según legislació­n adoptada en 2018, en las fuerzas armadas las mujeres tienen el mismo estatus legal que los hombres, y el cambio dio un mayor impulso para reformas laborales inclusivas de género.

Las nuevas leyes terminaron con la prohibició­n de que las mujeres ejercieran 450 ocupacione­s en Ucrania, un vestigio de la era soviética, cuando algunos trabajos eran considerad­os perjudicia­les para la salud reproducti­va. Además de roles de desminado, la lista incluía actividade­s como soldar, manejar camiones de larga distancia, y puestos como bombero y en seguridad y defensa.

Hanna Maliar, viceminist­ra de Defensa de Ucrania, dice que ahora hay más de 50.000 mujeres en las fuerzas armadas del país, y que la cifra aumenta significat­ivamente desde el comienzo de la guerra.

Mientras los hombres de 18 a 60 años tienen prohibido salir del país porque están obligados a combatir a Rusia, las mujeres manejan como voluntaria­s vehículos de transporte desde otros países de Europa para ser utilizados por las fuerzas militares ucranianas.

“Cuando empezó la guerra, me preguntaba cómo podía ayudar”, dice Yevgheniia Ustinova, de 39 años, que integra uno de los incontable­s grupos que manejan esos vehículos de transporte a Ucrania.

Durante una breve parada en un café en Lviv, en el oeste de Ucrania, Ustinova describe su viaje de ida y vuelta de dos días hasta Polonia desde su casa en Kiev, la capital ucraniana, para buscar un camión y luego regresar a Ucrania.

una hace lo que puede”, dice Ustinova.

Las conductora­s femeninas fueron bien recibidas, dice Maria Stetsiuk, de 35 años, que pasó por Lviv el mes pasado mientras manejaba hacia el este, donde planeaba dejar un camión para unos amigos militares. Pero a veces hay escépticos, como el oficial de policía que hace poco la detuvo rumbo a Dnipro y le preguntó por qué estaba manejando y no tenía marido.

“Nunca pensé tener que hacer esto”, le dijo Stetsiuk. “Pero hoy en día cada uno y cada una hace lo que puede”.

Desplazami­ento

Si bien la guerra cambió la percepción de género y amplió algunas oportunida­des para las mujeres, también ha tenido un efecto desproporc­ionado y brutal sobre sus vidas. Aunque tienden a no morir en combate, son las más afectadas por el desplazami­ento, y un análisis de ONU Mujeres y CARE Internatio­nal concluyó que la guerra aumentó de manera significat­iva sus tareas de cuidados y empeoró las desigualda­des de género, algo que preocupa a los expertos.

Yuliia Serdiuk, de 31 años, sufrió graves heridas por fuego de artillería hace unas semanas en Orejov, su ciudad natal de la región de Zaporiyia, en el sudeste de Ucrania, cuando la localidad, antaño tranquila, quedó en la línea de frente mientras las tropas ucranianas intentaban repeler a las tropas rusas. El 8 de mayo, su hijo le pidió que lo tomara de la mano mientras bajaba una sierra en patineta.

“De repente hubo una explosión y nos pusimos a correr”. Serdiuk protegió a su hijo con su cuerpo. Algunos fragmentos le alcanzaron las costillas y el hígado, y le quebraron gran parte de la columna vertebral. Serdiuk ya no puede caminar y fue evacuada en tren hasta un hospital de Lviv, donde recibe una rehabilita­ción intensiva.

Allí, hace poco tiempo, una tarde un médico la subió a una silla de ruedas y la llevó a fisioterap­ia. Todavía por debajo de su remera se pueden percibir sus hematomas.

Serdiuk quiere regresar a su casa, aunque su ciudad natal ha sido arrasada. La escuela de su hijo ya no existe, y el centro de la ciudad fue demolido. Serdiuk espera que la trasladen fuera de Ucrania para recibir un tratamient­o más especializ­ado.

Su madre, Nataliia Budovska, de 51 años, no se ha separado de ella durante su recuperaci­ón y dice que es difícil verla sufrir.

“Me rompe el corazón”, dice su madre. “Las personas que no tienen la guerra en la puerta de su casa pueden llegar a creer que todo es mentira. Pero es verdad, esta es la realidad”.ß

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina