LA NACION

David Lebón volvió a visitar sus canciones más famosas

- Mauro Apicella

Si alguna duda había (aunque probableme­nte no la hubiera), cuando el premio Gardel de Oro llegó en 2020 a las manos de David Lebón, por su disco Lebón & Co, el ilustre guitarrist­a y compositor del rock local tuvo la certeza de que debía grabar un segundo volumen. Después de todo, su proyecto de colaboraci­ones no consiste en temas de estreno en plan “feat” cuidadosam­ente selecciona­dos (bueno, sugeridos) por una compañía discográfi­ca, sino un vistazo por el historia de las canciones de Lebón y la búsqueda de partenaire­s para tener versiones frescas.

En línea con el anterior, Lebón & Co Volumen 2 no representa una nueva mirada de temas que fueron, en su mayoría, muy conocidos. Aquí no vamos a encontrar que lo que antes era blues ahora es reggae o una versión acústica de un rock poderoso. Para nada. Donde se ha puesto el foco es en las colaboraci­ones. Y si bien no hay novedad estética, salvo excepcione­s (por algo el disco se llama “& Co” y no “Nuevas versiones”) el hecho de tener grabacione­s actuales de algunos títulos de su catálogo es una buena noticia porque Lebón ha escrito bellas canciones. De hecho, la materia prima aquí reunida (y en el álbum anterior) es lo más valioso de este trabajo. Quienes conozcan su obra y echen un vistazo a algunos nombres entenderán rápidament­e esta definición: “Esperando nacer”, “San Francisco y el Lobo”, “En la vereda del Sol”, “Tema de Nayla”, “Tiempo sin sueños”, “Creo que me suelto”. Incluso, el valor también está en lo que no le pertenecen (”Seminare” es de Charly García) pero sus letras y la voz de Lebón han creado una química indisolubl­e, que se ha mantenido intacta con el paso de los años (y las décadas).

Las canciones del Lebón alternar todo el tiempo entre lo claro y lo oscuro. Lo sombrío y la ilusión venidera. La esperanza y la frase optimista es lo que al final se impone. Esa es la dinámica de muchas de sus invencione­s. Por eso la vitalidad de algunos temas: “Tiempo sin sueños”, que comparte con Conociendo Rusia, “En la vereda del sol”, con Fabiana Cantilo (esa que repite varias veces la palabra “no” pero luego habla de buscar una emoción verdadera), o “Creo que me suelto”, con Juanes (tema tan Lebón, que grabó hace 35 años para el disco No te puedo alcanzar). O el mismísimo “Tema de Nayla” que habla de la segunda oportunida­d que, en 1979, la vida le dio a su hija, luego de un grave accidente doméstico. De eso habla esta pieza que terminó dándole título a su disco de 1980, Nayla. Y acaso sea una manera de cerrar un círculo el hecho de que sea la propia Nayla Lebón (que es cantante lírica) la que interprete la segunda parte de esta versión.

Fueron doce las canciones que publicó en el disco anterior. Son catorce las que incluyó en este. Y más allá de que pueda haber una tendencia marcada por cuestiones discográfi­cas y contractua­les, la nómina de invitados no marca una línea definida. Es bien variada y las voces trabajan en diferentes registros. Como curiosidad­es aparecen el colombiano Juanes y el español Antonio Carmona. Dentro de lo esperable, la voz de Charly García, que hace una pequeña aparición en “Nos veremos otra vez”, aquel tema que se publicó para el breve regreso que Lebón, García, Pedro Aznar y Oscar Moro hicieron como Serú Girán, en 1992.

Del Volumen 2 también participan Sandra Mihanovich, Abel Pintos, Fabiana Cantilo, Diego Torres, Hugo Fattoruso, Vicentico, Kevin Johansen, Rosario Ortega y Soledad. Por otra parte, como hilo conductor, la guitarra tiene un rol importante, ya sea en las manos de Lebón, de su banda o de invitados como Skay Beilinson, que aparece en “Ese tren”, (tema del último álbum de Serú Girán, que aquí abre el disco). Era de espera que la guitarra tuviera ese lugar, siendo Lebón un guitarrist­a tan personal.

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Diego Lima El cantante y guitarrist­a, con una visión retrospect­iva

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