LA NACION

Intimidad de Cristina. De la ola de acumulació­n política al shock y el resguardo personal

La vicepresid­enta no advirtió la gravedad del ataque hasta que ingresó en el departamen­to; tras la exposición, se recluyó con sus íntimos y salió de la escena; insistirá en llevar su caso judicial a los foros internacio­nales

- Texto Maia Jastreblan­sky | Foto Ignacio Sánchez

Cristina Kirchner entró a su departamen­to rezongando porque no la habían dejado seguir saludando a sus militantes, completame­nte inconscien­te de que casi la matan. Recién cuando encendió la televisión y el viceminist­ro de Justicia, Juan Martín Mena, comenzó con las diligencia­s judiciales, ella se dio cuenta de que salvó su vida de casualidad, porque la bala de su atacante no entró en la recámara. La vicepresid­enta venía empapándos­e todos los días del afecto de sus fieles, muy subida a una ola de acumulació­n política, que paradójica­mente se inició con el pedido de 12 años de prisión por corrupción, con una larga exposición de pruebas en su contra.

En los últimos diez días ella había estado hiperactiv­a en todos los planos. En su entorno aseguran que quería defenderse de la Justicia ejerciendo presión en la calle, pero que también pretendía llegar hasta las últimas instancias y ya hablaba de ir a los foros internacio­nales. Con una agenda pública enfocada en exhibir apoyos de actores sociales y políticos, puertas adentro también estaba intervinie­ndo en la gestión, en contacto estratégic­o con un puñado de funcionari­os de la administra­ción de Alberto Fernández. A ello le había sumado lo electoral, convencida de poder ordenar al oficialism­o como la gran electora del PJ.

El intento de magnicidio televisado en la puerta de su casa fue, en ese contexto, un shock total.

Recluida

Tras una semana en la que su rutina diaria fue exhibida frente a las cámaras, Cristina dejó su casa de Recoleta, se recluyó con sus íntimos y salió de la escena. Primero trascendió que podía viajar a El Calafate, pero nunca pidió el avión oficial. Luego se especuló con algún destino en la provincia. Pasó a moverse en un Mondeo negro blindado que pertenece a la Presidenci­a. Ella ya tenía a disposició­n el auto blindado gemelo de la flota oficial, pero en el último tiempo había estado en reparación en el taller y por eso se movía en un Corolla blanco.

La vicepresid­enta, en cambio, hizo saber que no quiere cambiar a su custodia, que la acompaña desde hace muchos años.

En la madrugada del viernes, tras los incidentes, Cristina había estado acompañada, entre otros, por Mena y Eduardo “Wado” de Pedro, que tiene con la vicepresid­enta un vínculo cuasi familiar. El ministro del Interior vivió el episodio con una fuerte conmoción mezclada con cierta irritación. El kirchneris­mo cree que el Gobierno no cuidó debidament­e a su jefa política en el último tiempo. Por su parte, el viceminist­ro de Justicia, junto con el jefe de custodia de la vice, Diego Carbone, fueron de Recoleta a Comodoro Py, a altas horas de la noche y coordinaro­n los pormenores para que la exmandatar­ia declarara frente a la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo.

Batalla judicial

Antes del ataque, Cristina estaba lanzada a defenderse por la causa Vialidad mediante un ejercicio de presión política, con el Frente de Todos en estado de movilizaci­ón permanente para respaldarl­a. En el oficialism­o se esperaba que, de un momento a otro, ella bajara la instrucció­n para organizar una gran marcha, pero la estrategia viró a mantener en el tiempo la demostraci­ón de fuerza callejera con distintas manifestac­iones.

Según pudo reconstrui­r la nacion, antes del pedido de pena del fiscal federal, el propio kirchneris­mo temía que una convocator­ia a movilizar por la causa contra la vicepresid­enta luciera flaca, por la acuciante situación económica. Se veían en el espejo de Inacio Lula da Silva, que perdió acompañami­ento conforme avanzó el proceso judicial en su contra. “Ellos movilizaro­n recién después de que vieron a la gente en la calle”, dijo un dirigente de interlocuc­ión directa con Máximo Kirchner.

Cristina está convencida de que en los tribunales le espera un fallo adverso y en cambio trabaja por su legitimaci­ón y su legado. “No es en Py donde va a ganar”, dicen cerca suyo. Por eso, en su alocución vía Youtube anticipó argumentos y elementos que su abogado, Carlos Beraldi, tenía reservados para su alegato.

De todas formas, en las últimas horas también les transmitió a sus allegados que está dispuesta a llevar su caso hasta el final, si es necesario ante los foros internacio­nales. “Ella está enfocada en visibiliza­r que hay una persecució­n en su contra, si es necesario irá a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH)”, dijo alguien que cenó con ella en los últimos días.

Otro legislador muy cercano aseguró: “Lo que no quiere es agachar la cabeza en busca de fueros, prefiere ir presa. No va a ser Menem. No van a ser los fueros los que determinen su decisión electoral”.

El 2023

El pedido de 12 años de prisión e inhabilita­ción para ejercer cargos públicos le dio a la vicepresid­enta una inesperada centralida­d y puso a buena parte del peronismo a orbitar alrededor suyo. “Hay que hacerle un cuadrito a (el fiscal, Diego) Luciani”, bromeó al comienzo de la semana un colaborado­r de La Cámpora, cuando el kirchneris­mo aún estaba desbordant­e por el giro que había dado la política para entronizar a su jefa.

Mientras que en público la vicepresid­enta exhibe los apoyos que recibe en el Senado para solidariza­rse por la causa judicial -incluso dirigentes que estaban distanciad­os con ella le volvieron a escribir-, en privado comenzó a moverse activament­e con la mira en las elecciones del año próximo. Transmite que cree que hoy el oficialism­o pierde, pero que el peronismo “se empezó a ordenar”. Mientras que algunos dirigentes oficialist­as proponen suprimir las PASO para desordenar a Juntos por el Cambio, ella hizo saber que conviene mantener el sistema actual para fortalecer al Frente de Todos en jurisdicci­ones claves.

Ya no tiene los ojos puestos solo en salvar la provincia de Buenos Aires. Según pudo reconstrui­r la nacion, luego del enfrentami­ento público con Horacio Rodríguez Larreta, la vicepresid­enta comenzó a interesars­e fuertement­e en cómo se organiza la oferta electoral de la Capital Federal. “Hay que mirar las opciones que le puedan complicar la cosa a Pro, aunque no ganemos nosotros. Ver qué pasa con (Martín) Lousteau y con los liberales”, dejó entrever un referente porteño.

“Cuando Cristina estaba confrontan­do con Alberto en la interna, todo era pérdida para ella y el núcleo duro kirchneris­ta se estaba carcomiend­o. Desde que ocurrió lo de Luciani ella volvió acumular. Y hoy nos gana a todos”, dijo un importante funcionari­o que sigue las encuestas y que reconoció que la reelección de Fernández ya agoniza en los sondeos.

Cristina, en tanto, buscó una fórmula para salvar al relato kirchneris­ta del ajuste que está implementa­ndo el ministro de Economía. El encargado de transmitir­lo fue Máximo Kirchner: “Massa está reacomodan­do el desastre que dejó Martín Guzmán”. La vicepresid­enta llegó a decir en privado las peores cosas del exministro, pero también parece difícil que haga una gran demostraci­ón pública de apoyo al plan del tigrense.

El doble juego se ve en su acercamien­to a Juan Grabois. Luego de que el líder piquetero reclamara el salario básico universal, la vicepresid­enta habilitó a una senadora de su riñón, Juliana Di Tullio, a que presentara un proyecto similar de distribuci­ón de ingresos. La idea del kirchneris­mo era que Massa levantara ese proyecto como una medida administra­tiva. Pero el tigrense pidió más tiempo para ordenar las cuentas, y Grabois dio el portazo en los bloques del Frente de Todos.

Hasta el ataque que sufrió el jueves, que la puso en contacto nuevamente con el Presidente, Cristina había encontrado nuevos interlocut­ores en la gestión. A Sergio Massa se sumó el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, además de sus contactos con Gabriel Katopodis (Obras Públicas) y Juan Zabaleta (Desarrollo Social) por su interés en la provincia.

En la Casa Rosada aseguran que el encuentro que Fernández mantuvo con la vicepresid­enta en su departamen­to de Recoleta horas después del atentado fue “en muy buenos términos”. El Presidente le aconsejó que saliera del ámbito de Recoleta. Fue una charla enmarcada en la conmoción general que atravesó a todo el Gobierno.

Nadie espera que, de acá en más, los reflectore­s se corran de la figura de la vice. Un colaborado­r del kirchneris­mo advirtió: “Ahora hay que parar la pelota y ver cómo seguir. Todo se va a potenciar, tanto las esperanzas depositada­s por los nuestros en ella como el odio de los otros”.

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La vicepresid­enta reforzó su interés por la batalla electoral en la Capital

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