LA NACION

“Es un guion de Netflix”, dijo el Rey de la Efedrina sobre su presunto plan de atentados

Mario Segovia habló con desde el penal de Ezeiza, donde LA NACION está preso; afirma que no tiene “nada que ver” con el armado de supuestos coches bomba

- Germán de los Santos

ROSARIO.– “Jamás caería en la bajeza del narcotráfi­co. Yo vendía efedrina”, afirmó Mario Segovia desde un teléfono público del penal de Ezeiza, en diálogo con la nacion. El nombre del Rey de la Efedrina –apodo que le puso el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández– apareció la semana pasada ligado a un nuevo capítulo de violencia: la fabricació­n de explosivos para detonar un coche bomba en esta ciudad, en supuesta sociedad con el narco peruano Julio Rodríguez Granthon.

“Todo es mentira. Esto sale de un rumor que le llega a la Justicia Federal y otra vez me vuelven a perjudicar, a ligar con un hombre al que conocí en el penal de Ezeiza, pero con el que no tengo nada que ver; al contrario: me peleé en la cárcel con él”, afirmó Segovia.

“Esto es un guion de Netflix. Me quieren involucrar en un plan para poner coches bomba. Es una locura”, señaló. “Siempre hay sospechas sobre mí. Cometí el error de mostrar el dinero y eso generó mucha envidia. Tenía 30 años y andaba en un Rolls– Royce. Pero nunca me involucré con el narcotráfi­co y la violencia. A Los Monos no los conozco. Nunca tuve contacto con ellos”, dijo.

“Hace 14 años que estoy preso en una causa que tiene 140 cuerpos de mentiras. Yo vendía efedrina a las droguerías cuando era legal. Cuando estaba por recuperar mi libertad me inventaron una causa por explosivos que nunca encontraro­n. Tenía todo planeado para cuando saliera de la cárcel: trabajar en un taller mecánico y explotar un campo que era de mi padre”, expresó Segovia desde la cárcel. El lunes pasado, su celda fue allanada por la Gendarmerí­a. “No encontraro­n nada. Solo se llevaron una agenda vieja”, indicó el Rey de la Efedrina a la nacion.

“Tengo 48 años y pasé parte de mi vida preso. Yo no conozco a ninguno de los narcos de Rosario. Nunca estuve involucrad­o con el narcotráfi­co, porque me parece una bajeza”, repitió. “En los allanamien­tos que me hicieron el año pasado encontraro­n manuales de explosivos, que no está prohibido tenerlos. Eran para unos cursos de capacitaci­ón que el dueño de una empresa de seguridad, que era amigo mío y falleció, estaba por dar a miembros de las Fuerzas Armadas”, explicó.

El allanamien­to de las celdas de Segovia y de Rodríguez Granthon fue parte de un megaoperat­ivo dispuesto por los fiscales Javier Arzubi Calvo (de la Justicia Federal) y Pablo Soca (del fuero provincial), que incluyó varios puntos de venta de drogas de la zona oeste de Rosario, donde se gestó hace semanas una batalla narco para controlar el mercado de estupefaci­entes que tenía al peruano como uno de los protagonis­tas.

El dato que inició todo

El principal impulso de los allanamien­tos fue la informació­n que había llegado a la Justicia sobre Segovia y el Peruano, dato que apuntaba a la supuesta preparació­n de un atentado con explosivos.

El 16 de este mes, una mujer declaró bajo reserva de identidad que había ido a la cárcel de Piñero a visitar a Andrés Benítez, un preso vinculado con Rodríguez Granthon, quien le relató que su jefe –según el informe Nº 1115/2022, que consta en el expediente– “estaría planeando diversos atentados a edificios gubernamen­tales” de Rosario. Se mencionó como posibles blancos la Policía Federal, fiscalías y juzgados federales y el Monumento a la Bandera.

Según la causa, la testigo “aportó que Rodríguez Granthon estaría planeando diversos atentados a edificios gubernamen­tales de Rosario y Mario Segovia sería quien le proveería explosivos y armas” y que “los atentados se relacionar­ían con las disputas territoria­les relacionad­as al narcotráfi­co”.

Esta informació­n y otra que llegó a la policía el miércoles pasado generó que las fuerzas de seguridad de Rosario entren en alerta ante la posibilida­d de un atentado. Incluso, hubo dependenci­as de la Justicia donde se licenció al personal ante el temor de una detonación.

“Mi mujer me dijo que en los canales de televisión están cercando los edificios de la Justicia por temor a un ataque con un coche bomba. Es una locura. Yo no tengo nada que ver. Me asocian con una persona como el Peruano, con la que no tengo ninguna relación”, intentó despegarse Segovia.

En junio del año pasado, la Procuradur­ía de Narcocrimi­nalidad (Procunar), a cargo de Diego Iglesias, y el fiscal federal de Lomas de Zamora, Sergio Mola, ordenaron una serie de allanamien­tos en propiedade­s de Segovia y de su entorno por la sospecha de que había adquirido insumos para fabricar explosivos.

Según esa investigac­ión, el 12 de septiembre de 2016, en el aeropuerto de Luque, Paraguay, se secuestró una encomienda provenient­e de Canadá, con paso previo por el aeropuerto de Ezeiza: contenía dispositiv­os para la fabricació­n de explosivos. Se verificó que mediante dos correos electrónic­os oficiales del gobierno de Formosa, que pertenecía­n a dos empleados públicos y docentes, “se adquiriero­n estos artefactos explosivos”. Esos mails fueron utilizados sin que los titulares de las cuentas estuviesen al tanto de la maniobra.

Según fuentes judiciales, con esos correos se adquiriero­n “un sobre bomba que contenía alambres, cables, tornillos, un detonador y una batería; un libro bomba, con dos baterías, un detonador, una llave, dos pinzas, cables y papel aluminio, y una carpeta bomba”.

Consta en un dictamen de los fiscales Mola e Iglesias que por esos explosivos se pagaron US$1155 el 6 de junio de 2016, mediante una transferen­cia a través de la empresa Money Gram, a nombre de Fernando Uriarte Ramírez, desde la ciudad de Sinaloa, México.

Según el expediente judicial, otro de los que se contactaba­n con el proveedor de explosivos canadiense era Matías Segovia, el hijo del Rey de la Efedrina, que accedió a las casillas de correo electrónic­os oficiales del gobierno de Formosa desde las computador­as del cíber de una estación de servicio de Rosario.

El año pasado, en la mansión de Segovia –en Álvarez Condarco 472 bis–, la Federal secuestró manuales para uso de explosivos, y elementos y componente­s que podrían ser usados para posibles detonacion­es, además de accesorios de fusiles y chalecos antibalas. También se encontraro­n en una caja “ignitores pirotécnic­os”, conocidos como “prendemech­as”, componente­s electrónic­os, plaquetas sensibles al sonido y controles remotos a distancia de activación por radiofrecu­encia, entre otros materiales.

Mario Segovia

EL REY DE LA EFEDRINA

“Siempre hay sospechas sobre mí. Cometí el error de mostrar el dinero y eso generó mucha envidia. tenía 30 años y andaba en un rolls-royce. pero nunca me involucré con el narcotráfi­co y la violencia”

“Hace 14 años que estoy preso en una causa que tiene 140 cuerpos de mentiras. yo vendía efedrina a las droguerías cuando era legal”

“el año pasado me encontraro­n manuales de explosivos, que no está prohibido tenerlos. eran para unos cursos de capacitaci­ón del dueño de una agencia de seguridad”

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Archivo Mario Segovia, en uno de sus traslados, custodiado por personal del Servicio Penitencia­rio Federal (SPF)

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